Voluntarios cristianos: una entrega que transforma

joven voluntaria con un niño

joven voluntaria cristiana con una anciana

JOSÉ LUIS PALACIOS. Fotos: LUIS MEDINA | Frente a la brutal crisis actual, infinidad de entidades católicas y cristianos comprometidos desgastan sus vidas para que otras las puedan tener o mejorar. El 5 de diciembre se celebra el Día Internacional del Voluntariado, en el año designado por la ONU para llamar la atención sobre esta realidad tan bien valorada comúnmente por su benéfico impacto en la sociedad y de tan profundo arraigo en el cristianismo. [Siga aquí si no es suscriptor]

La mayoría de las actividades de la comunidad cristiana están en manos de personas que desinteresadamente aportan su granito de arena para sostener sus actividades fundamentales. No obstante, Cáritas Española concita la mayor atención, por su impagable e insobornable labor en el ámbito social.

Desde la irrupción definitiva de la crisis, en 2008, unos 5.000 voluntarios se han sumado a esta institución. Su última Memoria anual, referida a 2010, cifra su número total en 61.000, un 8% más con respecto a 2008.

El director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad Pontificia Comillas, Fernando Vidal, se muestra rotundo: “El mundo cristiano tiene un compromiso muy fuerte con las personas en dificultad de nuestra sociedad. Es algo muy propio de los cristianos, algo que forma parte íntimamente de su proceso educativo y vivencial”.

Lo cierto es que numerosas comunidades religiosas, parroquias y asociaciones siguen dando la batalla contra las injusticias en las zonas más deprimidas de nuestro país, gracias, en buena parte, a miles de voluntarios convocados a traducir su fe en la atención a los preferidos de Dios. Fernando Vidal confiesa que “conocer a Jesús, sin relacionarse con personas en dificultad parece difícil”.joven voluntaria cristiana con una niña

Ahora que las demandas de ayudas se han triplicado, la Iglesia está consiguiendo aunar nuevas voluntades. Emilio López, responsable de Voluntariado de Cáritas, apunta dos hipótesis para explicar la llegada de nuevos colaboradores: “Por un lado, el incremento del desempleo ha podido convencer a ciertas personas de la conveniencia de ocupar su tiempo y poder así adquirir una experiencia útil en una institución a la que tienen como referencia; y por otro, ante la situación de pobreza y exclusión creciente, otros han decidido dar el paso para echar una mano”.

El grueso de estas nuevas incorporaciones se ha implicado en el “trabajo de base”, la primera acogida, la atención en las Cáritas parroquiales; y menos, en las tareas estructurales y organizativas. En la misma dirección se expresa Carlos Lafarga, responsable de Voluntarios de la Sociedad de San Vicente de Paúl (SSVP): “La gente se ha sensibilizado más con la situación que atravesamos, y los propios desempleados, ahora que disponen de tiempo, se han sumado a la labor, no en una cantidad muy grande, pero sí de manera muy interesante”.

“Es algo muy propio de los cristianos
comprometerse con las personas en dificultad,
forma parte íntimamente de
su proceso educativo y vivencial”.
Fernando Vidal.

Los voluntarios de Cáritas son, en su mayoría, mujeres, en un porcentaje algo superior al de la media del denominado ‘tercer sector’ (el 67% frente al 63%), y también algo más mayores (el 50% tiene más de 50 años). El perfil de su voluntariado no ha variado sustancialmente en los últimos años, con la incorporación de gente de mediana edad, principalmente. Su permanencia en la entidad supera lo habitual en este tipo de organizaciones. “Mientras que aquí es normal oír a la gente decir que solo lleva tres años de voluntario, en otras entidades la media de permanencia se sitúa precisamente en esos tres años”, relata el responsable de voluntarios de Cáritas.

Pero los rasgos distintivos de este personal tienen que ver con la esencia misma de una realidad nuclear en la Iglesia. Emilio López indica, como características especiales, “el sentido de gratuidad que tienen incorporado, siguiendo la máxima evangélica de ‘dar gratis lo que has recibido gratis’, sin buscar contraprestación alguna; y el colocar a los excluidos, al otro, en el centro de las acciones, frente a un modelo social que prima el individualismo y la obtención egoísta de recompensas”.

voluntario cristiano con grupo de niñosEl 99% de las personas que sostienen las obras sociales de la SSVP entregan desinteresadamente su tiempo para llegar a entre 90.000 y 100.000 beneficiarios. También aquí son mayoría las mujeres y las personas de edad media, algo que, en parte, se explica por “la mayor disponibilidad de tiempo, pero también por el tipo de proyectos que son mayoritarios: roperos, bancos de alimentos, albergues para los sin hogar, visitas hospitalarias…”.

