El Camino (de Santiago) os hará libres

un grupo de reclusas de la cárcel de Zaballa, Álava, realizan Camino de Santiago organizado por la Diócesis de Vitoria

La Diócesis de Vitoria organiza peregrinaciones para reclusas y reclusos de la cárcel de Zaballa

un grupo de reclusas de la cárcel de Zaballa, Álava, realizan Camino de Santiago organizado por la Diócesis de Vitoria

El Camino (de Santiago) os hará libres [extracto]

VICENTE L. GARCÍA | Pilar reconoce que hacer el Camino de Santiago le ha devuelto la fe. Amaya se mantiene firme en su agnosticismo, pero para ella el Camino también tiene “algo”. La Diócesis de Vitoria viene, desde 2001, trabajando y mimando las salidas terapéuticas de los reclusos y reclusas del centro penitenciario de Álava, antes Nanclares de Oca y hoy Zaballa. Vida Nueva aprovecha la comida en un restaurante de la ciudad tras una jornada de paseo por el pantano de Garaio para charlar con dos de las reclusas que han participado en una edición más del Camino de Santiago para internos de la cárcel de Zaballa, organizado por la Delegación Diocesana de Pastoral Penitenciaria de Vitoria.

Txarly, el capellán, nos explica cómo, “desde hace años, en mayo se hace una semana del Camino de Santiago con un grupo de mujeres y en junio con hombres”. Recuerda que, en las primeras ediciones, se hizo la experiencia de un grupo mixto con la participación de personal funcionario de la prisión.

Merche es una de las voluntarias de la Pastoral Penitenciaria que estuvo en esta edición. Es la segunda vez que participa: “Fuimos nueve reclusas y cinco voluntarias, con dos furgonetas de apoyo. Realizamos el tramo desde Rabé de las Calzadas hasta Santiago, unos 80 kilómetros en total. Otros años se han hecho tramos del Camino, aunque sin llegar a Santiago, más cercanos a Álava, por Navarra y la Rioja, pero hemos valorado la importancia, y más en este Año de la Misericordia, de llegar a la meta, a Santiago de Compostela”.

un grupo de reclusas de la cárcel de Zaballa, Álava, realizan Camino de Santiago organizado por la Diócesis de Vitoria

Amaya y Pilar

Más veteranas son Conchi e Ina, que llevan tres años haciendo la ruta con meta en Santiago, pero habían participado ya en las salidas por tramos del Camino en siete ocasiones más. Ambas reconocen que la experiencia del año 2010, en la que llegaron hasta Finisterre, fue la que más les marcó y animó a seguir participando en estas salidas terapéuticas de los reclusos. De este año, Ina se queda con la etapa de Astorga: “Tanto la cena como el desayuno fueron especiales; a las mujeres se les notaba que empezaban a manejarse con gusto en su nueva situación de libertad: libertad para pedir qué comer, para hablar con otros peregrinos, para salir un rato de compras… Se confiaba en ellas para señalar la hora de regresar al albergue para descansar, y eso les creaba indecisión. La libertad de elegir era algo nuevo para ellas”.

De hecho, el miedo a la libertad cuando se sale de la cárcel suele darse con frecuencia y, como comentan las voluntarias, es una de las confesiones que comparten las personas que llevan tiempo en prisión. “A veces se encuentran con que salen y no tienen a nadie que las reciba y las acoja”, confiesa Ina. Conchi reconoce que el Camino tiene “algo” para todo el mundo. Ellas mismas han notado esa transformación en las personas reclusas y en sí mismas: “Cuando nos volvemos a ver en la cárcel tras haber compartido el Camino, te reciben de otra manera, y tú tampoco eres la misma”.

