Toca salir al rescate de la infancia

Expuestos a la exclusión social, la fraternidad de colectivos y ciudadanos concienciados es la esperanza de la infancia

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Toca salir al rescate de la infancia [ver extracto]

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Los niños no son sujetos activos a la hora de hacer frente a la crisis, pero sí sus víctimas más vulnerables, en lo que supone un claro fracaso global. Muchos viven en familias cada vez más empobrecidas y, demasiadas veces, no reciben los de por sí menguantes recursos del Estado.

Pese a que en este 2014 se conmemora el 25º aniversario de la Convención sobre los Derechos del Niño, establecida por la ONU para hacer ver que la protección a la infancia interpela no solo a los padres, sino también al Estado y al conjunto de la sociedad, vivimos en este sentido un tiempo de fracaso global. Si millones de niños, en todo el mundo, están sumidos en la total ausencia de derechos básicos y en la pobreza más excluyente, en España el panorama no invita a un optimismo exagerado.

Así, según recogía a finales de marzo un informe de Cáritas Europa sobre el impacto de las políticas de austeridad en la Unión Europea (UE), la tasa de pobreza entre los menores de nuestro país aumentó del 15,6% al 19,4% en solo un año, de 2011 a 2012. Además, el riesgo de pobreza en este sector poblacional se situaba, en ese 2012 (último año del que se tenían constancia datos), en el 29,9%, por el 21,4% de media que había en la UE. Una situación ciertamente complicada y que se resume con este significativo dato: España es el segundo país con más índice de pobreza infantil de toda la UE, solo superado por Rumanía y seguido de Bulgaria y Grecia.

El eco del informe en España, seis meses atrás, causó impacto… y polémica. De hecho, el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, acusó a Cáritas de ofrecer datos que “no se corresponden con la realidad” al estar basados en “mediciones estadísticas”, lo que conduce a “mezclar conceptos”. En los días siguientes, el ministro fue muy criticado por lo que se entendió como un menosprecio a la entidad eclesial, principal baluarte de la asistencia social en nuestro país en este tiempo de crisis, además de por obviar que el documento de Cáritas Europa, como se decía en su presentación, se basaba en datos del propio Eurostat, la Oficina Europea de Estadísticas Oficiales.

A su vez, por paralelismos, Cáritas Española se vio arrastrada a un debate que jamás buscó, pues sus estudios sociales, los prestigiosos Informes FOESSA, nunca hablan en sí de pobreza infantil, ya que no consideran a los niños como agentes económicos activos, sino como componentes de la institución familiar. De ahí que, como recuerdan insistentemente desde Cáritas, no es posible hablar de niños pobres, sino de familias pobres.

Familia coruñesa en situación de exclusión social.

Familia coruñesa en situación de exclusión social.

Por tanto, con el fin de indagar en el estado real de la infancia en España y en los riesgos de exclusión que padecen muchos menores, especialmente en estos últimos años de crisis, lo mejor es seguir la senda de los estudios oficiales. Por su credibilidad y actualidad, destaca el informe La infancia en España 2014. El valor social de los niños: hacia un Pacto de Estado por la Infancia [ver íntegro]. Presentado por UNICEF Comité Español el pasado junio (este es el tercer trabajo del organismo sobre esta temática, apareciendo los anteriores en 2010 y 2012), constata cómo todos los indicadores de pobreza infantil han aumentado (habría ya 2.306.000 niños bajo el umbral de la pobreza en 2013), detectándose incluso casos de malnutrición.

Además, observan con pesar cómo se da la paulatina reducción, por parte de las administraciones públicas, de los recursos destinados a servicios básicos para los niños que afrontan difíciles escenarios domésticos. Entre los más devastadores, el de las familias con hijos en las que todos sus miembros están en paro; una problemática que ha crecido en un 290% desde 2007.

A causa de este fenómeno, se da otro cuyas consecuencias presentes y futuras pueden ser realmente graves para el país: en 2012, por primera vez en 42 años, la población descendió en España. Si entonces lo hizo en 113.902 habitantes, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), la proyección para 2013 es ya de 242.437 personas. De seguir así, advierten desde UNICEF Comité Español, dentro de diez años habría 2,6 millones de españoles menos. Y con una población cada vez más envejecida… Lo que, entre otras muchas cosas, pondría en cuestión el propio sistema de pensiones.
 

