Vida Consagrada en 2011: el deseo de seguir siendo testigos

(Julia García Monge – Secretaria General de Confer) Termina el año 2010 y sus últimos días son una invitación a la gratitud y a la esperanza. Nos preguntamos qué nos queda en el corazón de todo lo acontecido. Y, desde ahí, contemplo un año cargado de la bondad de Dios hacia la Vida Religiosa. Un año vivido en el seguimiento apasionado de Jesucristo y en el servicio por nuestros hermanos y hermanas.

Es lo que ha dado sentido, cada día, a la vida de tantos hombres y mujeres consagrados que transitan por las cunetas de la exclusión, por los campos de la increencia y del dolor, o por los no más fáciles de la educación y de la salud.

Sin ruidos, sin que apenas se note, con autenticidad y coherencia, los religiosos y religiosas hemos tratado de vivir al lado de los que sufren.

A lo largo del año, a algunos de nuestros hermanos y hermanas les llegaba un reconocimiento en sus ayuntamientos o en otras instituciones, pero las más de las veces el reconocimiento ha venido de aquellos a quienes es un atrevimiento mirar a los ojos porque nos desinstalan de nuestras seguridades.

La Vida Religiosa ha permanecido muy cerca de quienes están siendo duramente castigados por la crisis económica y se han quedado en paro.

Con sencillez, también con humor, sin eludir las preguntas que hoy se hacen a la Vida Religiosa, se ha tratado de responder con humildad y firmeza.

La Vida Religiosa es hoy muy consciente de sus dificultades, falta de vocaciones, pérdida de significatividad, edad elevada, pero también de sus fortalezas: “La comunidad religiosa enriquece a la Iglesia de la que es parte viva, antes de todo con su amor”, como acaba de decir el Papa.

Su fuerza no está en el número, en el prestigio de sus obras o en el reconocimiento social que la ha acompañado en otro tiempo. Su fuerza está en el seguimiento del Señor y en su entrega generosa a los preferidos de Jesús.

“Acabamos de celebrar nuestra XVII Asamblea General, y el Señor nos ha bendecido con el gozo de sentirnos unidos y la sabiduría de saber buscar y esperar la Esperanza para el mundo, Jesucristo: nacer de nuevo para una esperanza viva”, nos dice el P. Elías Royón en su mensaje de Navidad.

Nuestro deseo más profundo es seguir siendo testigos de la ternura y de la bondad de Dios, testigos de esperanza en este momento de tanta oscuridad.

Publicado en el nº 2.735 de Vida Nueva. Si es usted suscriptor, lea el artículo completo aquí.

Compartir