Desde 2001 se llevan a cabo estas salidas en el Camino. Esta iniciativa se realiza también en otros centros penitenciarios, no solo de España, sino de otros países de Europa, como Bélgica, donde los cuatro meses que tardan en llegar hasta Santiago de Compostela conllevan beneficios penitenciarios. Amaya y Pilar son dos de las reclusas que participaron en esta edición, cada una desde su realidad personal y con motivaciones y procesos en el Camino muy distintos. Amaya cuenta cómo surgió todo: “Txarly, el cura, me invitó a participar y me apunté porque quería salir, pues llevaba cuatro años sin hacerlo. Por otro lado, Galicia tiene buenos y malos recuerdos para mí; entre los buenos está que mi padre era gallego y que allí nació mi hija”.

un grupo de reclusas de la cárcel de Zaballa, Álava, realizan Camino de Santiago organizado por la Diócesis de Vitoria

Ina, Conchi y Merche, voluntarias en la pastoral penitenciaria de Vitoria

“Ya no eres la misma persona”

A Pilar no le apetecía apuntarse a la larga marcha, pero la psicóloga le insistió y hoy confiesa estar muy agradecida: “Cuando vas, lo haces de una manera, y cuando regresas, ya no es lo mismo, no eres la misma persona”.

Como experiencia, Amaya se vale de la canción para reconocer que “no ha sido una experiencia religiosa, pero sí ha sido una gran oportunidad de convivencia con compañeras con las que en el día a día me separa un muro y a las que no conocía como he podido conocerlas en el Camino”.

Pilar lo ha vivido desde otra óptica: “Yo soy creyente, pero he tenido distintas etapas en mi vida, y estaba precisamente en un momento de horas bajas. Puedo decir que hacer el Camino me ha devuelto la fe. Tiene algo que te hace ver las cosas de otra manera. No son las piedras de las iglesias, son las personas con las que te cruzas y que te dicen ‘buen Camino’”.

Pilar sabe que este es el Año Jubilar de la Misericordia y, como tal, el Camino le ha dado la oportunidad de experimentarla: “Como es normal, no con todo el mundo te llevas igual, y hay una compañera que hacía el Camino con la que no me llevaba bien. En una iglesia nos dieron una estampa en la que se podía leer: ‘El Camino no tiene ningún sentido si tú no perdonas’. Me acerqué donde aquella chica y le di un abrazo enorme”. Pilar ha sacado como conclusión de esta experiencia que, realmente, “merece la pena ser misericordioso”.

El recuerdo más impactante para Amaya fue la llegada a Santiago, recibidos por esa fina lluvia que la trasladó al día en que nació su hija en esa ciudad. Pero, si se tiene que quedar con una foto, una instantánea, esa está en la cima del Camino Francés, la Cruz de Hierro, situada a 1.500 metros sobre el nivel del mar y que es un punto de referencia para todos los peregrinos que a lo largo de los siglos han ido depositando la piedra que la tradición propone a todo peregrino llevar a cuestas en el Camino hasta llegar a ese punto. Esa imagen la comparte Pilar, aunque para ella la llegada al Monte del Gozo es otra instantánea de las que no se borrarán de su retina.un grupo de reclusas de la cárcel de Zaballa, Álava, realizan Camino de Santiago organizado por la Diócesis de Vitoria

Muchas horas caminando son un tiempo también para pensar. Los voluntarios de la pastoral penitenciaria les ofrecieron pistas para ello: “No juzgar a nadie; actuar como hermanos, especialmente con los más pequeños y necesitados; dar importancia a los pequeños detalles de la vida; mirar a los demás sin ideas preconcebidas; valorar el esfuerzo en el Camino”. Estas fueron algunas de las ideas. Pilar reconoce que “solo pensaba en que estaba libre. La libertad es lo mejor que podemos tener. Respirábamos otro aire diferente al que se respira en la prisión”. “Sí [asienten a la par Amaya y Pilar], no es el mismo aire”.

Sea cual sea el camino que les quede a todas ellas por andar, el corazón le pide a uno gritarles: ¡Ultreya!

Un poco más cerca de dejar atrás los barrotes

A Amaya, la idea que más se le repitió en su cabeza aquellos días fue: “¿Cómo he llegado yo hasta aquí? ¿Por qué he tenido que entrar en prisión para hacer algo que se puede hacer siendo libre?”. Quizá por eso piensa repetir la experiencia cuando pueda y cuando salga definitivamente en libertad. Precisamente, el día de la entrevista, la dirección de la cárcel le comunicó que acababa de alcanzar el tercer grado, con los beneficios que ello reporta.

A Pilar le quedan aún cuatro años de condena, pero también espera poder disfrutar pronto del tercer grado. Tras esta experiencia, desearía repetir peregrinación, aunque ya en libertad y con sus hijos.

Publicado en el nº 3.001 de Vida Nueva. Ver el sumario

 


LEA TAMBIÉN:

Compartir