Mattamana Varghese: “Ayudamos a todos sin mirar su religión”

Director de Cáritas India

(Texto y foto: J. C. Rodríguez Soto) Me habían hablado maravillas de él, y en cuanto le miré a los ojos, supe que no era una exageración. Uno se puede encontrar con personas humildes y afables que transmiten paz y serenidad, pero cuando estas virtudes emanan de un hombre responsable de más de 400 proyectos, que maneja un presupuesto de cuatro millones de euros al año y se pasa todo el tiempo en viajes y reuniones sin perder la calma, no hay más remedio que adivinar un trasfondo espiritual que sostiene una enorme actividad al servicio de los más pobres.

Nos encontramos en la parroquia de Azadnagar, en el Estado de Tamil Nadu, al sur de la India. Esta fue una de las zonas que resultaron más afectadas por el devastador tsunami de diciembre de 2004, una de las emergencias donde Cáritas intervino con más decisión. A sus 44 años, este verdadero mánager de Dios maneja cifras de memoria con una gran precisión, con la alegría de quien ha visto rehacer muchas vidas: “Hemos construido 13.420 casas, repartimos 2.000 embarcaciones nuevas de pesca y reparamos otras 3.000. En total, nos gastamos 90 millones de dólares en ayudar a la gente más necesitada gracias a la generosidad de las Cáritas de muchos países, sobre todo de España. Pero lo que más me enorgullece son los 3.000 voluntarios que nos ayudaron desinteresadamente a asistir a la gente que lo había perdido todo”.

Pero para Mattamana Varghese, detrás de las estadísticas de un gran trabajo de acción social hay un espíritu que lo anima. Gran admirador de Gandhi, reconoce que “sus principios de compasión universal, no atacar y no matar, tienen una gran influencia en los católicos de la India”. Seguramente no debe de ser fácil mantener estas actitudes cuando se sufren ­ataques. “Durante las últimas Navidades, algunos grupos de fundamentalistas hindúes atentaron contra comunidades católicas en el Estado de Orisha. Incendiaron 18 iglesias y más de 500 casas”, recuerda para hacer una interesante reflexión: los musulmanes también sufren ataques de estos mismos integristas, pero ellos responden con la violencia y los cristianos no, lo cual les hace sufrir el riesgo de seguir siendo dianas fáciles. Es el precio que se paga por “poner la otra mejilla”.

El apoyo de los laicos

Me intriga indagar sobre los orígenes de su vocación y me cuenta que su padre era sacerdote de la Iglesia ortodoxa. Un día, un cura católico vino a visitarlos y preguntó al joven Mattamana si no le gustaría entrar en el seminario. “Mi padre me dijo que estudiara allí y decidiera por mí mismo”. Ordenado a los 27 años en la diócesis de Bathery Kerala, por el rito siro-malabar, obtuvo grados en sociología y gestión de proyectos y trabajó como secretario del obispo y en varias parroquias antes de asumir, hace tres años, la dirección de Cáritas India, donde coordina iniciativas que van desde atender a damnificados en emergencias a tareas de rehabilitación y desarrollo sostenible, algo que, sin duda, requiere saber trabajar con el apoyo de muchas personas. “Esto es algo que aprendí de la Iglesia ortodoxa, donde recibí mi educación cristiana básica. Entre los ortodoxos se valora mucho la participación de los laicos y son ellos los que toman las decisiones”.

Los católicos en la India son 18 millones, pero cuando se tiene en cuenta la enorme población de este país, apenas representan el 1,6% de la misma. Este pequeño fermento en la masa pone el Evangelio en práctica ayudando a los más necesitados sin ninguna discriminación: “A la hora de ayudar a los pobres no nos importa la afiliación religiosa de la gente, y este es un testimonio del que todos terminan por darse cuenta. Así ayudamos también a que haya entendimiento entre las distintas comunidades y a superar los fanatismos. Los cristianos mostramos que podemos aprender de personas de otras religiones; de hecho, tenemos muchos elementos de la tradición hindú en nuestra manera de celebrar la fe. Y al mismo tiempo compartimos los valores del Evangelio con los que no son cristianos”. Mantener esta actitud no es fácil en un país en el que los católicos se quejan a menudo de que sufren discriminación a la hora de acceder a ciertos puestos de trabajo o becas escolares. No faltan quienes tienen miedo a que si el cristianismo crece pueda ser una amenaza para sus intereses.

Pero para Varghese, la alegría de darse a los demás es más grande que las dificultades que los cristianos puedan tener por causa de su fe. Un ejemplo lo demuestra: “Hace poco fui a inaugurar un pequeño poblado de dalias (la casta más inferior, considerada como “intocables”) y durante la función una viejecita me dijo que nunca había soñado con tener una casa propia, y ahora, gracias a Cáritas, la tienen. Me emocioné cuando me dijo que sus hijos nunca olvidarán tanta generosidad”.

En esencia

Una película: Gandhi.

Un libro: La Biblia.

Una canción: Juan Sebastián Gaviota.

Un deporte: el fútbol.

Un rincón del mundo: Brasil.

Un recuerdo de infancia: Un mendigo ciego al que acogíamos en nuestra casa.

Una persona: Gandhi.

La última alegría: Ayudar a cualquier necesitado en mi trabajo de Cáritas.

La mayor tristeza: La muerte de mi padre.

Un regalo: Una flor.

Que me recuerden por: Haber amado a la gente.

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