Tribuna

Pascua: “Escuchar y caminar juntos”

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“Que todos los pueblos te den gracias. Que canten de alegría las naciones, porque gobiernas a los pueblos con justicia y guías a las naciones de la tierra” (Salmo 66, 5-6)

La iglesia del resucitado fallaría gravemente si se hace frontera en lugar de encuentro. No está llamada a encerrarse y buscarse a sí misma; si hace eso se pierde, su horizonte no está en el éxito ni en la fuerza de un poder de este mundo, sino mucho más allá.



El espíritu del resucitado

Nuestro horizonte eclesial es el de la universalidad, ligados a la realidad fundante en Cristo Alfa y Omega, amamos el mundo y a toda la humanidad y caminamos por los caminos de la historia con el deseo de encuentros humanos que generen espacios de comunidad para la eternidad. No hemos de caminar por las cargas y los préstamos de un Dios lejano, sino por el pan compartido y por la sangre derramada que ha obtenido la victoria y nos ha adentrado en la alianza nueva y eterna. Esta es la palabra que hemos de guardar y vivir, la que da vida y genera amor, no somos hijos de mandamientos y miedos, sino de la entrega generosa.

Ahora tenemos el espíritu del resucitado, su alegría y su ánimo y no podemos ser razón de tristeza y desesperanza en medio de la historia. Hemos de saber alegrarnos del momento que nos toca vivir y de la esperanza que nos ilumina. El camino para una realidad nueva, para ascender a lo profundo de la vida y a la alegría de lo sano y lo bueno vendrá por pasos de verdad y sencillez en el vivir y en el ser. Necesitamos avanzar en el seguimiento de Cristo que nos abre a la fraternidad verdadera con toda la realidad:

  • Recuperar el verdadero sentido de origen en nuestro ser criaturas con principio y fundamento, a nuestro verdadero ser descubierto en un yo, liberado del ego, que posibilita el reconocimiento de que he crecido en un nosotros al que no debo renunciar nunca, sino alimentar y cuidar como lugar de verdadera identidad. Soy de los otros y con los otros.
  • El reto de la sociedad hoy pasa por la conversión a lo comunitario, nuestra sociedad está enferma de progreso y tecnología en clave de éxito competitivo sin conexión con lo humano y lo fraternal. Volver a reconstruir los lazos de lo humano en toda la realidad económica, social y política es cuestión de urgencia. Los cristianos, tocados por la sangre de Cristo, estamos llamados a ser testigos de alianzas realizadas de la esperanza de una alianza sellada con eternidad por la entrega del hombre Jesús en la cruz, que se adentra en el corazón del Padre inaugurando una humanidad nueva. Creemos que lo humano se realiza en lo comunitario. Necesitamos una Europa humanista y comunitaria; un mundo de fraternidad frente a la violencia de la guerra.
  • Conversión a la austeridad felicitante. Hay un modo de vivir en libertad, que pasa por saber distinguir lo que es necesidad, deseo y capricho. La necesidad cubierta de toda la humanidad será factor de humanismo pacífico y equitativo, pero eso sólo será posible por la vida de la entrega de caprichos que generan injusticia y desigualdad. Hoy la humanidad necesita la liberación del capricho para conquistar la alegría de la fraternidad. Este camino lo será de encuentro con la naturaleza, de cuidado de la casa común que se hará habitable para todos y nos mostrará su generosidad de un modo nuevo. La ecología integral es llamada urgente a la conversión para lo humano y el gozo de lo divino. Necesitamos escuchar y caminar juntos.
  • Recuperar un sentido nuevo del tiempo. Saber reconocer que la vida es la existencia colmada, llena de sentir, de emoción, de gozo y de luz. El tiempo es lugar para la vida, pero queda agotado y sometido cuando la rapidación impide lo profundo, lo verdadero, lo auténtico. Un mundo de mercado, económico, social de prisas arrolladoras son la actualización del faraón y de la esclavitud. Dios quiere bajar a liberarnos, a recuperar el verdadero valor del tiempo en la clave de una historia que lo es de salvación y de vida. Humanizar el tiempo es el reto de una revolución que hoy se hace necesaria. La cuaresma es una llamada a vivir el tiempo de un modo nuevo, como “señores del sábado”.

Así es el camino que nos puede liberar y arrancar de la oscuridad y la pesadez de una vida y un ser agotado. Hay caminos para la libertad y la luz, podemos ascender y transcender nuestra existencia en una esperanza fecunda y verdadera, tenemos motivos para cantar con fuerza el aleluya de nuestra salvación. Hoy la tierra y todos los pueblos necesitan de la gracia y la luz de la salvación, para poder entonar un verdadero “Laudato si’”.