El juego limpio de la fe

Fútbol y fraternidad sacerdotal en la Copa de la fe

 

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“Los quiero concentrados”, gritó el padre Amauny Mestra, director técnico del equipo de la diócesis de Pasto, tan solo unos instantes antes de que comenzara el segundo tiempo de la final de la Copa de la fe. Pasto aventajaba a la diócesis de Villavicencio por la mínima diferencia. El gol lo había marcado Andrés Carmona a los 12 minutos de iniciado el clásico eclesial.

Sobre el minuto 54, el padre James Balaguera cobró con pierna zurda un tiro libre certero, a 25 metros de distancia, que superó una barrera de sacerdotes de mediana estatura y rompió las telerañas de uno de los ángulos del arco pastuso. ¡Golll!, gritó la tribuna bajo el inclemente sol de mediodía. Con el empate, la final se tornaba más vibrante, y así lo hacía sentir la “papayera” que arribó en esos momentos para animar a los dos equipos.

Cuando algunos espectadores ya comenzaban a lanzar cábalas frente a la posibilidad de que la final se definiera desde los doce pasos, apareció Harold Bolaños, párroco de Nuestra Señora del Rosario en Sandoná (Nariño), quien conectó por derecha, desde los límites del área grande y sin dejar que el balón tocara la grama, un fuerte remate que se convirtió en el segundo gol de Pasto y en el mejor de la fecha. Era el minuto 67.

Con el tiempo en contra, los curas llaneros corrieron la cancha y crearon nuevas oportunidades en búsqueda del empate. Sin embargo, el marcador no varió. Pasto venció 2 por 1 a Villavicencio, dio la vuelta Olímpica y se llevó el trofeo de la primera Copa de la fe, organizada por la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) en el marco de Expocatólica 2013 (Vida Nueva No. 84).

Todos ganan

En el acto de premiación, presidido por el obispo castrense, monseñor Fabio Suescún, y por el secretario general de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor José Daniel Falla, se respiraba un ambiente de fiesta y de optimismo. Sin perdedores ni caras largas, como si todos hubieran ganado, aunque para muchos los resultados no hubieran sido favorables.

foto-5Más allá de los premios y de las medallas que se repartieron a los equipos que ocuparon los primeros cuatro lugares, este campeonato, que por primera vez convocó a diez equipos y a 200 sacerdotes de diversas jurisdicciones eclesiásticas del país, fue una lección de pedagogía y de fraternidad. Lo mencionó el cardenal Rubén Salazar, cuando realizó el saque de honor: “el deporte como medio de educación, y no solamente como medio de competición, acentúa la convivencia, el trabajo en equipo, los aprendizajes de quien gana y de quien pierde, y sobre todo, ofrece un mensaje para todo el país: es posible jugar limpio, con cultura, con decencia, sin violencia, construyendo hermandad y fraternidad”.

Así lo experimentaron los jugadores, incluso antes de participar en el certamen. Efraín Eduardo Cerón, sacerdote de Cauca, comentó que “para prepararnos al campeonato, nos hemos venido encontrando desde hace dos meses para conocernos y ‘foguearnos’, sin importar que algunos seamos veteranos y otros más jóvenes”. Si algo motivó la participación de su equipo, ha sido el deseo de “estrechar lazos con otros hermanos sacerdotes”, aunque reconoce también que el fútbol es un lenguaje que identifica a muchos consagrados, lo mismo que a buena parte de los parroquianos.

La misma opinión era compartida por Duberney Basto Rivera, quien a finales del año pasado recibió la ordenación sacerdotal en Restrepo (Meta) y fue “convocado” para ocupar una posición en la defensa del equipo de Villavicencio. “En nuestros estadios no somos ajenos a fenómenos de barras bravas y de violencia; pero lo nuestro es ‘hacer juego limpio’ y crear un ambiente de fraternidad, entre hermanos, como sacerdotes, a través de un deporte tan popular como lo es el fútbol”.

