Stephen Hawking contra Dios

Periodistas, teólogos y científicos rechazan la obsesión del astrofísico con negar al Creador

(Juan Carlos Rodríguez) El astrofísico Stephen Hawking, junto a su colega Leonard Mlodinowen, ha escrito el último epílogo del debate entre ciencia y Dios. Lo ha hecho en The Grand Design (Bantam Dell), que salió a la venta el pasado 9 de septiembre en Gran Bretaña. Libro publicado, y no casualmente, ante la visita de Benedicto XVI, bajo la sombra de Bertrand Russell. En sus páginas, Hawking vuelve a obsesionarse con la negación de Dios como origen del universo y afirma: “Ya no es necesario invocar a Dios como la figura que apretó el botón que puso en marcha el mundo”.

Y ello porque el catedrático emérito de Cambridge se reafirma en su nuevo libro, que se podría traducir como El magnífico diseño, en una idea que lleva años defendiendo por medio mundo y que viene a compendiar la llamada “teoría M” o “teoría del todo”, en la que la comunidad científica trabaja desde los tiempos de Albert Einstein: “Dado que existe una ley como la de la gravedad, es posible afirmar que el universo se pudo crear y fue creado de la nada. La creación espontánea es, ni más ni menos, la razón por la que hay algo en vez de no haber nada, por la que el universo existe, por la que nosotros existimos”.

Es la que quiere ser la explicación definitiva de las propiedades de la naturaleza y el funcionamiento del mundo. Argumento que, en cualquier caso, ha sido recibido por el materialismo ateo como “el golpe de gracia” al Dios creador. Por ejemplo, por el zoólogo Richard Dawkins, autor de El espejismo de Dios (Espasa): “El darwinismo expulsó a Dios de la biología, pero en la física persistió la incertidumbre. Ahora, sin embargo, Hawking le ha asestado el golpe de gracia”. El oleaje ateo, sin embargo, está siendo frenado y respondido por un amplio número de autores, desde periodistas a teólogos, y, por supuesto, también científicos, a la vez que trae a colación libros ineludibles en los que ya se demuestra que ciencia y Dios no son incompatibles.

Incontables reacciones

Primero, algunas de las incontables reacciones. Por ejemplo, la de la periodista Isabel Urrutia: “Dios, en pleno siglo XXI, sigue dando mucho juego a la hora de vender libros. Ver para creer”. Otra, del escritor Manuel Lozano Leyva, no precisamente desde un punto de vista católico: “Siempre me anima que un científico de la talla de Hawking muestre públicamente su agnosticismo, pero que en esta ocasión lo haga apoyándose en las ‘teorías M’ y una de sus hipotéticas consecuencias, la existencia de infinidad de universos, me parece pobre cuando no contradictorio”. En esa contradicción entra Juan Antonio Herreros Brazas, profesor de Ética Social en el departamento de Estudios de Religión de la Universidad California State: “Hawking hace la afirmación de que el universo ‘se creó a sí mismo de la nada’, por generación espontánea. Es el ateísmo llevado al límite de la desesperación. No es un argumento científico propiamente dicho, sino un posicionamiento ideológico”. Rafael Padilla, lo mismo: “Más allá del regocijo del ateísmo militante, de los millones de ejemplares que logrará vender y del espectáculo mediático que propicia, presenta graves objeciones. La primera y principal, la de su dudoso carácter estrictamente científico”. Desde el punto de vista teológico, el padre Rubén Tejedor Montón insiste en este argumento: “Hawking comete, una vez más, un error de bulto que hace que sus teorías se tambaleen. Y es que la existencia de Dios es un tema intratable científicamente”.

Por eso también han hablado físicos, como César Nombela, ex presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas: “La ciencia puede explicar muchas preguntas propias de su competencia, pero probar la existencia de Dios es otro terreno“. Como científico y creyente, Nombela reconoce “aplicar la ciencia en todas las situaciones racionales; pero no es irracional creer que existe un creador que dio lugar a las mismas leyes de la naturaleza y que da respuesta a las preguntas de la existencia humana“. Otros científicos, como Nicolás Jouve, catedrático de Genética en la Universidad de Alcalá de Henares, responden que “el ser humano tiene que resolver sus preguntas. La existencia de Dios es un tema ‘intratable’ científicamente”. Jorge Wagensberg, profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Universidad de Barcelona, añade que “la no necesidad de Dios es una hipótesis, ¡no una tesis!”. Si acaso, Daniel Arteaga, doctor en Física Teórica por la Universidad de Barcelona, recuerda que “como cualquier ser humano, nosotros también nos planteamos las grandes preguntas sobre la existencia… Y, claro, hay de todo. Tengo compañeros profundamente creyentes, otros son como yo y hay muchos ateos”.

Y es que la ciencia sí cree en Dios. Ahí están, por ejemplo, libros recientes para probarlo, como Los científicos y Dios (Trotta), con el que Antonio Fernández-Rañada, catedrático de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Real Sociedad Española de Física, prueba “la falsedad del estereotipo de que los científicos se oponen necesaria y radicalmente a la experiencia religiosa”. Otro ejemplo es el filósofo José Ramón Ayllón con su Dios y los náufragos (La Esfera de los Libros), en el que afirma: “Conocemos científicos que han negado la existencia de Dios desde los primeros balbuceos de la ciencia, en tiempos de Pericles. Sin embargo, son mayoría los que vislumbran a Dios a través de la grandiosidad del universo en su conjunto y de la complejidad de una célula viva o un átomo”.

Del ateísmo a la fe

Referente incuestionable del estado de la cuestión es, por ejemplo, en antagonismo con Hawking, el testimonio de Francis S. Collins en ¿Cómo habla Dios? La evidencia científica de la fe (Temas de Hoy), en el que el líder durante más de una década del Proyecto Genoma Humano, se descuelga con un argumento precisamente contrario: el tránsito del ateísmo a la fe, guiado de la mano de la razón y el progreso científico.

Francisco Soler Gil ha repasado la amplitud del debate en Dios y las cosmologías modernas (BAC) y en Dios y la materia (Áltera), en el que afirma: “Es un hecho indiscutible que el pensamiento materialista se encuentra actualmente muy extendido entre la población semiculta que nutre las universidades occidentales. Pero convendría no perder de vista este otro hecho: la mayor parte de los fundadores de la ciencia moderna, no sólo fueron cristianos, sino que fueron personas con un interés por la religión llamativamente superior al de la media de su época”. No es necesario nombrar a Newton, Einstein, Maxwell, Planck, Schrödinger o, injustamente olvidado, al sacerdote y físico belga Georges Lemaître, padre de la teoría del Big Bang. Si acaso, sí que tenemos que volver a Soler Gil, autor también de un texto ineludible: Lo divino y lo humano en el universo de Stephen Hawking (Ediciones Cristiandad), en el que analiza Historia del Tiempo (Crítica), el libro que hizo famoso a Hawking y que, en gran medida, “es un libro sobre Dios”. De él dice Soler Gil: “Contiene pasajes que incitan a pensar que su universo pone en entredicho la idea del cosmos como creación. ‘La ciencia –nos dice Hawking– no deja mucho espacio a Dios’”.

jcrodriguez@vidanueva.es

En el nº 2.721 de Vida Nueva.

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