“La gente joven opta más por el compromiso con menores y el tiempo libre, algo de lo que históricamente no se ha encargado la SSVP, tal vez porque ha puesto más su foco en la atención a las familias”, matiza Lafarga, aunque insiste en que en su nuevo servicio de asistencia jurídica gratuita, abierto en Madrid, “la mayoría son jóvenes, estudiantes o recién licenciados”.

El alimento de la fe

Gran parte de los colaboradores “tienen una creencia religiosa arraigada” y la fe explicaría “todo”, en palabras de Lafarga. “La fe es el alimento que nutre la acción, pero también la fuerza que nos impulsa a dirigir nuestra mirada a los demás”. Pero es que, además, el seguimiento de Jesús se nota “en el trato a los demás, que nos obliga no solo hacer el bien, sino a hacer bien el propio bien”. En la actualidad, en España, las conferencias de San Vicente de Paúl están presentes en casi todas las provincias y cuentan con 4.500 voluntarios.

“El seguimiento de Jesús
se nota en el trato a los demás
y obliga a hacer bien
el propio bien”.
Carlos Lafarga.

El profesor Fernando Vidal ofrece tres rasgos distintivos del voluntariado cristiano. Primero, “su concepción no ideológica de la condición de pobreza”, que lleva a entenderla como una situación del otro, en “confrontación con las propias pobrezas y limitaciones personales”. “No solo se trata de una cuestión de justicia social”, sino que llega a implicar al que presta el servicio “hasta integrarlo en su propia experiencia”.

Segundo, “la acción integral que requiere ponerse al lado de los más pobres para que sean ellos los protagonistas de la intervención”.

El último aspecto es que la acción social del voluntario cristiano “no se limita a distribuir los recursos, sino que aspira al desarrollo integral del otro”, por lo que se procura atender otras esferas vitales, como “la familia o los aspectos simbólicos y sociales”.

Un ejemplo entre muchos otros de esa sensibilidad que se traduce en obras se puede encontrar en el madrileño barrio de Aluche, en la parroquia de San Alfonso María de Ligorio. José Cobo, su párroco, entiende la acción social como respuesta de toda la comunidad, “desde el consejo, sus grupos y la gente”. Los voluntarios de Cáritas, once personas apoyadas por dos trabajadores sociales contratados, son “la puerta de entrada, quienes nos avisan de las necesidades que hay, asistidos también por lo que llamamos delegados de bloque, que son los responsables de recoger los casos que detectan en sus propias comunidades de vecinos”.

Porque la omnipresente crisis está afectando mucho a los vecinos. Tanto que la parroquia, que desde hace años impulsa el proyecto de menores Rakapaka y un centro de día para personas mayores, ha tenido que volcarse en la ayuda de emergencia y ha creado un comedor social, en colaboración con los colegios del barrio, al que acuden 15 familias de lunes a viernes. Una veintena de personas se encargan de esta labor.

Para sostener la entrega y el servicio a los temás,
hace falta una lectura creyente de la realidad
y aquirir habilidades técnicas.

Para sostener la entrega y el servicio a los demás hace falta también “una lectura creyente de la realidad y la adquisición de habilidades técnicas”. Lo primero recorre transversalmente la pastoral de la parroquia; para la segunda se ha creado una escuela de voluntariado, que el año pasado se abrió también a los alumnos de los colegios religiosos de la zona, que optan libremente por conocer la acción socio-caritativa de la parroquia e involucrarse en alguna de las muchas actividades.

joven voluntaria con un niñoAdmite José Cobo que no puede quejarse de la acogida. “Hay un grupo de unos 30 jóvenes de veintitantos años muy involucrado con los menores”, además de la presencia contante de voluntarios, la mayoría mujeres, de más edad. “Aunque, básicamente, las personas que dedican su tiempo a los demás son creyentes y participan en la asamblea dominical, hay otra gente que simplemente quiere hacer algo por los demás y respetan nuestro planteamiento creyente”, apunta el párroco.

“Somos una parroquia y tratamos de que Jesús sirva a los demás a través de nosotros”, añade Cobo. De no hacerlo así, “seríamos cristianos cojos y estaríamos mutilando al mismo Jesús, cuyo mensaje pasa por el servicio”.

