En San Viator lo que comparten es la propia vida

colegio de la comunidad de San Viator

La comunidad es referente en misión compartida entre religiosos y laicos

colegio de la comunidad de San Viator

José Antonio González Díaz (segundo por la dcha.), religioso viatoriano

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Si hablamos de misión compartida entre religiosos y laicos, un referente imprescindible es la comunidad de Clérigos de San Viator, cuya idiosincrasia podría resumirse en este lema no escrito: “Mejor una vida compartida”.

Así lo explica, en charla con Vida Nueva, José Antonio González Díaz, religioso viatoriano y director del Colegio Nuestra Señora de Fátima, en Madrid: “En el siglo XIX, nuestro fundador, Luis Querbes, tenía la idea de impulsar en Francia una asociación de maestros laicos al servicio del Evangelio. Cuando se extendió a otras realidades y llegó a Roma para la aprobación de sus estatutos, no se dio el visto bueno por parte de la Iglesia a que fuera una institución seglar, por lo que se definió como una congregación religiosa”.

“Así transcurrió todo –profundiza– hasta 1978, cuando se reformó nuestra Constitución y, en su artículo 5º, se incluyó por primera vez la idea de que, junto a los propiamente consagrados, hubiera asociados compartiendo la misión, tanto laicos como sacerdotes diocesanos. En el capítulo general de 2006 se dio el siguiente paso y, de la noción de asociación, se llegó a la de comunidad viatoriana, apostándose definitivamente por la vida compartida. Todo esto se reflejó en la Carta de la comunidad. Aunque carece de forma jurídica, es un texto vivo, como lo es nuestra misma comunidad”.

Partiendo de esta trayectoria y con la vista puesta en el presente y en el futuro, González remarca que “el carisma viatoriano se vive en el marco de una triple vocación. Primero, la general, común a todos los bautizados como cristianos. Luego, la específica, que vivimos tanto los que hemos hecho votos como consagrados como los asociados que viven en las comunidades viatorianas su compromiso de asociados. Finalmente, estaría la adscripción al propio carisma viatoriano, aceptando los que trabajan y viven con nosotros conocer y respetar los valores de Querbes”.

Aquí es cuando el religioso apunta una característica que es muy propia de su congregación: “Los viatorianos vivimos en comunidad en parroquias y colegios, contando con seis de ellos en toda España, de los que dos están en Madrid. Yo soy el director del Nuestra Señora de Fátima, pero, a excepción de mí, todos los demás directivos y profesores son laicos. Y esta es una realidad que se repite en el resto de centros escolares que tenemos, donde todo está en manos de laicos. Aquí hay que matizar que algunos laicos, efectivamente, viven su vocación docente junto a la viatoriana y son asociados, pero una mayoría son simplemente profesores laicos que aceptan y valoran nuestro carisma, pero no lo viven como algo propio. Por ello, diríamos que con los asociados se da la vida compartida y con los docentes laicos no asociados existe la también valiosa misión compartida”.

En este sentido, concluye González, “habría que diferenciar entre nuestra vida en comunidad, nuestra espiritualidad y la misión propiamente viatoriana, que se dirige a los educadores, los jóvenes o los más marginados… No es lo mismo, pero sí es cierto que todos compartimos ritmos, encuentros, vivencias o responsabilidades”. Un claro ejemplo de ello son las Escuelas de Verano San Viator, donde, una vez finalizado el curso escolar, docenas de los maestros de sus seis centros se reúnen durante varios días para compartir experiencias, convivir, conocer más el carisma viatoriano o rezar. Esa es solo la punta de lanza de los frecuentes encuentros de formación, pero también es la más vivida: en sus 26 ediciones, ya ha habido más de 2.500 participantes.

Carisma de acogida

Una de las habituales de estas jornadas estivales es María Ángeles Salgado Bragado, laica asociada y directora del Colegio San Viator en Valladolid. Su caso ejemplifica la realidad de la comunidad en España, que cuenta con 368 profesores en sus seis colegios, de los que solo 28 son religiosos (y, de ellos, solo 20 dan clases). En su centro, explica, hay 45 docentes, siendo cuatro los consagrados. Entre la mayoría laica, solo unos pocos son asociados.

Pero en todos hay algo que les une: “La gente nos dice que lo que nos caracteriza es la cercanía y la acogida. Eso lo vivimos con mucha alegría en las Escuelas de Verano y en los Cursos de Identidad Viatoriana, donde, aparte de compartir aspectos concretos del trabajo y ahondar en nuestro carisma, los nuevos, que pueden llegar no conociendo nada de nosotros, se acaban contagiando por aquello que nos apasiona en los pequeños detalles del día a día, en la convivencia”.

Algo que ella, como laica asociada, directora y animadora de grupos, vive con una especial intensidad: “Está claro que este es nuestro trabajo… Pero es mucho más que un trabajo, forma parte de lo más hondo de nuestra vida”. Lo dicho, en San Viator se trata de una vida compartida.

En el nº 2.933 de Vida Nueva

 

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