SANANDO LAS HERIDAS DE CRISTIANOS Y MUSULMANES

El claretiano Ángel Calvo coordina un grupo de diálogo interreligioso para promover la paz en Filipinas

En las islas del sur de Filipinas se desarrolla, desde hace cuatro décadas, un conflicto calificado como “de baja intensidad”, pero que ha desgarrado una sociedad marcada por la pobreza, ha sembrado la inseguridad entre la población y ha enrarecido las relaciones entre las comunidades cristianas y musulmanas, cada una sintiéndose marginada y vejada en distintos momentos por razones diversas. El padre Ángel Calvo, claretiano, lleva casi 40 años creando puentes de unión y entendimiento en medio de este mar de confusión y violencia. Natural de Becilla de Valderabuey (Valladolid), llegó allí en 1972, dos años después de su ordenación, y desde entonces ha vivido la realidad de esta guerra olvidada para la comunidad internacional. Su primer destino fue la isla de Basilán, un lugar paradisíaco.

Pero el paraíso se volvió infierno sin que le diera tiempo siquiera a aclimatarse. “Llegué allí con muchas ganas de trabajar y de organizar una misión con un nuevo estilo”, recuerda el misionero, “pero a los pocos meses el Gobierno impuso la ley marcial en la zona y nos quedamos entre dos fuegos: la guerrilla y el Ejército filipino”. Los rebeldes que se levantaron en armas se llamaban Frente Moro de Liberación Nacional (MNLF, en siglas inglesas): “Se aprovecharon del gran descontento que había entre la población musulmana, que desde la llegada de los norteamericanos se había sentido marginada. Los gobiernos filipinos concedieron grandes facilidades a compañías y colonos de los Estados Unidos y mucha gente se quedó sin sus tierras. En 1975 se marcharon los norteamericanos, pero el mal ya estaba hecho y la guerra estaba en pleno desarrollo”.

Amenazas del Gobierno

Animados por las líneas pastorales de los obispos de Asia, que insistían en la idea de la misión como diálogo, el padre Ángel y el equipo con el que vivía empezaron a organizar comunidades donde había musulmanes y cristianos que trabajaban juntos por la paz. Durante esos años ayudaron a muchas comunidades a volver de nuevo a sus tierras. Los líderes del grupo rebelde, en general, respetaban este trabajo, aunque el Gobierno de Ferdinand Marcos les tachó de subversivos y de cooperadores de la guerrilla. Al padre Ángel llegaron a acusarle de ocho cargos distintos.

Aquella primera etapa de su trabajo duró hasta 1986, el año de la caída del dictador Marcos. Tras un período en Roma, en 1992 el claretiano volvió al sur de Filipinas y la situación había empeorado: “Había surgido un nuevo grupo rebelde (los Abu Sayyaf), muy radical y fundamentalista, que desde entonces ha sembrado el pánico en Basilán con secuestros –sobre todo de extranjeros– y matanzas”. Recuerda el padre Ángel que el líder de este grupo armado estudió en su escuela, pero luego se fue con una beca a una universidad islámica y volvió imbuido de un celo radical que ha hecho que, hasta la fecha, hayan fracasado todos los intentos de iniciar un diálogo de paz con esta guerrilla. La situación llegó a ser tan amenazadora que al padre Ángel le pidieron que abandonara Basilán y se fuese a Zamboanga. Fue el último sacerdote en salir de la isla, cuando una oleada de asesinatos estaba acabando con ellos. Desde entonces ha vivido siempre en esta importante ciudad de la isla de Mindanao, centro neurálgico del conflicto, que actualmente cuenta con un millón de habitantes: “En 1994 fundamos un grupo de sociedad civil al que bautizamos como Peace Advocate Zamboanga (PAZ). Trabajamos en coordinación con Shalam, una organización musulmana, para promover una cultura de paz. Damos cursos de educación para la concordia en escuelas, comunidades e incluso en grupos militares, organizamos campos de verano para jóvenes y ayudamos a campesinos con cooperativas de promoción de agricultura orgánica”. Manos Unidas financia alguna de estas iniciativas.

