Fátima y los papas: de Pablo VI a Francisco

imagen de la virgen de Fátima junto a una fotografía de Juan Pablo II Plaza de San Pedro Vaticano 2011

Entre mayo de 1967 y mayo del 2017 han pasado cincuenta años. Los mismos que separan la primera visita del beato Pablo VI a Fátima de la que ahora se dispone a realizar al santuario portugués su sucesor el papa Francisco.

En este medio siglo han sido cuatro los pontífices que han acudido a la Cova da Iria: Montini, Wojtyla (en tres ocasiones distintas), Ratzinger y Bergoglio. Cuatro personalidades diferentes en una situación mundial que ha experimentado enormes cambios.

Pablo VI: cuando Sor Lucía rompió la clausura

Pablo VI dudó en aceptar la invitación del Episcopado portugués para que presidiera las celebraciones del 50º aniversario de las apariciones, pero al final aceptó.

De ese viaje quiero subrayar un momento: Sor Lucia, que vivía en un convento de Coimbra, fue autorizada a romper la clausura y saludar al Pontífice en la residencia del obispo de Leiria. Las imágenes de la época reflejan que el Santo Padre la acogió con cordialidad, pero en un momento “con gestos inequívocos” (narra Tornielli en su biografía de Montini) se niega a una petición de la religiosa. Esta insistía en tener un encuentro a solas con él, para hablarle sin duda del “tercer secreto”, pero el papa no lo consideró oportuno.

Juan Pablo II: para agradecerle a la Virgen que le salvara la vida

En el 1982, al cumplirse un año del atentado que estuvo a punto de costarle la vida, Juan Pablo II quiso volver a Fátima para agradecerle a la Virgen que hubiese desviado la trayectoria de la bala que disparó Ali Agca.

Pero en las explanada del Santuario, la Policía detuvo a un joven y exaltado sacerdote español, Juan María Fernández Khron, que al grito de “¡Muera el Concilio Vaticano II!” se acercó peligrosamente al Papa armado con una bayoneta, sin llegar a herirle, pero provocando el pánico en todos los que rodeaban a Wojtyla.

1991: el derrumbe del comunismo y una “nueva aurora”

Pasando otros nueve años, en 1991, Juan Pablo II concluía en Fátima un viaje que le había conducido antes al archipiélago de las Azores y a la isla de Madeira. El mundo había conocido, entre tanto, cambios espectaculares en Europa central y oriental, el derrumbe total del comunismo y de los sistemas políticos basados en él, hechos que el Papa eslavo consideraba muy ligados al “mensaje de Fátima”. Por eso no dudó, en su primer discurso apenas llegado a Lisboa, en hablar de “una nueva aurora que parece surgir en el cielo de la historia”.

Pero en otras de sus alocuciones quiso completar su visión de las cosas con esta advertencia: “Existe el peligro de sustituir el marxismo con otra forma de ateísmo que, adulando la libertad, tiende a destruir las raíces de la moral cristiana y humana”.

El Papa había publicado poco antes su encíclica ‘Centesimus Annus’ (saludada en su discurso de bienvenida por el entonces presidente de Portugal, Mario Soares). En ella deslindaba bien las líneas necesarias para un futuro más equilibrado de la humanidad liberada del totalitarismo pero amenazada por el relativismo. En un corto espacio de tiempo, demostró a algunos de sus intérpretes la falsedad de una dicotomía entre espiritualidad mariana y compromiso social.

Año 2000: publicación del tercer secreto

Del brevísimo viaje wojtyliano a Fátima (12 y 13 de mayo del 2000), el momento culminante fue la beatificación de Jacinta y Francisco, que ahora alcanzarán el grado supremo de la canonización.

Al final de la misa, el secretario de Estado, cardenal Angelo Sodano, anunció la publicación del texto del tercer secreto de Fátima según el texto escrito por Sor Lucía, que asistió a la celebración y recibió la comunión de manos de un Santo Padre ya muy achacoso. La religiosa carmelita murió en su convento de Coímbra el 13 de febrero del 2005, mes y medio antes del fallecimiento del santo papa. Ambos se llevaron al más allá todos los “misterios” atribuidos a ese texto tan manipulado.

Benedicto XVI en 2007

Hasta ahora, el último Papa en visitar el Santuario era Benedicto XVI, en un viaje celebrado hace siete años que había comenzado en Lisboa y terminó en Oporto.

Ratzinger se presentaba como un “peregrino de la Virgen de Fátima”, y ya en el avión que le llevaba a Portugal dejaba unas impactantes palabras –entonces no estábamos tan habituados a escucharlo– a propósito de los escándalos de los abusos sexuales: “La mayor persecución a la Iglesia no viene de enemigos de fuera, sino que nace del pecado de la Iglesia”.

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