Comienza el Sínodo de Obispos para Oriente Medio

La comunión y la visibilidad, claves para que los cristianos “no pierdan la esperanza”

Alumnos de la Escuela del Patriarcado Latino de Jerusalén, en Reneh

(Antonio Pelayo– Roma) El domingo 10 de octubre, Benedicto XVI abrirá, con una solemne Eucaristía en la Basílica de San Pedro, la Asamblea Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, cuya clausura será el 24 de octubre. Una iniciativa que, estoy seguro, a no pocos les parecerá de menor importancia, pero que, en mi opinión, reviste un interés considerable para toda la Iglesia: están en juego el futuro y la seguridad de las primeras Iglesias cristianas de la historia, incluidas las que nacieron en Palestina después de Pentecostés.

Benedicto XVI anunció este acontecimiento singular el 19 de septiembre de 2009, en el curso de una reunión en el Vaticano con los patriarcas y arzobispos mayores de Oriente, indicando también el lema: La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio. “La multitud de los que se habían hecho creyentes tenían un solo corazón y una sola alma” (Hechos de los Apóstoles 4, 32). El anuncio suscitó los elogios unánimes de los patriarcas en comunión con el Obispo de Roma, es decir, los de Alejandría, Antioquía (siros, melquitas y maronitas), Jerusalén de los Latinos, Babilonia de los Caldeos, Cilicia de los Armenios y los arzobispos mayores de Kyiv-Halic en Ucrania, Ernakulam-Angamaly de los siro-malabares en India, Trivandrum de los siros-malankares y Fagaras y Alba-Julia de los rumanos. La sola enumeración de estos títulos ya da una idea de la complejidad de las situaciones y de los problemas que van a ser abordados por los padres sinodales.

Una Asamblea ‘especial’

Cuando en 1965 Pablo VI decidió reinstaurar la venerable institución sinodal, previó tres tipos de asambleas, ordinarias, extraordinarias y especiales, con composiciones y andaduras particulares. Pablo VI sólo convocó asambleas ordinarias (la primera, en 1967) y extraordinarias; mientras que Juan Pablo II recurrió a las especiales, como hizo en 1980, convocando en el Vaticano a los obispos holandeses (enero) para tratar de la crisis del catolicismo en su país, y a los ucranianos (marzo) para afrontar la difícil sucesión del cardenal Slipyj. En 1991 abrió la serie de asambleas especiales consagradas a los diversos continentes, en preparación del gran Jubileo del año 2000.

Benedicto XVI, por su parte, ha presidido la XI Asamblea General Ordinaria de 2005 sobre la Eucaristía, heredada de su predecesor; la XII Asamblea Ordinaria, sobre la Palabra de Dios, en 2008; y la II Especial para África, en 2009. De éstas dos últimas se está aún a la espera de la Exhortación Apostólica postsinodal.

Joseph Ratzinger ha preparado con minuciosidad, como es su costumbre, esta asamblea sinodal, cuya importancia ha ido creciendo en su sensibilidad, a raíz de los viajes apostólicos a Turquía (2006), Jordania, Israel y Palestina (2009) y la isla de Chipre (junio de 2010). Fue precisamente allí donde hizo público el Instrumentum laboris, el 6 de junio.

Ya en el avión que le conducía a Chipre, el Santo Padre explicaba algunos de los objetivos de este Sínodo: “El primer punto importante es que diversos obispos, jefes de Iglesias, se vean aquí, porque tenemos tantas Iglesias –diversos ritos están dispersos en tantos países– y con frecuencia aparecen aislados, tienen pocas informaciones los unos de los otros; verse juntos, encontrarse y así tomar conciencia los unos de los otros, de los problemas, de la diversidad y de las situaciones comunes, formar juntos un juicio sobre la situación, sobre el camino que hay que emprender. Esta comunión concreta de diálogo y de vida es el primer punto”.

“El segundo es también la visibilidad de estas Iglesias, es decir, que se vea en el mundo que existe una gran y antigua cristiandad de Oriente Medio que a veces no vemos, y que esta visibilidad nos ayuda a estarles cercanos, a profundizar en nuestro recíproco conocimiento y a aprender los unos de los otros, ayudarse, ayudar a los cristianos de Oriente Medio para que no pierdan la esperanza y para que permanezcan, aunque las situaciones puedan ser difíciles”.

Vigilia en el Santo Sepulcro de Jerusalén

Cualquiera que conozca un poco la realidad en esa zona sabe perfectamente que la situación de los cristianos es, en estos momentos, muy precaria en países como Egipto, Siria o Líbano, y francamente peligrosa en Irak, Egipto, Turquía e incluso en la misma Tierra Santa. Asesinatos, amenazas, extorsiones, presiones de todo tipo condicionan la vida de las comunidades cristianas, que con mucha frecuencia no tienen otra salida que la huida y el exilio. Lo recordaba muy recientemente el obispo de Alepo (Siria), Antoine Audo, que ha organizado un sistema de ayuda a los católicos caldeos que huyen de Bagdad y otras ciudades iraquíes y a los que sólo la Iglesia presta atención.

