Iglesia y Estado, a los 20 años de la caída del Muro de Berlín

Aniversario-caída-muro(M. Gómez) Del 1 al 4 de octubre, en París, ha tenido lugar la Asamblea Plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), centrada, entre otros temas –incluida una recepción con el presidente francés, Nicolás Sarkozy–, en la situación de la Iglesia católica en el complejo mapa europeo, veinte años después de la caída del Muro de Berlín. Así, se han conocido los detalles de un informe que analiza las variadas modalidades del reconocimiento jurídico del que goza la Iglesia en los distintos países europeos. Una de las conclusiones, informa la agencia italiana SIR, es: “También allí donde la Iglesia está reconocida, no siempre el estatus que se le da es adecuado a su naturaleza efectiva y a todas las exigencias que se derivan de ello”.

La investigación da cuenta de los distintos sistemas de financiación para la Iglesia en Europa: desde la ‘tasa eclesiástica’ de Alemania y la mayor parte de los cantones suizos, al depósito por parte del Estado de cantidades más o menos importantes (como en Croacia o Eslovaquia). El sistema que reconoce al contribuyente la facultad para destinar a la Iglesia un porcentaje de sus impuestos es el que funciona en España, Italia, Hungría y Lituania.

El estudio registra también el grado de aprecio en cada país hacia las intervenciones de la Iglesia en materias “socialmente relevantes”. En algunos países –se lee en el resumen– estas acciones “son apreciadas o comúnmente tenidas en consideración, como en Alemania, Francia, Lituania, Albania y Grecia. En otros Estados, sin embargo, no obtienen ninguna atención (Bosnia y Eslovenia), o bien, sobre todo cuando contrastan con la mentalidad dominante, suscitan decidida hostilidad, como revelan los obispos austríacos y checos, e incluso son ridiculizadas en los medios de comunicación, como lamentan los obispos suizos”. Inglaterra, Moldavia, Polonia y Portugal matizan: “Mientras que las declaraciones en asuntos de sexualidad, familia o bioética, cuando no son completamente ignorados, suscitan reacciones negativas, las relativas a problemas sociales como los derechos humanos, la solidaridad o el desarrollo son apreciadas y valoradas”.

Veinte años después de la caída del Muro, los obispos constatan que “aquel formidable impulso europeo con fuertes connotaciones éticas se ha debilitado mucho. La alta tasa de abstención en las últimas elecciones parlamentarias europeas es un signo revelador”. El consumismo y un mercado deshumanizado, el individualismo, el relativismo ético o la actual crisis son algunos de los factores que influyen en este debilitamiento. Lejos del pesimismo, en el mensaje final de la Plenaria se pide “confianza”: “La construcción de Europa realmente es una aventura que merece la pena vivir. (…) No es el momento de ralentizar el paso o de sentarse al borde del camino”.

En el nº 2.678 de Vida Nueva.

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