La Iglesia mexicana llama a trabajar por un 2010 en paz

La muerte en diciembre de un capo del narcotráfico cerró uno de los años más violentos para el país

Violencia-México(Pablo Romo Cedano– México DF) México cerró 2009 evaluando el alcance que para su futuro tendrá una de las últimas noticias que deparó el año recién concluido: el 16 de diciembre, Arturo Beltrán Leyva, uno de los hombres más buscados por los distintos cuerpos de policía, fue abatido a tiros por miembros de la Marina Armada en un enfrentamiento que duró varias horas en Cuernavaca, unos 80 kilómetros al sur de la Ciudad de México. Con el capo murieron también su lugarteniente y otros cuatro sicarios. Días después, su hermano Carlos fue detenido por la Policía Federal al norte del país. Se ponía fin, así, a la escisión más importante del cártel de Sinaloa (el principal del país), comandada por el ‘Chapo’ Guzmán.

Pero, ¿qué hacía la Marina tan tierra adentro, cuando la costa más cercana está a cientos de kilómetros?, se pregunta la gente en México. Según la versión oficial, mandos militares y jefes de policía vigilaban a Arturo Beltrán, alias ‘El Barbas’ o también conocido como el ‘Jefe de jefes’, y la Marina le seguía la pista desde hacía tiempo. Dos días antes de su muerte, estuvo a punto de ser detenido en una “narco-fiesta”, pero una llamada le advirtió del operativo minutos antes de que llegaran los marinos.

En la captura de ‘El Barbas’ fue abatido el marino Melquisedec Angulo Córdova, quien recibió un homenaje póstumo encabezado por el presidente de la República. Pocas horas después de este acto, todos sus familiares (madre, tía, hermana y dos hermanos) fueron ejecutados en su casa en respuesta desafiante a las autoridades por parte de la banda del ‘Jefe de jefes’. Y es que la caída de ‘El Barbas’ y la detención de su hermano significan el descabezamiento de un importante grupo criminal y un triunfo militar parcial en la “guerra contra el crimen organizado”, pero no el fin definitivo de la misma en México, como reconoce Eduardo Buscaglia, experto internacional en seguridad pública.

Si bien el Episcopado se ha pronunciado favorablemente por el operativo que puso fin al cártel de los Beltrán Leyva, lo ha hecho con cautela, pues hay muchos interrogantes que salvar en el caso, como el hecho de que el capo haya muerto en combate, cuando en general ellos prefieren ser detenidos y después escapar –como el propio ‘Chapo’ Guzmán lo hiciera en el año 2000– o purgar pequeñas condenas en celdas lujosas.

Los obispos sí insisten en el hecho de que es preciso acabar de raíz con el problema, y no sólo militarizar el país. Así, en el contexto de las declaraciones que se han suscitado, el presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), Carlos Aguiar Retes, advirtió que la esencia de la criminalidad son la pobreza, la marginación y la exclusión social, que empujan a miles de niños y jóvenes a buscar en la calle lo que no encuentran en casa. “Son los valores cristianos –recordó– los que alejan a la juventud de la tentación del dinero fácil y el crimen”.

Incertidumbre

Violencia-México-2México inicia este nuevo año 2010 en medio de la incertidumbre por el aumento de la criminalidad, la violencia social y la carestía. El 2009 terminó con más de 7.700 asesinatos oficialmente reconocidos, que significan un incremento muy notable con respecto a años anteriores. De ahí que las palabras del obispo de Mazatlán (Sinaloa), Mario Espinosa Contreras, cobren todo su sentido, cuando en su saludo de año nuevo sostiene que “la paz peligra porque al hombre de hoy se le ha infundido miedo, especialmente no se le reconoce aquello que le es debido en cuanto hombre, cuando no se respeta su dignidad y cuando la convivencia no está orientada hacia el bien común”. El prelado habla con conocimiento desde uno de los centros de operaciones más importantes del cártel de Sinaloa, por eso sabe que, “ante las situaciones que actualmente estamos viviendo y enfrentando, especialmente la inseguridad y la violencia en todas sus manifestaciones, muchos de nosotros nos encontramos temerosos, porque se pone en peligro lo más sagrado y rico que tenemos, nuestra dignidad humana en sus diversas manifestaciones, sobre todo en su valor irrenunciable e inalienable de la vida”.

