Tribuna

Una terna variopinta: el vicario, el auxiliar y el vicesecretario

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Tras una hora de reunión extraordinaria a puerta cerrada, la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ha dado a conocer a los tres candidatos a secretario general de los obispos españoles para los próximos cinco años. Conforman la terna Jorge Fernández Sangrador, vicario general de la diócesis de Oviedo; Luis Argüello, obispo auxiliar de Valladolid; y Carlos López Segovia, vicesecretario para Asuntos Generales de la Conferencia Episcopal.

Citados así por orden de elección, que no necesariamente de avales o de votos, como se llegó a especular después de que la propia Oficina de Información de la Conferencia Episcopal enviara una segunda nota de prensa en la que rectificaba la enumeración de los tres candidatos según ese criterio, un gesto de minuciosidad para borrar cualquier suspicacia. Pero, ¿quiénes son y cómo llegan a ser candidatos el obispo y los dos sacerdotes en la que se presenta como una de las elecciones más abiertas de las vividas en la Casa de la Iglesia?

Fernández Sangrador, directo de Oviedo

El primero de ellos, Fernández Sangrador llegaría con el respaldo directo de su arzobispo, Jesús Sanz. Aunque el sacerdote asturiano huye de toda etiqueta, fuentes de Añastro aseguran que su candidatura estaría avalada “por los prelados más conservadores, con más resistencias a Francisco y más críticos tanto con la gestión del secretario saliente -Gil Tamayo- como del presidente Ricardo Blázquez”.

Este grupo de prelados, que contarían además con el visto bueno del ex presidente Antonio María Rouco Varela, buscarían a través de Fernández Sangrador un estilo de relaciones con los poderes públicos y de presencia de la Iglesia ante la opinión pública diferente al perfil bajo mantenido hasta ahora. “Es más, su elección supondría la previa al desembarco de Sanz como presidente del Episcopado cuando toque relevar a Ricardo Blázquez en 2020”, auguran estas mismas fuentes.

A pesar de que el vicario habría expresado a lo largo de las últimas semanas sus reticencias para ser elegido secretario general, en tanto que está desarrollando en Oviedo una misión con la que se siente plenamente identificado y reconocido, no parece que se le haya escuchado. Y es que, al parecer, Fernández Sangrador no guardaría muy buen recuerdo de su paso por Añastro como gestor, donde tuvo que afrontar no pocas dificultades en su etapa como director general de la Biblioteca de Autores Cristianos y de Publicaciones de la Conferencia Episcopal Española.

Argüello, el descanso de Blázquez

El obispo auxiliar de Valladolid, Luis Argüello, sería el más inesperado del trío que mañana se someterá al escrutinio de la Asamblea Plenaria. Aunque su nombre se dejaba caer en alguna quiniela, parecía ser descartado de inmediato en tanto que no parecía tener sentido que los dos cargos principales del Episcopado español quedaran concentrados en los dos pastores de Valladolid.

Hasta ahora Argüello tenía un papel más que relevante en la gestión y representación institucional de la archidiócesis, teniendo en cuenta las responsabilidades del arzobispo Ricardo Blázquez tanto en Madrid como presidente del Episcopado como en Roma, por las funciones como cardenal delegadas en él por el papa Francisco.

Desde que en 2016 fuera elegido obispo auxiliar, en él han descansado los desvelos y preocupaciones generadas en la diócesis. Por ejemplo, Argüello asumió la dirección del seminario vallisoletano tras el inesperado fallecimiento de su rector hace un año.

De la misma manera, también ha sido custodio de las preocupaciones de Ricardo Blázquez en la Conferencia Episcopal. Confidente del cardenal, la relación de confianza plena entre ambos y el conocimiento mutuo permitiría un rápida transición con Gil Tamayo y un acomodo asumible a sus nuevas funciones en tanto que contaría con el mismo “jefe” en dos plazas distintas. Hay quien habla del “tandem perfecto”. Eso sí, de desembarcar en Madrid, Blázquez se vería obligado a reestructurar de forma significativa el organigrama diocesano de Valladolid.

Argüello, además del beneplácito de su arzobispo, también contaría con el respaldo de aquellos prelados que se identifican con la línea del Papa Francisco. De la misma manera, aglutinaría también los apoyos de aquellos que consideran necesario que al frente de la Secretaría General de la Conferencia Episcopal haya un obispo, tanto como aval en las relaciones con los poderes públicos como de puertas para adentro, dadas las no pocas trabas que encontró José María Gil Tamayo por su condición de sacerdote.

López Segovia, el fontanero de Añastro

El tercero en la lista es Carlos López Segovia, vicesecretario para Asuntos Generales de la Conferencia Episcopal desde hace cuatro años. Mano derecha del hasta ahora secretario general, José María Gil Tamayo, se ha convertido, según los propios trabajadores de la Casa de la Iglesia, en un pilar fundamental. Su nombramiento sería tanto un signo de continuidad como de reconocimiento a su predecesor.

Destacan de él su eficacia y discreción, además de su capacidad para coordinar a las distintas áreas de Añastro, lo que haría el traspaso de poderes de una forma sencilla, “porque conoce el engranaje de la Conferencia como nadie y es un valor a tener en cuenta sobre todo ante los tiempos convulsos que se viven dentro y fuera de la Iglesia”. Este sacerdote jienense, al que algunos denominan ya “el fontanero de Añastro” por su capacidad para resolver problemas varios, es el más joven de los candidatos.

Tras darse a conocer la terna, hay quienes ven únicamente dos candidaturas en las que se concentrarían los votos de las dos sensibilidades presentes en el Episcopado español. Por un lado, la de López Sangrador. Por otro, Argüello, considerando a López Segovia, como el apoyo perfecto para este último.

Finalmente, no ha formado parte de la terna el obispo auxiliar de Santiago de Compostela, Jesús Fernández, en el que ayer todos los focos tenían puesta su mirada, porque llegaba con el respaldo de no pocos obispos. “Espero que sea una falsa alarma”, les decía a algunos de ellos, aunque nunca mostró resistencia. Sí las habría manifestado el arzobispo de Santiago, Julián Barrio, que habría expresado su negativa a que la candidatura saliera adelante, como así ha ocurrido.