Croacia, el bastión católico en los Balcanes, espera al Papa

Benedicto XVI viaja este fin de semana al país, que Juan Pablo II visitó tres veces

Juan Pablo II en el santuario de Marija Bistrica (Croacia), donde beatificó al cardenal Stepinac en 1998

ANTONIO PELAYO. ROMA | Algo muy especial tendrá Croacia para que en poco más de quince años haya sido visitada cuatro veces por los papas. Juan Pablo II lo hizo en tres ocasiones: 1994, 1998 y 2003. Ahora, su sucesor, Benedicto XVI, está a punto de coger el avión para pasar en Zagreb los días 4 y 5 de junio y poder presidir la Jornada Nacional de las Familias Católicas Croatas. Hay un primer dato que salta a la vista: de los cuatro millones y medio de habitantes del pequeño país, el 80,9% se declaran católicos, y la cifra tiende a aumentar.

Por otra parte, si se observa el mapa de los Balcanes, Croacia tiene una extensa frontera con Bosnia-Herzegovina, de clara mayoría musulmana, y otra menos extensa pero más conflictiva con Serbia, donde prevalece la ortodoxia. Se trata, pues, de un bastión católico desde los tiempos remotos –siglo VII– en que las tribus eslavas se apoderan del territorio y son las primeras en convertirse al cristianismo. Las relaciones entre el papado y el reino de Croacia son muy intensas desde hace siglos y su primer rey, Tomislav, era llamado en Roma specialissimus filius Sanctae Romanae Ecclesiae.

A todos estos motivos históricos hay que añadir la heroica resistencia de los católicos croatas durante la persecución comunista y la importante contribución de sus misioneros a la expansión de la fe.

Razones todas ellas más que suficientes para que Juan Pablo II viajase por vez primera a Zagreb en 1994 (10-11 de septiembre). Para situar bien este viaje hay que hacer una rápida evocación histórica: la República Federal de Yugoslavia, que surge después de la II Guerra Mundial bajo la férula del mariscal Tito, se descompone con la caída del Muro de Berlín y deja de existir cuando las seis repúblicas que la componían se declaran independientes.

Reconocimiento de la Santa Sede

Wojtyla, aquejado de una lesión de cadera, en su primera visita a Zagreb, en 1994

Croacia lo hace el 8 de octubre de 1991 y el 13 de enero de 1992, la Santa Sede reconoce el nuevo Estado y establece con él relaciones diplomáticas. Entre tanto, ha estallado el sangriento conflicto balcánico, que se cobra miles de víctimas, sobre todo en las regiones de Krajina y Eslavonia y en torno a Sarajevo, la ciudad que se convierte en símbolo de esta inmensa tragedia.

Desde el comienzo del conflicto, Juan Pablo II y la Santa Sede no escatiman ni un solo esfuerzo para frenar el fragor de las armas y los sufrimientos de la población civil, y el Papa está decidido a arriesgar su propia persona viajando a los Balcanes.

Estamos en 1993-1994 y la diplomacia vaticana trabaja con la hipótesis de un triple viaje a la ex-Yugoslavia: Belgrado, Zagreb y Sarajevo. La Iglesia Ortodoxa Serbia, sin embargo, se cierra en banda, y la etapa de Belgrado queda excluida.

Se trabaja denodadamente para mantener la visita a Sarajevo a mitad de junio, aprovechando una tregua parcial de los feroces combates. Pero el accidente que sufre el Papa en abril con la rotura del fémur bloquea el proyecto, que no la idea, a pesar de que la ONU no garantiza la seguridad del Pontífice y de que el líder serbio-bosnio Karadzic advierte que “el Papa arriesga su vida si va a Sarajevo”.

El 3 de agosto, el Vaticano confirma que Juan Pablo II visitará Zagreb, excluye Belgrado, y, aunque deja abierta la posibilidad de incluir Sarajevo, el 6 de septiembre Joaquín Navarro-Valls confirma que la visita a la ciudad –prevista para el día 8– se ha abandonado “para no exponer a graves riesgos a los que esperan al Papa en la capital bosnia” y evitar que sea malinterpretada y aumente la tensión en la zona.

Grito contra la guerra

El 8 de septiembre, el Pontífice celebra en el patio de su residencia de Castel Gandolfo la misa que hubiese querido celebrar en el estadio Kosevo de Sarajevo y lee la homilía que tenía preparada para dicha ocasión: “Yo, Obispo de Roma, primer Papa eslavo, me pongo de rodillas ante Ti, oh Dios, para gritar: ‘De la peste, del hambre y de la guerra, líbranos, Señor’. Sé que muchos se unen a mí con esta súplica no solo aquí, en Sarajevo, en Bosnia-Herzegovina, sino también en toda Europa y más allá de sus fronteras”. Juan Pablo II tendrá que esperar aún tres años antes de poder visitar Sarajevo (12-13 de abril de 1997).

Con esta espina en su corazón, el Papa aterriza el 10 de septiembre de 1994 en el aeropuerto Pleso de Zagreb. La lesión en la cadera le impide arrodillarse, como es su costumbre, para besar la tierra del país que visita, y lo hace en un cuenco que le presentan una pareja de niños. “Para detener la sangrienta guerra fratricida, he intentado todos los caminos y llamado a todas las puertas”, dijo nada más llegar, ante el presidente Franjo Tudjman, que había garantizado la contribución del pueblo croata, “que se ha salvado del infierno comunista, para conjurar el peligro del racismo y del fundamentalismo extremo”.

En el nº 2.756 de Vida Nueva (artículo íntegro para suscriptores).

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