El voluntario cristiano actúa por vocación y respuesta a la llamada de Dios, por lo que, asegura el sacerdote, “la fuente de nuestra labor es distinta. Tratamos de que el estilo de Jesús impregne nuestro trabajo y esté muy presente en todo lo que hacemos. La entrega a los demás, que no hacemos en solitario, sino a través de los grupos y la comunidad, resulta una experiencia alucinante”.

La propia Plataforma del Voluntariado de España reconoce la dificultad de adaptar los nuevos ritmos y estilos de vida, más flexibles, variables y cambiantes, de las nuevas generaciones a estructuras pensadas y creadas para generaciones que han disfrutado de cierta estabilidad laboral.

“Puede que los espacios de participación que ofrecemos a los jóvenes generen en ellos cierto rechazo, por lo que tenemos que encontrar la manera de incorporarles a la dinámica de la institución, pero también adaptándonos a sus demandas”, explica Emilio López.

“Hace falta que los voluntarios cultiven el anhelo
de construir un nuevo modelo de sociedad,
desde unos valores y actitudes concretos”.
Emilio López.

A su juicio, los retos específicos de Cáritas pasan por que “los voluntarios adquieran mayor sentido del bien común global, trascendiendo la parcela en la que colaboran. Es necesario reforzar la información y la formación sobre las situaciones de pobreza y exclusión”; pero también hace falta que “cultiven el anhelo de construir un nuevo modelo de sociedad, desde unos valores y actitudes concretos que les lleven a la implicación en la lucha por la justicia social”.

Begoña González, coordinadora de los voluntarios de Madrid de las conferencias vicencianas, niega que los jóvenes de hoy sean menos desprendidos que los de antes. Aunque reconoce que hay que tener en cuenta que “no tienen un horizonte vital estable todavía, tienen exámenes, prácticas, ganas de viajar y conocer todo tipo de experiencias…”.

Ante esta realidad, la SSVP busca nuevas fórmulas para incorporarlos, “desde convenios con facultades que tengan en asignaturas relacionadas con el voluntariado y los movimientos sociales, hasta acuerdos con institutos y colegios, para ofrecerles tanto una experiencia real de voluntariado como nuestro conocimiento de esta realidad”.

Integración de los jóvenes

Fernando Vidal, que también es presidente de la Fundación RAIS (Red de Apoyo a la Integración Sociolaboral), orientada a las personas sin hogar, juzga imprescindible que los voluntarios, “muchos de los cuales vienen buscando experiencias que les permitan el contacto con la gente”, se impliquen también “en las labores propias de las entidades, ya sea en la gestión directa como en la incidencia y sensibilización públicas”.

Igualmente, reconoce las dificultades para integrar a los más jóvenes, pero también para llegar a lo que denomina nuevas pobrezas relacionadas con “las mujeres, la inmigración y los menores”. Si bien, confía en que, como ha ocurrido con la atención al mundo del sida, un ámbito más desconocido para la Iglesia, los cristianos sepan estar a la altura.

Más de 4,1 millones de españoles dedican
parte de su tiempo
a alguna actividad de voluntariado y suponen
un ahorro a las administraciones
de hasta 10.800 millones de euros.

En España no hay una gran cultura del voluntariado. No, al menos, si comparamos nuestro porcentaje, que ronda el 18%, con el del resto de la Unión Europea, donde el 34% de la población dedica algo de su tiempo a los demás.

Ahorro al Estado

Con todo, más de 4,1 millones de españoles dedican parte de su tiempo a alguna actividad de interés público, de forma libre y sin recompensa dineraria, según los datos del Observatorio del Voluntariado de la Plataforma del Voluntariado. Distribuidos en 22.700 entidades no lucrativas de acción social de nuestro país –que cuentan con unos 284.000 asalariados–, equivalen a 380.000 empleos, lo que supone un ahorro para las administraciones públicas de entre 7.500 y 10.800 millones de euros.

En los últimos tiempos ha tomado auge el voluntariado corporativo, en el que los trabajadores de una empresa se implican en acciones solidarias de acuerdo con la dirección de la misma, y el voluntariado virtual, desarrollado a través de las nuevas tecnologías de la información. Otros fenómenos novedosos son el voluntariado de las personas mayores, que en un número muy significativo buscan oportunidades para aprovechar la mejora de su esperanza y calidad de vida, para compartir su experiencia y su tiempo con los demás.

 

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