Luces y sombras ecuménicas

Benedicto XVI orando en Erfurt

DARÍO MENOR. BERLÍN | El propio Benedicto XVI lo anunció durante su conferencia de prensa en el vuelo que le llevó de Roma a Berlín: “El ecumenismo debe ser un punto central de este viaje”. Ante la descristianización de la sociedad es imprescindible que católicos y protestantes “estén juntos”, mostrando una “unidad fundamental” en el anuncio del “alegre” mensaje de Cristo.

Por eso agradeció a los “amigos y hermanos” evangélicos que le hubieran invitado a la celebración ecuménica en la iglesia del antiguo Convento Agustino de Erfurt, donde fue consagrado sacerdote Martín Lutero.

Estas palabras, dichas poco antes de aterrizar en su país natal, y la buena disposición del Papa hacia los protestantes (es, además, amigo de importantes teólogos luteranos), hicieron que las expectativas en este campo fueran elevadas. Un tercio de los 80 millones de alemanes son católicos, otro tercio pertenece a las Iglesias evangélicas, mientras que el resto está formado por ateos, agnósticos o profesa otras creencias. En esta miscelánea, la convivencia ecuménica e interreligiosa no es un objetivo a cumplir, sino una realidad a afrontar cada día. Llega hasta las más altas instancias del Estado.

El presidente federal, Christian Wulff, es católico, mientras que su esposa es protestante. El matrimonio Wulff y tantas otras parejas mixtas esperaban que el Papa diera en Alemania un paso adelante hacia el momento en que puedan comulgar de forma conjunta.

Se quedaron con las ganas. En Erfurt, cuna del protestantismo y donde tantas expectativas había puestas, el Papa alabó a Lutero y celebró los puntos comunes entre ambas creencias, como el rechazo al aborto y a la eutanasia, pero no abrió la puerta a futuros cambios doctrinales que aceleren el acercamiento con las Iglesias nacidas de la Reforma. Tanto en su discurso a los representantes de la Iglesia evangélica como en su homilía en la posterior ceremonia ecuménica, Benedicto XVI tendió la mano hacia los protestantes sin mover su posición. Les vino a decir que deberán ser ellos los que, si quieren acercarse a Roma, den ahora un paso.

Aunque el pastor Nikolaus Schneider, presidente del Consejo de la Iglesia Evangélica Alemana, consideró las palabras del Papa una “rehabilitación de la persona de Martín Lutero”, y los líderes protestantes invitaron al Pontífice a la celebración del V Centenario de la publicación de las tesis del reformista (en 2017), las expectativas no se cumplieron. Al día siguiente, la palabra más repetida por los diarios era enttäuschung (decepción).

Más prometedor resultó el encuentro con representantes de las Iglesias ortodoxas alemanas en Friburgo. Les dijo que son los que teológicamente están más cerca de los católicos para, después, presentar un objetivo de peso: “Esperemos que no esté muy lejos el día en que podremos de nuevo celebrar juntos la Eucaristía”. Para convertir este deseo en realidad tendrá que emplearse a fondo el cardenal Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, quien ha tenido un papel protagonista en esta visita. Benedicto XVI también exaltó ante los ortodoxos los campos donde la sintonía es total: la defensa de la vida humana “desde su concepción hasta su muerte natural” y la idea del matrimonio tradicional.

En un segundo plano estuvieron los encuentros interreligiosos que mantuvo el Papa. Primero, con los judíos, a quienes brindó otra condena del Holocausto y una frase para recordar: “Adolf Hitler era un ídolo pagano que quería ponerse como sustituto del Dios bíblico”. De los musulmanes exaltó su “dimensión religiosa” y les invitó al próximo Encuentro de Asís.

En el nº 2.770 de Vida Nueva.

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