Un anuncio emocionado, el estupor de los cardenales y periodistas fibrilando

cardenal Sodano se dirige al papa Benedicto XVI después de leer su renuncia

Muy pocos conocían la histórica decisión de abandonar de Benedicto XVI


ANTONIO PELAYO. ROMA | El aviso de la Prefectura de la Casa Pontificia a los cardenales de la Curia romana y a los miembros de la llamada Familia Pontificia, convocándoles para las once de la mañana del lunes 11 de febrero en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico para algunas causas de canonización (que tendrán lugar el próximo 12 de mayo), entraba en principio dentro de la normalidad habitual en estos casos. Era uno más de los “consistorios blancos”, así denominados para diferenciarlos de los que el Papa convoca para el nombramiento de nuevos cardenales, conocidos como “consistorios rojos”.

Media hora antes de la hora citada, los cardenales prefectos de las Congregaciones de la Curia, presidentes de los Pontificios Consejos y de los Tribunales de la Santa Sede, así como los miembros eclesiásticos de la Familia Pontificia, fueron ocupando sus puestos en la Sala del Consistorio de la segunda loggia del Palacio Apostólico.

Benedicto XVI, acompañado por el nuevo prefecto de la Casa Pontificia, Georg Gänswein, así como por el limosnero de Su Santidad, Guido Pozzo, y el regente, Leonardo Sapienza, llegó puntual y presidió sin dejar traslucir emoción alguna el ritual en el curso del cual el prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, el cardenal Angelo Amato, le comunicaba los nombres de los beatos que serán canonizados dentro de tres meses: Antonio Primaldo y sus compañeros, los “mártires de Otranto” de 1480; la colombiana Laura Montoya , madre espiritual de los indios; y la mejicana María Guadalupe García Zavala, cofundadora de las Siervas de Santa Margarita María.

El Papa pidió a los presentes que expresaran su voto y, una vez finalizado el rezo de la oración por la Iglesia y el canto del Pater Noster, impartió a los presentes su bendición. Cuando todos se disponían a abandonar la sala, se les rogó que permanecieran en sus puestos.

papa Benedicto XVI lee su renuncia dimisión

Benedicto XVI, en el momento de comunicar su renuncia

Sentado y con voz ligeramente emocionada, Joseph Ratzinger comenzó a dar lectura a su declaración; a medida que el texto latino de la misma iba llegando a oídos de los purpurados, el “desconcierto, la sorpresa, el estupor y al conmoción” (son las palabras utilizadas por L’Osservatore Romano) se iban adueñando de sus rostros y, por algunas mejillas, se deslizaban discretamente lágrimas.

Concluida la lectura, se adelantó el decano del Colegio Cardenalicio, el cardenal Angelo Sodano, quien tomó la palabra en nombre de todos los presentes y leyó un texto que comenzaba afirmando: “Santidad, amado y venerado Sucesor de Pedro, como un trueno en un cielo sereno ha resonado en esta aula su conmovido mensaje. En sus palabras hemos notado el gran afecto que siempre ha demostrado a la Santa Iglesia de Dios, por esa Iglesia que tanto ha amado”.

“Permítame ahora decirle –prosiguió el cardenal decano–, en nombre de este cenáculo apostólico, en nombre de sus queridos colaboradores, permítame que le diga que le estamos muy cercanos, como lo hemos estado en estos luminosos años de su pontificado. El 19 de abril de 2005… ha iniciado su luminoso pontificado en el surco de la continuidad, de esa continuidad de la que usted nos ha hablado en la historia de la Iglesia, en el surco de la continuidad con los 264 predecesores suyos en la Cátedra de Pedro, en el curso de dos mil años de historia, desde el apóstol Pedro, el humilde pescador de Galilea, hasta los grandes Papas del último siglo, desde san Pío X al beato Juan Pablo II”.

“Su misión –concluyó Sodano– continuará; usted ha dicho que nos estará siempre cercano con su testimonio y con su oración. Ciertamente, las estrellas del cielo continúan siempre brillando y así siempre brillará en medio de nosotros la estrella de su pontificado”.

Después de abrazar al que fue secretario de Estado en sus dos primeros años, Benedicto XVI abandonó la sala dejando a todos consternados. Se formaron algunos corrillos para comentar el acontecimiento del que acababan de ser testigos, pero se deshicieron rápidamente y cada cardenal –eran una cincuentena en total– volvió a su residencia romana.