Descenso natalicio

En cuanto a las causas recabadas en el informe, aparte del marcado descenso inmigratorio (en 2013, por cada migrante que vino se marcharon dos), la principal es la reducción de la tasa de natalidad, que, si bien llevaba décadas bajando, su caída desde 2009 ha sido enorme, quedando actualmente en 1,32 hijos por mujer.

En este sentido, una excepción la marca la comunidad gitana, cuyo índice de natalidad, tradicionalmente, es muy superior al de la media general. María Teresa Andrés, directora del Departamento de Inclusión Social de la Fundación Secretariado Gitano (y colaboradora en el último informe de UNICEF Comité Español), lamenta el camino desandado en estos años de crisis:

En el caso de las familias gitanas, la situación actual, ha puesto en riesgo los avances producidos en los últimos 30 años en sus niveles de inclusión social. Muchas de las familias que habían conseguido salir de los barrios segregados, disponer de empleos e ingresos regulares, y disfrutar de estándares de vida cercanos a la media, se han visto obligadas a retroceder y volver a vivir en la pobreza, en las carencias, en el hacinamiento en las casas.

En su opinión:

Existen dos elementos clave en el caso específico de las familias gitanas” que hacen que esta situación “las perjudique más que al resto de familias: por un lado, el bajo nivel formativo de muchos adultos gitanos, que les dificulta la búsqueda de empleo, y, por otro, la falta de confianza que aún persiste en la sociedad hacia ellos a la hora de buscar trabajo o alquilar una casa, por ejemplo, debido a los estereotipos y prejuicios negativos que sufre el colectivo.

Aparte, Andrés observa otro fenómeno paralelo:

No podemos olvidar el caso de las familias gitanas procedentes de países de Europa del Este, cuya situación es aún más difícil por su estatus administrativo, ya que, como inmigrantes, tienen dificultades de empadronamiento en algunos municipios y, por consiguiente, problemas de escolarización y asistencia sanitaria.

Sin embargo, considera que:

Es preciso destacar un elemento positivo que ayuda a sobrellevar esta situación de pobreza y exclusión entre la comunidad gitana, y que es su alto grado de solidaridad familiar, que consigue a duras penas mantenerles a flote.

En cuanto a su visión sobre el conjunto de la sociedad española, la responsable del Departamento de Inclusión Social de la Fundación Secretariado Gitano (entidad civil aunque con un origen eclesial) ensalza cómo:

La solidaridad que ha mostrado la ciudadanía en estos tiempos, tanto desde los movimientos cívicos, individuales y colectivos, anónimos y públicos, como a través de organizaciones sociales de todo tipo, está permitiendo que las familias afectadas puedan sobrevivir con ayudas directas a través de bancos de alimentos, donaciones de ropa, ayudas sociales, apoyos educativos y de inserción laboral.

Pero, si bien esto es importante, no lo es menos, a juicio de Andrés, la labor de concienciación que vienen haciendo plataformas sociales y religiosas:

Esta acción de incidencia política y sensibilización hacia los poderes públicos es bastante desconocida, pero muestra cuáles son las verdaderas necesidades sociales. Los miembros de estas entidades sociales y religiosas ponen voz a los ciudadanos para que los responsables públicos no olviden sus prioridades, orientándoles también sobre las medidas más adecuadas a desarrollar en las políticas públicas, para solucionar realmente los problemas de las personas a las que sirven.

Muy relacionado con esto, y más si entendemos la educación como un factor clave para la integración social de los menores, un reto pendiente en nuestro país es el alto coste económico que los padres deben afrontar cada año para adquirir el material escolar de sus hijos y que, en el caso de los libros de texto, es especialmente significativo, sobre todo cuando cambian muchos de ellos de un curso para otro y ya no pueden ser reutilizados por otros hermanos más pequeños. Algo que provoca situaciones graves, principalmente en los casos de familias con varios hijos y una menor capacidad adquisitiva. Frente a ello, en los últimos años están surgiendo iniciativas que pretenden aliviar el desbordamiento padecido por estas familias y generar en los centros una cultura solidaria que impida que crezca la tasa de abandono escolar.

Así, entre las acciones más destacadas se encuentra la que Elena Alfaro puso en marcha hace dos años, cuando consiguió reunir más de 270.000 firmas dirigidas al Ministerio de Educación través del portal www.change.org. Finalmente (y tras reunirse la propia Alfaro con diputados y representantes de numerosas instituciones educativas), su iniciativa popular, que pide que el Gobierno y las comunidades autónomas legislen para poder establecer sistemas de préstamo gratuito de libros de texto en todos los centros públicos y concertados, habiendo además un concurso público para seleccionar los libros y un fondo por colegio para reutilizar el material, fue incluida en la Ley Orgánica de Calidad de la Educación (LOCE), aprobada el pasado 28 de noviembre en el Congreso.

