La Santa Sede sigue esperando una salida al conflicto de Gaza

Por otra parte, recientes desencuentros agudizan el enfriamiento en las relaciones con los judíos

(Antonio Pelayo– Roma) Benedicto XVI no se olvida de Gaza y de los indecibles sufrimientos de su población, ni tampoco de los israelíes sometidos hasta hace poco a las amenazas de los misiles lanzados por Hamas contra algunas de sus ciudades. En el Angelus del día 18, el Papa ha vuelto a repetir su llamamiento a una salida negociada del conflicto, descartando cualquier solución que pase por el uso de las armas y de la violencia. También indicó que seguía rezando por “los centenares de niños, de personas mayores, de mujeres víctimas de una violencia inaudita”.

Pero no todo se queda en palabras: el sábado día 17, el Pontificio Consejo ‘Cor Unum’, que preside el cardenal alemán Paul Josef Cordes, hizo público un comunicado en el que anunciaba que había hecho llegar un “gesto personal y concreto” (un donativo, en otras palabras) cuyo destino es “ayudar y sostener a la pequeña pero fervorosa presencia católica en Gaza”. La nota cita como primer destinatario al padre Manuel Musallam, párroco de la Iglesia de la Sagrada Familia, y después a las Misioneras de la Caridad de Madre Teresa de Calcuta y otras congregaciones religiosas que se ocupan “de las personas más vulnerables en la tierra natal de Jesús, ahora trágicamente golpeada por la muerte, el sufrimiento los daños materiales, mientras las poblaciones derraman lágrimas que invocan la paz”. 

El día anterior, el observador permanente de la Santa Sede ante la ONU, el arzobispo Celestino Migliore, intervino ante el Consejo de Seguridad en el debate sobre Protección de los civiles en los conflictos armados. El prelado lamentó que “en los últimos días hemos sido testigos del fracaso práctico por ambas partes a la hora de distinguir entre objetivos civiles y militares. Es meridianamente claro que los planes políticos y militares ignoran el respeto básico a la dignidad y a los derechos de las personas y de las comunidades cuando se usan métodos y armamentos sin tomar las medidas razonables para salvaguardar a los civiles; cuando mujeres y niños son usados como escudos por los combatientes; cuando se niegan los corredores humanitarios en la Franja de Gaza”. Migliore urgió a las Naciones Unidas para que “ayuden a las partes en conflicto a descubrir nuevos caminos para establecer la paz”.

Tres días antes, en una sesión de la Asamblea General del organismo multilateral, el diplomático vaticano recordó que es obligación de la comunidad internacional “hacer que las partes respeten el alto el fuego, que se abra el camino hacia la negociación y los acuerdos, que se asegure la asistencia humanitaria”.

Persisten los equívocos

En este contexto (aunque no se deba establecer una relación causa-efecto) hay que situar el enfriamiento constatable en las relaciones judeo-cristianas en las que han surgido recientemente tensiones y desencuentros.

La Asamblea de rabinos italianos ya había anunciado que este año no acudirían a la Jornada de Reflexión Judeo-cristiana organizada desde 1993 por la Conferencia Episcopal Italiana el 17 de enero, porque estiman que persisten equívocos en el diálogo que mantienen desde hace años las dos religiones. El Rabino Jefe de Roma, Riccardo di Segni, recordando la afirmación de Benedicto XVI de que es imposible el diálogo entre religiones “sin poner entre paréntesis la propia fe”, ha afirmado: “Creo que debemos agradecer al Papa esta precisión y esta claridad. Hay límites insuperables para cada fe que hay que respetar. Lo importante es tener claro que no se puede dialogar a nivel teológico, porque si no se crean equívocos y una retórica contraproducente”.

Mucho más agresivo e impertinente ha sido el Rabino Jefe de Venecia, Elia Enrico Richetti, quien en la revista de los jesuitas Popoli ha dicho sin cortarse un pelo: “Si tenemos en cuenta las más recientes tomas de posición del Papa sobre el diálogo definiéndolo como algo inútil porque en todo caso debe testimoniarse la superioridad de la fe cristiana, es evidente que estamos yendo hacia la cancelación de los últimos cincuenta años de la historia de la Iglesia”.

