La mejor noticia, no ser noticia

(Luis Alberto Gonzalo-Díez, cmf) La esencia de la vida consagrada es tener vida y ofrecerla como testimonio de la cercanía de Dios. Y esto, en el día a día, de la mañana a la noche, en ese servicio silencioso que es empapar toda la historia del amor de Dios. De vez en cuando, le ponemos titular de noticia a lo que hacemos… Pero sólo de vez en cuando, porque si no, es más lo que contamos que el tiempo dedicado a lo que vivimos. Y lo que hace falta es más vida y menos relato.

Acabamos de celebrar la Jornada de la Vida Consagrada. Una fiesta para toda la Iglesia. Todo el pueblo de Dios, en misión compartida, dando gracias por la consagración. El presidente de CONFER lo decía explícitamente en el mensaje de este año: más testigos que protagonistas.

Hace unos días recibía un correo desde Gaza en el que una consagrada española me pedía que no publicase su nombre porque corría peligro de que se la expulsase y, por tanto, esa misión de compasión con el dolor quedaría sin la presencia de alguien que pusiera un poco de aliento en medio del absurdo de una guerra. Me hizo pensar. Esta persona entendió perfectamente que es más grande la misión que su protagonismo; lo que Dios hace que la satisfacción de aparecer en los medios; el ser Iglesia que su originalidad… el día a día que la noticia. Me enseñó con palabras directas que primicia no justifica poner en entredicho el servicio de solidaridad y paz que, en nombre de la Iglesia, está realizando.

Acabamos de iniciar brillantemente el 150º aniversario de los Salesianos. Y lo hemos hecho desde una organización impecable y generosa. Es verdad que hoy es la noticia, pero no es menos cierto que este aniversario se ha construido gracias a centenares de hombres que, desde el silencio y el trabajo diario, supieron transmitir a generaciones la cercanía de Dios en la educación.  Aún más, en ese servicio ejemplar que es la enseñanza desde la inspiración católica, han optado, y siguen haciéndolo, por aquéllos que menos posibilidades tienen. ¡Cuántos pueden dar testimonio de cómo un salesiano, anónimo, le condujo al conocimiento y a Dios! Y ésa es la noticia que, por otro lado, no es “noticia”.

Tampoco es noticia, pero es verdad, que hay un grupo de Hijas de la Caridad que, en Toledo, están haciendo realidad aquello de confiar en la persona: esté donde esté y como esté. El Hogar Zoe de rehabilitación de dependencias está suponiendo devolver la dignidad a unos jóvenes y a llenar de pasión misionera a un grupo muy numeroso de estas hijas de san Vicente de Paúl… pero, es el día a día, por lo que no es “noticia”.

Esta vida consagrada está muy presente y muy viva. Un poco asustada por los flashes, quizá un poco alterada por el vértigo de las web pero, en general, centrada en una tarea silenciosa y atenta; real y diaria. La vida consagrada sabe que lo suyo no es ser noticia, sino colaborar para que, a todos, llegue la Buena “noticia”.

Por supuesto que lo nuestro son las campañas a favor de la vida y contra el hambre -Manos Unidas puede ofrecer muchos datos de cuántos de sus proyectos tienen detrás a consagrados-, como lo es acercar a las nuevas generaciones la celebración y la catequesis; la educación y la sanidad a 

los más débiles; abrir nuestras costumbres y modos para acoger, de verdad, al hermano inmigrante. Todo esto es nuestro, porque es de todo el Pueblo de Dios. De toda la Iglesia. Y esto no es noticia, es el impulso del evangelio.

No es noticia que, diariamente, en nuestro país, casi 6.500 comunidades de consagrados estén irradiando esperanza con su modo de vivir. Tampoco que estén siendo un signo de que es posible gozar en la unidad personas de diferentes culturas y edades; tradiciones e ideas… Ni tampoco lo es el esfuerzo diario por compartir tiempo, bienes y libertad… en el contexto de la comunión de vida, oración y misión. Todo esto, sin duda, no es “noticia”.

MIRADA CON LUPA

Los consagrados contamos con una buena reflexión sobre lo que somos. Además, hemos hecho buenos itinerarios y proyectos de misión que amplían nuestros horizontes. Disponemos de mucho amor para regalar porque como regalo lo hemos recibido. Pero tenemos una tentación, y es la necesidad de que esto se sepa y sea reconocido. Y este esfuerzo desgasta, cansa y vacía. Querer aparecer y estar en todo, puede conducirnos a no vivir intensamente nada. Si la misión es de Él, y lo es, hay que preguntarse qué es lo que nos está agobiando. ¿No serán nuestros “añadidos” a la misión? La vida consagrada no se puede esconder, pero le hace daño el exceso de web, pasarela y flash.

En el nº 2.647 de Vida Nueva.

Compartir