Papel internacional

Pero no sólo se trata de atender a los prófugos, sino de denunciar un estatus general que, como dijo el Papa, amenaza la vida de esas Iglesias. En el Instrumentum laboris se concluye, por ejemplo, lo siguiente: “La no resolución del conflicto palestino-israelí, el no respeto del derecho internacional, el egoísmo de las grandes potencias y la falta de respeto a los derechos humanos han desestabilizado el equilibrio de la región e impuesto a las poblaciones una violencia que corre el riesgo de arrojarles a la desesperación. La consecuencia de todo ello es la emigración de las poblaciones, concretamente de los cristianos”.

Uno de los temas que, sin duda, acaparará buena parte del diálogo sinodal será la evolución del islamismo contemporáneo, del que –siempre según el documento de trabajo– se dice: “El crecimiento del islam político, a partir de los años 70, es un fenómeno que crece y que repercute en la región y en la situación de los cristianos en el mundo árabe. (…) Las corrientes extremistas del mismo son una amenaza para todos, cristianos, judíos y musulmanes, y nosotros debemos afrontarla juntos”.

El Papa, como ya dijimos, regresó de Castel Gandolfo el 30 de septiembre. Antes de dejar su residencia veraniega habrá podido leer en L’Osservatore Romano un comentario de su secretario personal, Georg Gänswein, al recibir un premio por su libro Benedicto XVI urbi et orbi. Con el Papa en Roma y por los caminos del mundo: “El papa Benedicto no es igual a Juan Pablo II. Dios no ama las repeticiones ni las fotocopias. Sin embargo –y esto es lo edificante y singular–, Benedicto XVI se ha presentado al mundo como el primer devoto de su predecesor; es un acto de gran humildad y que suscita una conmovida admiración. Juan Pablo II ha sido el pontífice de las grandes imágenes, de la potencia inmediatamente evocadora. Benedicto XVI es el papa de la palabra, de la fuerza de la palabra; es un teólogo más que un hombre de grandes gestos, un hombre que habla de Dios”.

Interrogatorio a los dirigentes del IOR

El último día de septiembre, los dos dirigentes del Instituto para las Obras de Religión (IOR) se sometieron al interrogatorio de los fiscales de Roma sobre las irregularidades cometidas por el ‘banco vaticano’ en el manejo de unas cantidades (23 millones de euros) cuyo tránsito por el banco italiano Credito Artigiano pareció en su día sospechoso al Banco de Italia. En todo caso, no se habían respetado algunas normas que pretenden evitar el blanqueo y la evasión de capitales.

Tanto el presidente, Ettore Gotti Tedeschi, como el director general, Paolo Cipriani, insistieron en que se trataba únicamente de un “malentendido” y reiteraron la disponibilidad de su entidad a someterse a cuanto exijan las normas europeas en la materia. Según alguna prensa italiana, sigue sin llegar a manos de la Justicia la documentación que acredite la buena fe de los banqueros vaticanos.

Por último, el delegado pontificio para la Legión de Cristo, Velasio de Paolis, ha nombrado al arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, visitador apostólico del Regnum Christi (la rama laica de los legionarios). Además, ha designado a cuatro consejeros que le ayudarán en su tarea de revisar y redefinir la congregación tras el escándalo del fundador Maciel: el obispo Brian Farrel y los sacerdotes Agostino Montan, Mario Marchesi y Gianfranco Ghirlanda.

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“NO CEDÁIS A LAS SUGESTIONES DE LA MAFIA”


El 3 de octubre, Benedicto XVI visitó Palermo (Sicilia), con motivo de la reunión eclesial regional de las familias y los jóvenes. En la Misa celebrada en el Foro Itálico, ante 200.000 personas, tuvo palabras de “fuerte aliento” para aquéllos que viven “su existencia en condiciones de precariedad, a causa de la falta de trabajo, de la incertidumbre por el futuro, del sufrimiento físico y moral y (…) a causa del crimen organizado”. Insistió en ello por la tarde, cuando se dirigió a los jóvenes (unos 30.000 allí congregados), a los que exhortó: “No cedáis a las sugestiones de la mafia, que es un camino de muerte, incompatible con el Evangelio”. En un muy significativo gesto, el Papa se detuvo en su camino al aeropuerto para rezar en el lugar donde fue asesinado el juez Giovanni Falcone en 1992 y allí recordó a todas las víctimas de la mafia.

apelayo@vidanueva.es

En el nº 2.724 de Vida Nueva.

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