Gesto solidario

Este sentido fraterno quedó claramente demostrado cuando los jugadores de Ipiales no pudieron desplazarse hasta el centro del país, debido a las alteraciones del orden público que se presentaron durante el paro campesino. Ante este imprevisto, los equipos reaccionaron con un gesto de generosidad, cediendo uno o más deportistas para conformar “el equipo de la solidaridad”. El nuevo equipo asumió por uniforme unos sencillos petos, y pasó a la historia de la primera Copa de la fe, más por su capacidad de desprendimiento a favor del bien común, que por su talento competitivo.

DSC00513Comparativamente, este fue uno de los elementos diferenciadores frente a los torneos de balompié que pululan en todas las latitudes, según lo señaló Manuel Santiesteban Murillo, uno de los árbitros que acompañaron las contiendas. “En este tipo de eventos prima la integración y la pedagogía”, comentó, refiriéndose a las situaciones en las cuales el juez explica a los jugadores las normas de juego y vela por su bienestar físico. Por otra parte, Santiesteban destacó que un árbitro puede aprender mucho de los jugadores y, en este caso, de los curas futbolistas: “la paciencia de ellos, la forma en que se dirigen para hacer un reclamo, marcan la diferencia”, agregó.

El fútbol no ha sido ajeno a la pastoral de la Iglesia. De hecho, algunos clubes como San Lorenzo de Almagro, en Argentina, o, más cercanamente, Millonarios Fútbol Club, nacieron y se formaron con el apoyo de algunos grupos católicos. La CEC no desconocía esto cuando, en el contexto de Expocatólica 2013 diseñó un ambiente recreativo para recordar, en el año de la fe, que el testimonio de los creyentes no excluye ninguna faceta de sus vidas. “Bajo la consigna ‘juego limpio y no violencia en los estadios’ la Copa de la fe ha querido mostrar que también en el deporte es posible encontrar a Dios”, afirmó el padre José Élver Rojas, director del departamento de comunicaciones de la CEC y uno de los principales promotores de este particular torneo.

Carlos Andrés Cáceres León, de 12 años, siguió los partidos por Cristovisión en compañía de su hermano Juan Manuel, de 7, y de su abuelita Ana Irene León, de 74. Antes, no se imaginaba a un sacerdote con guayos y metido en una cancha de fútbol. “Nos divertimos mucho viéndolos jugar, y nos gustaba cuando, cada vez que alguno se caía, se daban la mano”. Carlos agrega que “sí es posible jugar limpio, sin maltratarse por sólo un partido”.

Los sacerdotes futbolistas han demostrado que sí es posible jugar en paz, con alegría y fraternidad. Por eso, ya se vislumbra la celebración de la segunda Copa de la fe, esta vez con una fase previa a nivel regional. El juego limpio de la fe seguirá abriéndose campo en un país como Colombia que anhela la paz.

Andrés Alonso y la pastoral del deporte

foto-2Entre los muchos aprendizajes que dejó la Copa de la fe, se destaca la posibilidad de evangelizar con el deporte. En efecto, la pastoral del fútbol hace parte de la misión de algunos sacerdotes que participaron en el reciente campeonato. Entre ellos, el número 10 de la selección de la diócesis de Pasto, el salesiano Andrés Alonso Carmona Echeverry comentó: “disfruto mucho del fútbol, yendo al estadio cada vez que puedo y jugando en los colegios donde he trabajado”. Como buen salesiano, sabe que el deporte es una forma de apostolado para poner en práctica los valores del Evangelio y acercarse a la gente, especialmente a los jóvenes. Así lo vivió desde sus épocas de estudiantes y cuando estuvo a punto de ingresar al Envigado Fútbol Club donde también jugaba Iván Ramiro Córdoba. Iván Ramiro emprendió su carrera deportiva, Andrés Alonso tomo la ruta del seminario, pero llevó consigo su pasión por el fútbol y se apropió de la pastoral del deporte.

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