Chema Caballero: “Los niños-soldado se pueden rehabilitar”

Misionero javeriano en Sierra Leona

chema-caballero(Victoria Lara- Foto: DYES) Suluku es un niño que vive en Sierra Leona y cuya infancia se ve marcada cuando es secuestrado por los rebeldes del RUF, entrenado para la guerra y obligado a matar. Su nombre es ficticio, pero el relato de su experiencia está construido partiendo de historias reales, las que muchos ex menores-soldado han contado al javeriano Chema Caballero desde 1999, año en el que el misionero extremeño empezó a trabajar en un programa para lograr la rehabilitación y reinserción de estos niños en la zona de Tonko Limba. Como casi todos los cuentos, éste también tiene un final feliz: el pequeño ingresa en un centro y consigue rehabilitarse, regresar a su aldea y rehacer su vida.

Suluku, la historia de un niño soldado en Sierra Leona (Fundación “la Caixa”) es un relato escrito por el propio Caballero y dirigido al público infantil y juvenil, con el que el religioso pretende transmitirles dos mensajes fundamentales: “El primero de ellos es la brutalidad que supone robar a un niño su infancia secuestrándolo y convirtiéndolo en una máquina de matar. Hay que luchar contra ello y evitar que se siga produciendo. El segundo mensaje es que, a pesar de todo lo que han vivido estos niños, se pueden rehabilitar”. Él habla con conocimiento de causa, pues lleva una década trabajando con chavales que han luchado como soldados.

El deporte

“En el año 2002 acabó la guerra en el país y muchos de esos niños, la mayoría, se han rehabilitado, han vuelto con sus familias, han vuelto al colegio, tienen un oficio, algunos de ellos ya están casados y tienen su familia…”. Cree en la importancia de transmitir esta experiencia a los jóvenes españoles, porque ellos mismos pueden “luchar contra esto y pedir responsabilidad a nuestros gobiernos, a todos aquellos que apoyan el tráfico de armas, y protestar contra la hipocresía de la política internacional que nunca sanciona a los países que utilizan a los menores como soldados”.

Una de las “armas” que los javerianos están utilizando para rehacer la vida de estos niños es el deporte. Se están creando escuelas de fútbol donde se reúnen chicos y chicas que fueron combatientes, con los que fueron sus víctimas. “El deporte se utiliza como una excusa y se les atrae, se habla con ellos, se les ayuda, se les dan charlas, se les anima a volver al colegio y, sobre todo, se construye la paz en el país”, explica Chema.

Enmarcado en este proyecto, y gracias a la Fundación Real Madrid, un grupo de unos 13 menores que están en estas escuelas deportivas, ha pasado unos días de vacaciones en España. Entre otras cosas, han podido ver el estadio Santiago Bernabéu, han presenciado un entrenamiento del equipo merengue y han podido saludar a sus jugadores. “Esto es un premio para aquellos que más se han esforzado dentro del programa”, añade Caballero.

Quienes quieran conocer la historia de Suluku y la de otros niños-soldado podrán asistir a las charlas que Chema Caballero ofrecerá en Caixaforum Madrid el martes 5 de mayo y, un día después, en Caixaforum Barcelona.

El misionero trabaja en este este país africano desde 1992 y ha creado una ONG: Desarrollo y Educación en Sierra Leona. Se está haciendo una gran labor, pero Chema asegura que hace falta algo más: “Hace un año había mucha más esperanza entre los jóvenes, porque había habido un cambio con las elecciones y había mucha más ilusión. Eso, poco a poco, se ha ido apagando, porque se ha visto que las cosas no cambian y que sigue sin haber posibilidades para ellos, sin haber trabajo”.

En esencia

Una película: Casablanca, de Michael Curtiz.

Un libro: Cien años de Soledad, de Gabriel García Márquez.

Una canción: Yo me bajo en Atocha, de Joaquín Sabina.

Un rincón del mundo: La Serena extremeña.

Un deseo frustrado: ahora mismo no tengo ninguno.

Un recuerdo de la infancia: la feria de mi pueblo, Castuera (Badajoz).

Una aspiración: ser feliz.

Una persona: Pedro Arrupe.

La última alegría: el viaje a España con 13 chicos desde Sierra Leona.

La mayor tristeza: no ser capaz de recuperar a un grupo de niñas esclavas sexuales.

Un sueño: que el Reino de Dios se haga presente en nuestra sociedad.

Un valor: la amistad.

Que me recuerden por: haber amado a mis hermanos.

En el nº 2.658 de Vida Nueva.

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