La organización PAZ ha dado lugar a otro movimiento, el Inter-religious Solidarity Movement for Peace (IRSMP), en el que hay creyentes de todo tipo. Como ondas que se expanden por toda la comunidad, PAZ es parte también de un gran consorcio en la isla, Mindanao Peace Weavers (Tejedores de la Paz en Mindanao). Gracias a la unidad de estos grupos de sociedad civil, han elaborado una hoja de ruta para pacificar esta región, un esfuerzo que el nuevo Gobierno ha reconocido nombrándoles asesores y consultores del proceso de paz actualmente en curso con el MNLF. El IRSMP tiene un indudable poder de convocatoria: el pasado 25 de noviembre reunió a 20.000 personas en una marcha que recorrió las calles de Zamboanga para abrir la Semana de la Paz en Mindanao, un evento que se organiza regularmente desde 1998 y en el que participan cristianos y musulmanes.

Durante los últimos años, estos esfuerzos por la paz están dando algunos resultados prometedores, aunque las cosas llevan su tiempo y no están exentas de altibajos: “En 1996 surgió otro grupo rebelde, el MILF. Un año después empezaron en Kuala Lumpur (Malasia) las negociaciones de paz entre este grupo y el Gobierno. Hace dos años estuvieron a punto de firmar un acuerdo para poner fin a la guerra, pero la Corte Suprema lo paralizó porque dijeron que era inconstitucional”.

El padre Ángel muestra su optimismo de que el nuevo Gobierno consiga alcanzar la paz, al ser mucho más favorable al diálogo como medio para terminar con el conflicto: “Una de las cosas que más me anima es que una de las principales negociadoras del equipo gubernamental es una mujer que fue una de nuestras líderes de la sociedad civil en PAZ durante los años 90”.

Pero de poco sirven las conversaciones formales de paz que terminan en documentos firmados, si esto no va acompañado de un compromiso por la paz por parte de las personas que han sufrido los efectos de la guerra durante mucho tiempo: “Llevamos muchos años promocionando el diálogo interreligioso, pero las comunidades están muy heridas y llevará mucho tiempo superar las divisiones, prejuicios y recelos de las personas”, afirma el padre Ángel, quien está convencido de que “si no hay reconciliación en la comunidad a nivel cultural y religioso, no habrá paz”.

Haciendo balance de este trabajo constante y difícil de varias décadas, el misionero reconoce: “Esta labor ha sido un descubrimiento de nuestra misión. El choque con la realidad nos ha forzado a buscar en el diálogo el camino para superar conflictos y divisiones. Intentamos también llegar a un diálogo de fe, aunque éste es un camino mucho más largo”. Como suele ocurrir con las guerras que duran mucho tiempo, éstas dejan heridas abiertas en el corazón de las personas, y grupos como PAZ intentan curar las marcas que dejan en la sociedad. Esto es algo que el padre Ángel Calvo tiene muy claro: “La sanación de las heridas que ha dejado el conflicto es parte de la proclamación del Evangelio, y en ello estamos”.

Los ‘ulemas’ condenan los ataques islamistas

El padre Ángel reconoce que “el diálogo interreligioso que hemos realizado durante los últimos 20 años ha provocado algunos cambios para bien, como el hecho de que hoy los líderes religiosos musulmanes condenen los ataques de los islamistas”. En este sentido, el religioso claretiano menciona la condena unánime de los ulemas –expertos en la doctrina islámica– de la región tras un ataque contra una iglesia católica que tuvo lugar el día de Navidad en la isla de Jolo, al oeste de Mindanao, y que dejó once heridos. Los mismos líderes musulmanes habían condenado unos meses antes el secuestro de tres trabajadores humanitarios de la Cruz Roja Internacional y exigieron a los rebeldes de Abu Sayyaf su liberación. Son pequeños pasos que hacen que la causa de la paz avance, aunque, como reconoce el misionero, “hemos edificado la violencia a través de muchos siglos; edificar la paz costará también mucho”. Uno de los últimos pasos que el padre Ángel ha conseguido dar “para combatir la cultura del odio” es la inclusión de un curso de ‘Cultura de paz’ en 39 escuelas públicas de Zamboanga, una medida que contó con el apoyo entusiasta del gobernador, musulmán, de la provincia.

Gabriel Naranjo Salazar, C.M.

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