Entre tanto, los pocos periodistas que estaban siguiendo la ceremonia por el circuito cerrado de televisión, habían entrado en fibrilación, casi en trance. ¿Habían entendido bien el latín del Papa? Intentaron verificar la noticia que les ardía entre las manos, pero ningún teléfono de sus habituales interlocutores habituales respondía.

Por fin, una de las vaticanistas habituales de la agencia oficial de noticias italiana Ansa, Giovanna Chirri, envió en torno a las doce menos cuarto un flash urgente: “El Papa dimite y abandona el pontificado”.

cardenal Sodano se dirige al papa Benedicto XVI después de leer su renuncia

El cardenal Sodano respondió al Papa

En pocos segundos, la noticia ya había sido rebotada en todas las lenguas y entrado como un torrente en los circuitos informativos y en las redes sociales. Las redacciones se pusieron inmediatamente en marcha y, pocos minutos después del mediodía, la Sala de Prensa de la Santa Sede, en Via della Conciliazione, era un hervidero de informadores que buscaban ampliar una noticia que nadie había sido capaz de anticipar hasta que el Papa la anunció.

El portavoz de la Santa Sede, Federico Lombardi, compareció ante los medios de comunicación dispuesto a satisfacer todas sus curiosidades, que eran muchas. En más de algún caso, sin embargo, el sabio jesuita se limitó a afirmar que no disponía de informaciones particulares para responder a las preguntas que le planteaban nuestros colegas.

Estas fueron algunas de sus respuestas más esclarecedoras: “Ha sido una decisión no improvisada y estrictamente personal, basada en un examen de conciencia sobre sus fuerzas y la misión que le ha tocado cumplir. Esta ha sido la causa fundamental que la ha impulsado a dimitir”. Y, a este propósito, citó la respuesta que Ratzinger había dado a Peter Seewald, autor del libro-entrevista Luz del mundo.

El periodista alemán le preguntó si consideraba apropiada una renuncia del Papa en alguna situación, a lo que el Pontífice respondió: “Sí, si el Papa llega a reconocer con claridad que, física, psíquica y mentalmente no puede ya con el encargo de su oficio, tiene el derecho y, en ciertas circunstancias, también el deber de renunciar” (página 43 de la edición española).

Lombardi descartó que la renuncia hubiera sido causada por los graves problemas afrontados por la Iglesia en los últimos años y volvió a citar como argumento otra afirmación en el ya citado libro: “Si el peligro es grande, no se puede huir de él. Por eso, no es el momento de renunciar. Justamente, en un momento como este, hay que permanecer firme y arrostrar la situación difícil. Esa es mi concepción. Se puede renunciar en un momento sereno o cuando ya no se puede más. Pero no se puede huir en el peligro y decir: que lo haga otro”.

Respondiendo a otra pregunta, el portavoz certificó: “El Papa no está en absoluto deprimido; es más, está sereno. Tampoco resulta que ninguna enfermedad en curso haya provocado esta decisión, como no son la causa los tiempos difíciles que ha atravesado la Iglesia en estos tiempos”.

Federico Lombardi ante los medios tras conocerse la dimisión del Papa

Lombardi, esa misma mañana ante los periodistas

En la conferencia de prensa del día siguiente, 12 de febrero, el portavoz admitió que a Ratzinger se le había implantado hace años, antes de ser elegido Papa, un marcapasos, y que en los últimos meses del año pasado se le habían cambiado las baterías de dicho aparato. “Pero –aseguró– se trata de una intervención rutinaria que se llevó a cabo en la clínica Pío XI de Roma, sin mayores consecuencias”.

Entre las preguntas a las que Lombardi no pudo –o no consideró oportuno– responder, figuró la de quiénes estaban al corriente de la decisión que iba a anunciar Benedicto XVI. De los cardenales presentes, al menos dos ciertamente lo sabían: el decano Sodano, que pudo preparar con anticipación un texto de respuesta, y el secretario de Estado, Tarcisio Bertone.

Probablemente, también el cardenal Marc Ouellet, a quien el Papa recibió, el sábado por la tarde, en audiencia privada. Por supuesto, el secretario personal, Gänswein (que acudió a la audiencia con gafas ahumadas para, tal vez, no dejar ver alguna lágrima), y su hermano Georg, quien, en unas declaraciones a la agencia alemana DPA, explicó que habían hablado del tema después de la visita papal a México y Cuba. “Mi hermano –confesó– desea más tranquilidad en su vejez”. Dos de los purpurados españoles que presenciaron el acto, Antonio Cañizares y Santos Abril, declararon no haber sabido nada antes de oír el discurso papal.

En el nº 2.836 de Vida Nueva.

 

ESPECIAL BENEDICTO XVI RENUNCIA

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