II Congreso continental latinoamericano de vocaciones

Se insistió en que este acontecimiento es parte de un proceso

De este título, que es el oficial, habría que sacar el adjetivo “continental” y añadir al latinoamericano el “caribeño” para que refleje lo que realmente sucedió: un encuentro de la Iglesia de América Latina y El Caribe, con representantes de sus 22 Conferencias Nacionales, aunque no de todos sus países pues la de las Antillas incluye a varios que no asistieron. Presencia hubo también de América del Norte y Europa. Así se llegó casi a los 500 congresistas: 3 cardenales presidentes, Raymundo Damasceno Assis, Arzobispo de Aparecida y Presidente del CELAM; Julio Terrazas, Arzobispo de Santa Cruz de la Sierra; Juan Sandoval Iñiguez, Arzobispo de Guadalajara; 30 obispos, más de 200 presbíteros, más de 100 religiosas y religiosos, dos decenas de diáconos y seminaristas, otras dos de consagradas y consagrados seculares y 120 laicos.

Institucionalmente hubo presencia del CELAM, principal organizador, con el Presidente, el Secretario General, el Secretario Adjunto, la Comisión de Obispos del DEVYM y su Secretario Ejecutivo, padre Alexis Rodríguez Vargas -real coordinador del proceso y la realización-, varios funcionarios de los Departamentos, sobre todo Comunicación y Prensa, y del ITEPAL; de la CLAR, coorganizador, con el Presidente y otros tres miembros de la Presidencia incluido el Secretario General y la Secretaria Adjunta, y la representación de la mayoría de las Conferencias Nacionales; de la Santa Sede, con un representante de la Pontificia Obra para las Vocaciones Sacerdotales y otro del Departamento de Seminarios de la Congregación para la Educación Católica; de la OSLAM con toda su Junta Directiva, de la Confederación de Institutos Seculares de América Latina y El Caribe (CISAL) con miembros de su Junta Directiva y representantes de 17 nacionalidades, de las Iglesias hermanas de Estados Unidos y Canadá, y de otros países. Y, por supuesto, que del Nuncio Apostólico y de la Conferencia Episcopal casi en pleno de Costa Rica.

Ahora sí contemos que se realizó en la ciudad de Cartago, Costa Rica, entre el 31 de enero y el 5 de febrero de este 2011, para destacar su ambiente. Ante todo hay que destacar la acogida del obispo de esta diócesis, Monseñor José Francisco Ulloa Rojas, de su presbiterio y un equipo de más de 600 voluntarios; de sus familias y las comunidades religiosas que alojaron a los visitantes, sin olvidar a las de San José que hicieron otro tanto, sobre todo durante los días de llegada y de partida; de las parroquias en las que hubo, mezclados los congresistas y los fieles, un momento comunitario de catequesis y otro de oración bíblica y eucarística; de las Hermanas Bethelemitas que abrieron las puertas de su Colegio del Sagrado Corazón de Jesús como sede. El Congreso se metió en esta sede de la milagrosa imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de Costa Rica, también a través de las celebraciones multitudinarias de apertura en la catedral y de clausura en la basílica, con peregrinación mariana incluida y, en su explanada, con una fiesta popular latinoamericana.  Esta proyección ad extra se vivió intensamente ad intra con el mismo ambiente de cercanía entre jerarquía y pueblo de Dios. Una fraternidad alegre se vivió durante toda la semana, prolongando el tono de la mañana del primer día, de inscripciones, que se convirtió en un colorido carnaval, donde se cruzaron los abrazos espontáneos con la pasarela de trajes e identificaciones típicas y la ubicación del material vocacional de las delegaciones con la espontánea entrega de los primeros regalos. Los cantos y los bailes, al son de instrumentos autóctonos, las consignas y los vivas se repitieron todos los días en los aperitivos del almuerzo, cuando las regiones de México y América Central, El Caribe, Las Antillas, los países bolivarianos, el Cono Sur y el Brasil emularon en obsequios, dulces, bocados salados y licores nacionales.

Pero no faltó el tono formal y serio: las inscripciones fueron limitadas y se canalizaron drásticamente a través de las Conferencias episcopales y del CELAM y la CLAR; la presencia en el aula principal se controló con el uso de la escarapela; la Presidencia coordinó colegialmente las sesiones y se hizo ayudar de la Comisión de Secretaría, conformada por el obispo responsable de la sección de pastoral vocacional del DEVYM, su Secretario Ejecutivo y el Secretario General de la CLAR; el trabajo comenzó con la aprobación en plenario del Reglamento; las comunicaciones y los avisos se transmitieron siempre a través del Secretario Ejecutivo del Departamento de Comunicación y Prensa del CELAM; tres sendas comisiones trabajaron de manera continua y hasta horas de la madrugada: la de actas, la de comunicaciones y la de redacción del documento final.

