Ante el aborto, la “fortaleza especial” de los médicos

Benedicto XVI recibe a los miembros de la Pontificia Academia por la Vida

Era la primera vez que la Pontificia Academia por la Vida se reunía bajo la presidencia del español monseñor Ignacio Carrasco de Paula, que ha sucedido en este cargo al italiano monseñor Salvatore Fisichella, actual presidente del Pontificio Consejo para la Nueva Evangelización. El prelado español pertenece al Opus Dei y conoce bien este organismo creado por Juan Pablo II en 1994 con el motu proprio Vitae Mysterium, que tiene como objetivo principal “estudiar los problemas relativos a la promoción y defensa del valor de la vida humana y de la dignidad de la persona”.

Al recibir en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el sábado 26 de febrero, a sus numerosos miembros, Benedicto XVI les ha dirigido un discurso en el que ha glosado los dos temas que han sido objeto de la Asamblea Plenaria anual de este organismo, “Los bancos de cordones umbilicales” y “El trauma post-aborto”, especialmente este último.
“El síndrome post-aborto –es decir, el grave malestar psíquico que, con frecuencia, experimentan las mujeres que han recurrido al aborto voluntario– revela la voz que no puede ser suprimida de la conciencia moral y la gravísima herida que sufre siempre que la acción humana traiciona la innata vocación al bien del ser humano que ella testimonia (…). En la conciencia moral, Dios nos habla a cada uno de nosotros e invita a defender la vida humana en todo momento. En este vínculo personal con el Creador está la profunda dignidad de la conciencia moral y la razón de su inviolabilidad”, manifestó el Papa.
Dirigiéndose más en concreto a los médicos, el Santo Padre les dijo que “no pueden sustraerse a la grave obligación de defender contra el engaño la conciencia de muchas mujeres que piensan encontrar en el aborto la solución a las dificultades familiares, económicas, sociales o a los problemas de salud de su hijo. Especialmente en esta última situación, la mujer es con frecuencia convencida, a veces por los propios médicos, de que el aborto representa no solo una opción moralmente lícita, sino incluso un obligado acto ‘terapéutico’ para evitar sufrimientos al niño y a su familia y un injusto peso para la sociedad”.
Joseph Ratzinger aborda el problema desde sus orígenes socioculturales. “En un escenario cultural –dijo– caracterizado por el eclipse del sentido de la vida, en el que se ha atenuado mucho la percepción de la gravedad moral del aborto y de otras formas de atentados contra la vida humana, se exige de los médicos una fortaleza especial para continuar afirmando que el aborto no resuelve nada pero mata al niño, destruye a la mujer y ciega la conciencia del padre del niño, arruinando frecuentemente la vida familiar”.
Una “batalla cultural”
Comentando este discurso del Santo Padre, el director de L’Osservatore Romano afirmaba que “en esta batalla cultural, cada vez más y en ambientes muy diversos, a la voz del Papa y al testimonio de muchos católicos se han unido voces y testimonios laicos. A favor de la persona humana, sin distinciones, en una cuestión que afecta a todos y que todos, por consiguiente, deben llevar en el corazón”.
Por otra parte, Gian Maria Vian no se equivocaba al anticipar que al día siguiente la mayoría de los medios de comunicación darían la noticia “en clave únicamente negativa, para reforzar los estereotipos caricaturescos de un Papa y de un catolicismo despiadados, retrógrados y enemigos de presuntas libertades e incluso de derechos”.
Según datos de la Organización Mundial de la Sanidad (OMS) con sede en Ginebra, cada año se consuman en todo el mundo 42 millones de abortos. Toda una hecatombe. VNC

Compartir