Decir ‘no’ a la droga debe ir acompañado de un ‘sí’ a la vida

Los sacerdotes que trabajan en las ‘villas de emergencia’ de Buenos Aires se pronuncian sobre el tema

villa-de-emergencia(Washington Uranga– Buenos Aires) La droga, su consumo y comercialización, es una preocupación creciente en la Iglesia católica argentina. Justicia y Paz viene planteando el tema desde hace cierto tiempo, y el cardenal de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, volvió sobre él en Semana Santa. Pero mayor énfasis y gran repercusión ha tenido la respuesta de un grupo de sacerdotes que trabajan en las llamadas ‘villas de emergencia’ de Buenos Aires (asentamientos urbanos informales conformados por viviendas precarias) a la propuesta de despenalizar el consumo personal de drogas, al denunciar que ya “está despenalizada de hecho” en dichos lugares, donde se instaló “con más fuerza desde el 2001”. Según ellos, “se la puede tener, llevar, consumir, sin ser prácticamente molestado”. 

Su denuncia apunta también que las principales víctimas son los niños y jóvenes, porque, “habitualmente, ni la fuerza pública, ni ningún organismo que represente al Estado se mete en la vida de estos chicos que tienen veneno en sus manos”. Pero los sacerdotes se quejan, además, de que cierta “prensa amarilla” hace responsable “a la villa del problema de la droga y la delincuencia”, cuando “el problema no es la villa, sino el narcotráfico”. “La mayoría de los que se enriquecen con el narcotráfico -aseguran- no viven en las villas, en estos barrios donde se corta la luz, donde una ambulancia tarda en entrar, donde es común ver cloacas rebalsadas”. Un espacio que, por otra parte, “resulta funcional” a quienes operan con drogas, porque actúa como “zona liberada”, donde no rige el Estado de derecho y las autoridades encargadas de preservarlo se desentienden de la situación, dejando vía libre a la delincuencia.

La vida para los jóvenes de nuestros barrios se fue tornando cada vez más difícil hasta convertirse en las primeras víctimas de esta despenalización de hecho. Miles, arruinados en su mente y en su espíritu, se convencieron de que no hay posibilidades para ellos en la sociedad”, se lamentan los sacerdotes.

El documento vincula el problema de la droga con la delincuencia juvenil, el tráfico de armas y la destrucción de vidas jóvenes y de familias enteras, el hambre de los niños, “que da lugar a adolescentes débiles física y mentalmente”, y “con madres y padres angustiados sin trabajo o changas mal remuneradas, a los que les resulta más difícil entusiasmar a sus hijos con actividades en clubes y cursos o cualquier otra forma positiva de ocupar el tiempo, ya que no cuentan con el apoyo y el dinero necesario”. Así, “se generan situaciones infrahumanas, aprovechadas, a su vez, por los gananciosos distribuidores de droga”.

Tareas de prevención

Frente a la propuesta de despenalización del consumo que se adelanta en ámbitos oficiales, los sacerdotes aseguran que, más que medidas burocráticas o legales, hay que realizar tareas de prevención a medio y largo plazo. “No hay que ser ingenuos, la tríada hambre-criminalidad-droga es demasiado fuerte”, advierten. “Frente a esta dramática situación -añaden-, tenemos que tomar conciencia de que hay que realizar un trabajo de prevención sistemático y a largo plazo. Nos parece que se trata principalmente de crear ámbitos de contención y escucha de nuestros niños, adolescentes y jóvenes -en este sentido no es menor todo lo que se haga para fortalecer a sus familias-. Ámbitos de recreación y de construcción de un proyecto real para su vida. La verdad es que se logra poco con el ‘no’ a la droga sin un fuerte ‘sí’ a la vida”.

Para los sacerdotes, el centro del problema tiene que ver con “demostrar que la vida tiene sentido”. Porque “muy unido al tema del consumo de droga, tal vez como una de sus grandes causales, está la falta de sentido, de un horizonte hacia el cual caminar”. Para ello, proponen acercarse a los chicos y a los jóvenes, mediante una “pedagogía del acompañamiento” y “adaptarse a la realidad de los más pobres”. En esta línea, “hay que poner el centro de nuestro esfuerzo en adaptar nuestros programas e instituciones a la realidad, y no la realidad a ellos; creando ámbitos que rompan las cadenas invisibles que esclavizan a nuestros adolescentes y jóvenes”. Al mismo tiempo, los “sacerdotes villeros” piden que se estudien los caminos de reinserción de quienes han caído en la droga y de quienes han delinquido a causa de ello. “Éste -subrayan- también es un trabajo de prevención”.

Aunque el pronunciamiento sacerdotal tuvo gran acogida en los medios de comunicación, no despertó mayor reacción ni en las autoridades gubernamentales ni en los organismos especializados de la capital ni del Gobierno nacional.

wuranga@vidanueva.es

En el nº 2.658 de Vida Nueva.

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