“Aunque lo más difícil está logrado”, Alfaro reconoce que “tenemos que vigilar cómo van a desarrollar y poner en práctica este sistema a través de su reglamento”. Algo para lo cual este inicio de curso otorga una fantástica oportunidad, mostrándose esperanzada, ante todo, porque cree que ahora los padres van a estar mucho más concienciados y podrán hacer valer sus derechos en sus respectivos centros. Respecto a esto, entiende que su escucha por parte de la Administración:

Fue una pequeña-gran victoria. Pequeña, porque no abarcaba ni de lejos todo lo recogido en la proposición no de ley aprobada por el Congreso. Y grande porque, sin esa línea, en la ley ni se mencionarían los libros de texto. Por tanto, es una manera de reconocer una necesidad, de admitir un problema. Lo verdaderamente importante es el cambio de mentalidad que supone y el paraguas de protección que abre. No resuelve directamente nada, pero es un arma a utilizar por parte de los padres que deseen y decidan organizar bancos de libros en sus centros escolares en toda España.

 

Suma de voluntades

En este punto, el consejo de esta madre de dos hijos (ideó su iniciativa al conocer a otra madre del colegio que se veía incapaz de hacer frente al coste los nuevos libros de sus hijos) es que los padres apuesten por la coordinación y la suma de voluntades:

Cuando muchas personas me han preguntado a través del correo electrónico o las redes sociales, siempre les aconsejo lo mismo: id al AMPA del centro, pedid la creación de bancos de libros, organizaos y contad con los profesores. Estas medidas son las más efectivas, junto a las que ya se están dando a nivel más general, a raíz de las distintas movilizaciones de sindicatos y asociaciones de padres.

Lo mejor, concluye Alfaro, es que:

Por fin, estamos cambiado la forma de pensar. No esperemos que la administración nos resuelva nuestros problemas; empecemos nosotros y exijamos su colaboración sin fisuras.

Algo que ilustra con un ejemplo:

La última iniciativa que me ha llegado fue la de un colegio en Cataluña. Una madre peleona me pidió poder traducir un corto de animación que hicimos para difundir la petición al catalán y llevarlo a su cole. Me hizo mucha ilusión, porque lo tradujo y lo consiguió. Se votó en el centro y se aprobó por mayoría. Tenemos que partir de lo sencillo: acciones pequeñas, personas tenaces.

Desde las comunidades cristianas, más allá de las múltiples iniciativas sociales que desarrollan por todo el país y que se centran en muchos casos en el fenómeno de la exclusión en la infancia, también sale una voz de denuncia. Mario Jordá Vidal, gerente de la Confederación de Centros Juveniles Don Bosco y vocal de la junta directiva de la Plataforma de Organizaciones de Infancia (POI), habla sin tapujos:

Desde 2007, el presupuesto destinado a la infancia se ha reducido un 6,8%, y España es uno de los países europeos que menos invierten en ella: un 1,4% del Producto Interior Bruto (PIB), frente al 2% de la media europea. Los últimos informes de Cáritas y de UNICEF sobre la situación de la infancia en España han puesto cifras a la tremenda situación que todas las ONG y la POI venimos detectando desde hace varios años. Que, en nuestro país, el 27,5% de los menores viva por debajo del umbral de la pobreza es inaceptable, y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia ya ha denunciado la negligencia de España ante la situación de los niños y niñas.

Jordá ve urgente actuar y hacerlo desde una nueva perspectiva inclusiva, cambiando radicalmente las políticas seguidas, no ahora, sino antes de la crisis:

Es significativo que, en un contexto general de crisis, no podamos utilizar esta como pretexto, ya que, cuando España se encontraba en uno de los momentos de mayor crecimiento económico, la pobreza infantil era ya muy alta.

Por ello, si bien ve con cierta esperanza el fondo para combatir la pobreza infantil (17,4 millones de euros) que ha distribuido el Gobierno entre las comunidades autónomas, entiende que esta iniciativa solo es válida “como primer paso”, adoleciendo, al menos, de dos problemas fundamentales:

  • Primero, “su cuantía es claramente insuficiente y, bien empleado, el fondo solo atenderá las situaciones de emergencia o de extrema necesidad, por lo que, aun siendo necesario, no influirá sobre las causas primeras de la pobreza infantil.
  • Y, segundo, porque el fondo, “tal y como está previsto, no señala indicadores de resultados; es decir, no sabemos qué se espera obtener y cómo se van a medir los resultados obtenidos para poder valorar el impacto de las medidas”.