Las respuestas a estas desabridas declaraciones no han tardado. El cardenal Walter Kasper, responsable de las relaciones con los judíos, declaró a Gian Guido Vecchi en el Corriere della Sera (el 14 de enero): “Nosotros no hablamos de superioridad; ése no es un lenguaje teológico. Decimos que, según la fe cristiana, todas las promesas del Antiguo Testamento se han cumplido en Jesucristo. Es normal que en un diálogo cada uno dé testimonio de su fe y nadie puede sentirse ofendido si la posición del otro es diferente de la mía”.

Por supuesto, sigue siempre en pie el disgusto de los judíos por el hecho de que el Pontífice haya mantenido, en las plegarias del Viernes Santo, la que pide a Dios “que ilumine los ojos [de los judíos] para que reconozcan a Jesús como Salvador de todos los hombres” y las inquietudes sobre una posible beatificación de Pío XII. Cosas, ambas, ya matizadas y explicadas de todas las formas posibles por portavoces oficiales de la Iglesia, pero, como se ve, sin gran éxito.

‘Exigencia del corazón’

Para cortar cualquier especulación sobre una actitud negativa de Joseph Ratzinger frente al pueblo o a la religión judía, en su edición del sábado 17 de enero, L’ Osservatore Romano publicaba en primera página un artículo de monseñor Norbert Hofman con el expresivo título “Una exigencia del corazón”. Después de recordar todos los gestos amistosos y fraternos llevados a cabo por el Santo Padre en este último año (durante sus viajes a los Estados Unidos y Francia, incluida su visita a la sinagoga de Park East, en Nueva York), el articulista concluye: “Puede afirmarse que para el Papa el diálogo con el judaísmo es y seguirá siendo una exigencia del corazón. Aunque las ya citadas divergencias sobre el diálogo a causa de la oración por los judíos en la liturgia del Viernes Santo y la polémica sobre la figura de Pío XII sean excesivamente alimentadas por algunos, puede afirmarse que el diálogo judeo-cristiano se basa en sólidos fundamentos que no se pueden sacudir tan fácilmente. Entre tanto, se ha aprendido a discutir los elementos de controversia con amistad y confianza recíprocas, y a esto el papa Benedicto XVI ha dado, con su personal compromiso, una contribución irrenunciable”.

Es inevitable que todas estas circunstancias sigan sopesándose a la hora de confirmar o suspender la visita del Papa a Tierra Santa, inicialmente prevista para la mitad del mes de mayo. “Faltan aún más de tres meses -nos ha dicho una fuente vaticana- y por lo tanto, si se consolida la tregua y cesan las operaciones bélicas o paramilitares, la visita todavía es posible y -desde otro punto de vista- más necesaria y oportuna que nunca”.

Por último, para dar a conocer mejor al mundo a Benedicto XVI -su persona y su pensamiento-, la Santa Sede ha llegado a un acuerdo con Google para que también a través de YouTube puedan seguirse sus intervenciones públicas y sus viajes. Informaremos con más detalle de esta feliz iniciativa en el próximo número, pues la conferencia de prensa estaba prevista para el día 23, con monseñor Claudio Maria Celli, presidente del Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales.

UN CONCIERTO CONMOVEDOR

Como en la vida de cualquier cristiano, también en la de Joseph Ratzinger hay lugar para las expansiones y los momentos de especial alegría. Fue lo que sucedió el sábado 17 con el concierto (los alemanes lo llamaron festkonzert, que expresa mejor el carácter festivo del hecho) que tuvo lugar en la Capilla Sixtina. El motivo era celebrar los 85 años de monseñor Georg Ratzinger, hermano mayor del Papa y durante muchos años maestro de capilla en la catedral de Regensburg. La Orquesta Barroca y los “gorriones de la catedral” (los milenarios domspatzen), bajo la dirección del maestro Roland Buchner, interpretaron la Misa en do menor de Wolfgang Amadeus Mozart, el autor preferido del Papa. 

En su discurso, Benedicto XVI recordó que hace casi setenta años, en 1941, los dos hermanos Ratzinger (dos jovenzuelos de 15 y 12 años) tuvieron ocasión de escuchar dicha Misa en la Iglesia abacial de San Pedro de Salzburgo, con ocasión de los festivales de música de la ciudad natal de Mozart, y que esta experiencia la repitieron otras veces después de la II Guerra Mundial, de modo que la Misa “está inscrita profundamente en nuestra biografía interior”. También recordó los “años oscuros” que tuvo que atravesar la familia Ratzinger y la doble vocación de su hermano a la música y al sacerdocio. Unos momentos conmovedores muy ajenos al injusto perfil humano que algunos atribuyen a este Papa.

En el nº 2.645 de Vida Nueva.

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