Bin Laden: un asesinato de Estado que no construye la justicia mundial

Cuando se me pidió que presentara una valoración moral sobre la muerte de Bin Laden (junto con la de un hijo y la de otras tres personas), la madrugada del 2 de mayo en Abbottabad (Pakistán), a manos de un comando de élite de la Armada militar de los Estados Unidos, me vino a la cabeza la idea de encajar mi discurso en el esquema de discernimiento que utilizó bastantes cientos de veces Tomás de Aquino para analizar las cuestiones teológicas.

Ese esquema, con el que compuso cada artículo de cada una de las cuestiones que integran cada una de las tres partes de la Suma Teológica, se construye en torno a una pregunta, en este caso: ¿es la muerte de Bin Laden un asesinato de Estado? La primera aproximación es negar, en este caso: parece que no es un asesinato de Estado, sino más bien: 1. Un acto de legítima defensa. 2. Un acto de justicia. 3. La prevención de males mayores. Dejo al lector que él mismo se proporcione el placer de construir en su mente todo el proceso discursivo insinuado. Yo le ofrezco, a continuación, los elementos básicos para realizar esa construcción ética.

Núcleo de la cuestión: la muerte de Bin Laden es un asesinato de Estado

Al querer catalogar moralmente el significado humano de la muerte infligida a Bin Laden, no encuentro otra categoría que la de asesinato de Estado; también podría ser entendida como ejecución de un criminal sin las garantías a que tiene derecho. Otras expresiones pertenecen al ámbito de la retórica o del sentimiento: caza del criminal, linchamiento, ajuste de cuentas, etc. Para afirmar que se trata de un asesinato de Estado, me apoyo en las dos razones siguientes:
El contexto en que se realiza la acción no es el de un conflicto armado, al menos en su sentido preciso. Quienes catalogan la muerte de Bin Laden como un acto de guerra: o entienden la guerra en un sentido muy amplio, y entonces es imposible tener parámetros morales para discernir las acciones de los Estados, o “inventan” una realidad bélica transformando los datos según sus propios intereses.
La muerte de Bin Laden ofrece signos suficientes para ser considerada como un acto de Estado. Su planificación, su ejecución y sus consecuencias ulteriores no pueden ser explicadas si no actúa la inteligencia y el poder de un Estado, en este caso, del Estado más poderoso del mundo, para actuaciones como la que estamos tratando de ponderar moralmente.
Puesta la categorización de la muerte de Bin Laden como un asesinato de Estado, no queda otra salida que la de valorarla como una acción inmoral. Ha sido en contra del valor básico de la vida humana y en contra de los derechos que garantizan a toda persona –también al criminal– las garantías de una justicia imparcial. VNC

Situación “tensa” en Pakistán

Ante el riesgo de ataques violentos contra objetivos cristianos por parte de grupos talibanes, en las principales ciudades de Pakistán (Islamabad, Lahore, Karachi o Multan) se han doblado las medidas de seguridad, cerrando escuelas e instituciones cristianas y vigilando iglesias y barrios cristianos. Paul Bhatti, consejero especial del Gobierno para las Minorías Religiosas (sustituye a su hermano Shabahz, asesinado el pasado 2 de marzo), ha confirmado a Fides que “la situación es tensa. Hay, de hecho, un gran miedo a las reacciones, absolutamente sin sentido, contra las minorías cristianas. El Gobierno está prestando mucha atención a las medidas preventivas”.
MARCIANO VIDAL

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