 

Por un Pacto de Estado

Asociaciones de todo tipo buscan acompañar a la infancia excluida.

Asociaciones de todo tipo buscan acompañar a la infancia excluida.

En definitiva, a juicio del salesiano y apelando al espíritu del informe de UNICEF sobre la pobreza infantil en España:

Lo realmente necesario es un Pacto de Estado por la Infancia. Esto, que lo defendemos todas las entidades pertenecientes a la POI, consiste en promover un pacto real que ponga de acuerdo a los gobiernos estatal y autonómicos, así como a los distintos parlamentos y al conjunto de los agentes sociales.

Además, recuerda:

El Pacto de Estado por la Infancia es una demanda que procede de las Observaciones Finales que hizo el Comité de Derechos del Niño de Naciones Unidas a España en 2010. En ellas, el Comité demandó una mayor responsabilidad del Estado para asegurar, dentro de los presupuestos generales, partidas específicas dedicadas al bienestar de la infancia, al margen de las situaciones de crisis que pudiera afrontar.

En línea con el papa Francisco, que reclama que los niños y los ancianos estén en el corazón de las familias, Jordá mantiene que:

Poniendo siempre por delante el interés superior del niño, podremos hablar por fin de una lucha eficaz contra las causas de la pobreza. Se trata de reconocer que las niñas y los niños tienen derecho a que, antes de tomar una medida respecto de ellos, se adopten aquellas que promuevan y protejan sus derechos y no las que los conculquen.

Una tarea, esta, en la que está comprometida la Confederación Don Bosco, la cual según explica Jordá:

Trabaja por la defensa y promoción de los menores, especialmente de aquellos que se encuentran en situaciones de riesgo o exclusión social, y lo hace poniendo en el centro al niño y a la niña, haciéndolo protagonista de su propio crecimiento personal y comunitario, abierto a Dios, acogiendo a cada uno como es, con sus problemas y sus expectativas, y favoreciendo la maduración de su propio proyecto de vida, para, desde una lectura evangélica, ayudarle a comprometerse con la transformación de la sociedad.

El reto no es pequeño. Tampoco lo es menos la urgencia.

 

Un reto diario en Pan Bendito

Asociación Pan Bendito.

Asociación Pan Bendito.

Más allá de estadísticas y datos macroeconómicos, la realidad que muchas familias con hijos afrontan cada día es ciertamente complicada. Aunque no están solas. En el barrio madrileño de Pan Bendito, en Carabanchel, su población mayoritariamente obrera padece de un modo especial el impacto de la crisis. Allí, desde hace una década, la Asociación Pan Bendito, en manos de una comunidad salesiana, busca apoyar a las familias cuya situación es más complicada.

Su coordinador, Jota Llorente, explica cómo han percibido un claro cambio en estos últimos años, con muchas familias ya al límite: “Constatamos cómo la vulnerabilidad ha crecido mucho en nuestro entorno. Cada vez son más los padres en paro y esto lo sufren directamente los hijos, pues hay que tener en cuenta que hablamos de familias generalmente numerosas y de una menor recepción de ayudas públicas, habiendo descendido mucho las becas de comedor y para la compra de libros. Ante todo esto, podemos hablar de un barrio de subsistencia”.

Lo que les ha llevado a cambiar su modo de acción: “Hasta hace apenas unos años, centrábamos nuestra actividad en acoger a los chicos del barrio en el centro para ayudarles en las tareas escolares y, de rebote, tratábamos de conocer la situación de las familias con posibles dificultades para prestarles una atención preferente. Ahora, en cambio, la acción prioritaria ya va dirigida en su conjunto a toda la familia. Por eso, desde hace dos años llevamos una campaña de recogida de material escolar básico y, a partir de este curso, también damos de merendar a los hijos en las aulas, pues sabemos que esta comida les viene muy bien”.

Lamentablemente, los fríos números demuestran hasta qué punto la amenaza de la exclusión golpea en Pan Bendito. “Si antes de la crisis –concluye el religioso salesiano– atendíamos a unas 15 o 20 familias cuya situación podíamos catalogar de límite, ahora ya son entre 60 y 70”.

En el nº 2.910 de Vida Nueva

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