Treinta sueños se cumplieron a la vez en la Ciudad Eterna

Un grupo de discapacitados de Cáceres viajó a roma para conocer al Papa

mensajeros-paz(Texto y fotos: Miguel Ángel Malavia) No abrió las portadas de ningún periódico, pero hace unas semanas ocurrió una gran noticia en Roma. Treinta discapacitados, pertenecientes a dos centros de Extremadura (en las localidades cacereñas de Nuño Moral y Moraleja), vivieron la aventura de sus vidas y cumplieron sus sueños más escondidos, aquéllos que parecían imposibles.

mensajeros-paz-2Todo empezó meses atrás en ambas instituciones dirigidas por Mensajeros de la Paz. Un día, los “chicos” (llamados así cariñosamente por sus monitores, pese a que su media de edad está entre los 50-60 años), a través de su propio comité de usuarios, trasladaron una serie de peticiones a los responsables. Entre ellas, figuraban algunas como conocer al campeón español de F-1 Fernando Alonso, al Príncipe Felipe… o viajar a Roma a ver al Papa. Ésta última llamó la atención de los rectores del centro, quienes no tardaron en comentársela al Padre Ángel, fundador de la ONG. La respuesta fue clara: “Merece la pena”. Ejemplo de que lo merecía fue el decálogo de sueños a cumplir que todos los que iban a ir a Roma (treinta, acompañados de cerca de una decena de monitores y otros miembros de la asociación) escribieron antes del viaje: “Montar en avión, salir por primera vez de España, comer pasta  italiana, tomar el mejor helado del mundo y ver al Papa en Roma acompañados del Padre Ángel”. Todos esos sueños se cumplieron. 

De lo “normal” a lo increíble

mensajeros-paz-3Y es que lo que para la mayoría parece lo ordinario, para otros, con una experiencia y una sensibilidad diferente, es lo increíble. Algo de eso se pudo ver cuando, llegado el día de partir, sus caras de ilusión desbordante eran ostensibles para todos en la madrileña T-4 de Barajas. Justo antes de embarcar, se apilaron junto a los ventanales ensimismados ante la vista del “pajarraco” en el que iban a montar. Algo parecido sucedía con los monitores –Mercedes, Antonio, Manuel, Agapio, Desirée, las tres Beas…- Más acostumbrados la mayoría a cosas “normales”, como viajar o coger un avión, sentían que esta vez era distinto; que no embarcaban en un viaje, sino en una aventura, en una experiencia vital de las que hacen sentirse más humano. 

A pesar de que todos ellos  son profesionales cualificados contratados en los respectivos centros, tanto en el día a día de su trabajo con los chicos como en el sueño romano, mostraron su implicación en lo que conciben como algo más que una ocupación laboral. Agapio, que lleva en su centro desde que se abrió hace quince años, es claro a la hora de significar lo que los chicos le aportan: “Puede parecer increíble, pero no exagero si digo que estar con los chavales es una de las mejores cosas que pasan en mi vida. Y ahora, venir con ellos a Roma… es impresionante. No ya por la ciudad en sí, sino por formar parte de lo que ellos van a vivir aquí. Ver sus caras resplandecientes, su ilusión, su bondad… hace que disfrutes el doble. Muchos piensan que es incómodo trabajar donde lo hago. Y es cierto que es difícil, para quien no sepa entenderlos. Quien vea en ellos, no a discapacitados, sino a gente sensible, cariñosa y agradecida, verá que es muy fácil. Comprobará que aprendes de verdad, que ellos te enseñan cosas que son esenciales en la vida. Yo así lo he hecho, y me siento muy afortunado por ello”. 

mensajeros-paz-4Y eso no era algo que únicamente sintieran los monitores. En Roma también estuvieron, como voluntarias, Rosa e Isabel -por cierto, tía y madre del torero José Tomás-. Ellas, no habituadas al trabajo diario en los centros, se involucraron como los demás en la dinámica de risas y cariño de la que era tan difícil estar al margen. Así, también comprobaron que estos “chicos”, lejos de ser conflictivos, son maestros en evidenciar lo sencilla que a veces puede ser la rutina propia de la vida diaria. Con una sonrisa y nada de maldad dentro, todo es más fácil.  

Algo de esto también se pudo apreciar en una de las primeras acciones en Roma: una celebración especial en un sitio privilegiado. Se trató de una Eucaristía presidida por Fernando Filloni, sustituto en la Secretaría de Estado vaticana (nº 3 en la jerarquía eclesiástica), en el subsuelo de la Basílica de San Pedro, ante la tumba del apóstol. En una entrañable homilía, Filloni se cuestionó sobre el significado del amor: “¿Qué es el amor? Se pueden dar muchas definiciones, pero cuando se tiene de verdad una experiencia de amor, cuando se siente, no se necesita ningún concepto”. Así, les animó a ser testimonios vivos de amor, paz y fe. La celebración culminó con la recepción del sacramento de la Eucaristía por parte de la gran mayoría de los “chicos”. El silencio que siguió fue el del recogimiento y el respeto. 

mensajeros-paz-5Pero el sueño principal estaba por llegar. Fue en la audiencia que Benedicto XVI preside todos los miércoles en la Plaza de San Pedro. Ante un auditorio internacional repleto de banderas y cánticos, ellos pudieron disfrutar de una vista única: justo al lado derecho del altar, junto al Papa. El momento en el que éste saludó “al grupo de discapacitados de Mensajeros de la Paz”, todos ellos saltaron alborozados y comenzaron a gritar, al unísono, “¡Viva el Papa!”. 

La cena en lo que era la última noche significó el punto culminante y más emotivo de la aventura. Regalos, discursos improvisados, lágrimas y repetición constante de las palabras que más salieron de sus bocas: “Gracias, gracias, gracias”. El Padre Ángel resumió lo que para él había significado el viaje: “Han sido unos días preciosos de encuentro. Filloni os preguntó por el amor. Pero vosotros lo sabéis mejor que nadie, porque vosotros sois amor”. Ya en Madrid, la despedida así lo reflejaría. Más besos, más abrazos, más gestos de bondad pura y los últimos “gracias, gracias, gracias” de unos entrañables chicos que representan la satisfacción de treinta sueños cumplidos.

Anécdotas para enmarcar 

mensajeros-paz-6Y como no podía ser menos, la aventura romana dejó todo tipo de anécdotas imborrables. Como cuando en pleno paseo por los Jardines Vaticanos, Pedro saltó al césped y arrancó una ramillete de flores para regalárselo a Bea, una de las monitoras, con la sonrisa más ingenua. O cuando las parejas de novios, Antonio y María Jesús, y Máximo e Isabel, no se separaban en ningún momento, frente a los que iban con la intención de encontrar su media naranja en la antigua Roma imperial. O cuando Ismael se presentó en la audiencia papal en la Plaza de San Pedro vestido con un traje de monaguillo confeccionado para la ocasión por las vecinas de su pueblo (su cara exultante al ver al Papa de cerca decía todo de un chico que arrasó con todas las cruces y estampitas de las tiendas de recuerdos vaticanas). O cuando Nines se puso a cantar por ‘soleares’ ante la actuación improvisada de unos acordeonistas mientras todos comían en un restaurante. O cuando en las grutas vaticanas todos quisieron ver la tumba de Juan Pablo II, y Antonio, ciego, recibió el permiso de los vigilantes para poder postrarse ante la lápida y acariciarla con sus dedos… y así “ver” al Papa. O cuando…

En el nº 2.666 de Vida Nueva.

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