Sinaloa es uno de los estados donde más asesinatos se han registrado durante  2009. Por citar un caso conocido y reciente, el 23 de diciembre, el crimen organizado asesinó al secretario estatal de Turismo, Antonio Ibarra Salgado, y a su escolta, a la salida de un restaurante.

Sin embargo, el estado que rompió todos las marcas fue Chihuahua, donde se registraron 2.658 muertes en 2009, incluidas los de cuatro militares, 32 estadounidenses, 60 policías, 125 menores y 164 mujeres, además de los 23 decapitados y 168 enviados a la fosa común, sin que nadie los reclamara. Consternados con estas cifras y con la realidad sufriente de su Estado, sus pastores (José Fernández Arteaga, arzobispo de Chihuahua; Renato Ascencio León, obispo de Ciudad Juárez; José Andrés Corral Arredondo, obispo de Parral; Gerardo de Jesús Rojas López, obispo de Nuevo Casas Grandes; Juan Guillermo López Soto, obispo de Cuauhtémoc-Madera; y Rafael Sandoval Sandoval, M.N.M., obispo de Tarahumara), uniendo sus voces a una, exhortan al fin de la guerra y a la reconciliación. Reconocen “las tristezas y las angustias que sufre nuestro pueblo, a causa de los hechos violentos que han venido sucediendo en estos últimos tiempos”, y llaman a “los hombres y mujeres de todas clases sociales y credos a reconciliarse con su corazón, con los hermanos y con Dios”.

Ante tanta desolación, los prelados de Chihuahua miran con dolor “el llanto de tantas personas y de familias enteras”. “Como bien sabemos –se lamentan–, un cúmulo de sufrimiento y de muerte nos invade. Las cifras hablan por sí mismas”. Y, en su carta de saludo de año nuevo, describen esta realidad en términos teológicos como “situación de pecado”, porque “se opone al Proyecto de Dios, destruye lo más sagrado: la vida humana, descompone a la sociedad y se manifiesta en la violencia con sus mil rostros”. Su mensaje concluye elogiando “también, la fe y fortaleza de nuestro noble pueblo de Chihuahua, que quiere vivir en paz, que exige justicia como garantía para que esa paz sea posible, y que anhela y trabaja por un mundo más fraterno”.

 

UNA HISTORIA DE TANTAS

Cartel-Arturo-BeltránLa historia de Arturo Beltrán y sus hermanos Mario Alberto, Carlos, Alfredo y Héctor se inició como la de muchos otros mexicanos que viven en la pobreza y sin instrucción escolar. Su única oportunidad de salir adelante era cultivar droga en sus tierras o marcharse al extranjero; y ellos decidieron lo primero. Así, los hermanos Beltrán Leyva trabajaron duro cultivando marihuana, que vendían a los capos locales de Sinaloa. Después se unieron a las fuerzas del ‘Chapo’ Guzmán, con quien trabajaron muchos años, hasta que fue detenido Osiel Cárdenas, capo competidor del cártel del Golfo, al otro extremo del país.

El cártel de Sinaloa decidió entonces expandir su territorio, y el ‘Chapo’ envió a los Beltrán Leyva para conquistarlo. Sin embargo, ante la “plaza vacía” y con un territorio nuevo ante sí, los hermanos rompieron con el ‘Chapo’ y se hicieron con buena parte del territorio del cártel del Golfo, también conocido como el grupo de los ‘Zetas’. Especialistas en el tema señalan que esta disidencia empujó al Gobierno Federal a intervenir para combatirla, pues, presuntamente, sectores importantes de la economía del país y muchos políticos están ligados con el Chapo Guzmán, considerado hoy por la revista Forbes como una de las grandes fortunas del mundo.

promo@vidanueva.es

En el nº 2.690 de Vida Nueva.

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