Más importante aún para la profundidad de las deliberaciones fue lo participativo de la metodología: focos temáticos para las celebraciones litúrgicas y animación de las mismas por delegaciones; ponencias seguidas de preguntas, resonancia y trabajos en grupos y sub-plenarios o recopilación de relatores; aprobación explícita del esquema del documento conclusivo sometido a la asamblea en dos ocasiones; solo dos ponentes magistrales, el doctor Helio Fallas, de Costa Rica, y el padre Amedeo Cencini, de Italia; 24 talleres de reflexión sobre los más diversos temas vocacionales, durante toda la mañana del viernes, bajo la coordinación especializada de obispos, presbíteros, diáconos, religiosos, consagrados seculares, laicos, padres de familia, profesionales, sicólogos, biblistas, pastoralistas, educadores, formadores… Todavía más importante para la calidad de la reflexión fue la temática, de macizo trasfondo bíblico, comenzando por el lema: “Maestro, en tu Palabra echaré las redes” (Lc 5, 5), y el consecuente tema: “llamados a lanzar las redes para alcanzar vida plena en Cristo”. Se persiguió este objetivo general: Fortalecer la cultura vocacional, para que los bautizados asuman su llamado de ser discípulos y misioneros de Cristo, en las circunstancias actuales de América Latina y El Caribe; y cinco objetivos específicos que pretendían: destacar los principales aspectos de la dinámica vocacional, examinar la cultura-conciencia vocacional de los bautizados, replantear la vocación bautismal como eje trasversal de toda la acción pastoral de la Iglesia, elaborar criterios y pistas concretas de animación y de itinerarios vocacionales. Hubo ponencias sobre la situación socio-cultural del Continente; la cultura, la espiritualidad y la pedagogía vocacionales; y reflexión en los talleres sobre teología e itinerarios vocacionales, la pastoral vocacional y los cambios en la realidad de las familias y de los jóvenes, la historia de la animación de las vocaciones, su relación con la post-modernidad, la situación socio-económica, la acción evangelizadora, la dimensión bíblica, la espiritualidad mariana, la comunicación y las nuevas tecnologías, la pastoral de conjunto, la formación inicial y permanente, la educación, la cultura vocacional y sus desafíos e implicaciones, las vocaciones específicas…

Se insistió en que este acontecimiento no era un hecho puntual sino parte de un proceso. Por eso se le relacionó, con una explícita memoria, además futurista, del I Congreso Continental que se tuvo hace 17 años en Itaicí, Brasil. Esta continuidad de caminante, que relacionó al de Cartago también, sobre todo a nivel del contenido y la dinámica vocacionales, con la V Conferencia General de Aparecida sobre el discipulado misionero y el Sínodo y la Exhortación Verbum Domini sobre la Palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia, no escondió las diferencias, lo que nos permite algunas anotaciones evaluativas: frente a la orientación doctrinal y vaticanista del primero, éste la tuvo experiencial y pastoral, latinoamericana y caribeña; aquel fue clerical, directivo y formal, éste más eclesial, participativo y espontáneo; en el de 1994, el contenido y los participantes acentuaban una pastoral vocacional centrada en los ministerios ordenados, en el de este año se habló de una Iglesia más “vocacionalizada”, con una notable presencia de laicos, de jóvenes, de los institutos seculares, de representantes de otras pastorales y se clausuró con la administración de los sacramentos de iniciación a algunos jóvenes; en esa época era impensable la armonía de ahora entre el CELAM y la CLAR; el de Itaicí se celebró en un recinto cerrado, aislado físicamente del mundo y de la Iglesia, el de Cartago por todos los rincones de la ciudad, con un desarrollo explícito en momentos y lugares distintos a los de la sede… ¡Pero este II Congreso Continental de Cartago habría sido imposible sin el de Itaicí!

Todo este contenido se compartirá en el Documento Final que hará llegar el CELAM oportunamente, con la realidad, la cultura, la cristología, la eclesiología, la espiritualidad, la pedagogía, la formación y la pastoral vocacional, tal como palpitaron en esta experiencia intensamente eclesial y esperanzadora. Esta intensidad tuvo mucho que ver con el espléndido mensaje enviado por Benedicto XVI, confirmativo de la más notable originalidad de este II Congreso Continental: el carácter vocacional de toda la Iglesia que se ha de enraizar en una cultura vocacional. VNC

Gabriel Naranjo Salazar, C.M.

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