Tribuna

Mis reflexiones sobre este proceso sinodal

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Estamos viviendo, sin duda, un tiempo de gracia. Un verdadero kairós. No porque no seamos conscientes de los enormes conflictos que afectan la vida y producen tanto sufrimiento en el mundo y la Iglesia, sino porque justamente por ello, Dios se va haciendo presente con más fuerza para llamarnos a ser una presencia eclesial más relevante, coherente y significativa en la vida de los que sufren, como hizo Jesús. No hay otra vía, no hay otra vía.

La novedad del proceso sinodal panamazónico

Pero, ¿cuál es la verdadera gran novedad en todo este proceso sinodal panamazónico? Es, como lo dice bellamente el No. 2 del Instrumentum Laboris, la irrupción de un nuevo sujeto eclesial en perspectiva territorial que va llegando desde la periferia. Este sujeto Pueblo de Dios en la Panamazonía es resultado de la constatación de que no podemos seguir respondiendo de manera aislada.

Necesitamos abrazarnos con todas las fuerzas al Cristo que sigue siendo crucificado en este territorio, y caminar este tránsito con Él hacia la pascua en la que la muerte no tiene, ni podrá tener jamás, la última palabra. La territorialidad como lugar teológico no es una amenaza contra la manera de comprensión y organización tradicional de la Iglesia, sino la expresión de la continuidad del misterio de la encarnación a la que no se le puede poner límites. Dios sigue encarnado y encarnándose en los márgenes donde Él mismo decidió venir a territorializarse a través del salvífico vientre de nuestra madre María, mujer sencilla y de la periferia.

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Procesión de apertura del Sínodo Panamazónico / Guilherme Cavalli

Como REPAM (adscrita a la presidencia del CELAM, y co-fundada además con la CLAR, CÁRITAS y la CNBB) constatamos que esta territorialidad amazónica, como lugar teológico, nos hace experimentar con más fuerza el don de la comunión. En red nuestras fragilidades son menos frágiles, nuestras incapacidades de responder ante tremendas limitaciones existenciales y materiales son más llevaderas, y funcionamos como red de apoyo, intercambio y vivencia de una espiritualidad en común. Es así que con mucha fragilidad escuchamos y acompañamos, y tratamos de afrontar las violencias sistemáticas contra los más vulnerables y, crear mecanismos más eficaces de evangelización en este sitio.

Queremos, por tanto, una nueva estructura regional panamazónica que sea el vehículo propicio para llevar adelante las novedades del Espíritu en este Sínodo y que permita también afirmar la dimensión eclesiológica emergente.

Algo nuevo está naciendo

No es casualidad que la experiencia de trabajar en comunión eclesial Panamazónica, como la que hemos vivido estos años, sea una luz pequeñita que ha ayudado a otros territorios a pensarse desde esta misma perspectiva: en el Congo, en Mesoamérica, en parte de la región de los bosques tropicales de Asia Pacífico, en la articulación Europea alrededor de Laudato Si’, y, más moderadamente, en Norteamérica y en el acuífero Guaraní. Parece que algo nuevo está naciendo.

En la Amazonía, ha tomado un tiempo, pero se han logrado armonizar ámbitos específicos, siempre incompletos: diversidad institucional, de estructuras eclesiásticas, de estados naciones distintos, de congregaciones, de identidades culturales, de idiomas, etc., bajo la certeza de que solos no podemos, que el tiempo presente llama a responder juntos ante los graves signos de crucifixión de tantos hermanos y hermanas, ante las expresiones de muerte cotidiana e irreversible de nuestra hermana madre tierra.

Creo honestamente que uno de los grandes gestos proféticos de este Sínodo podría ser, la posibilidad de confirmar esta intuición del Espíritu con una estructura que viabilice que todo aquello que aquí sembremos tenga posibilidad de subsistir y ser un servicio para que haya más vida.

En ese sentido el papa Francisco ha dicho que este Sínodo es hijo de ‘Laudato si’’, y lo es; pero es definitivamente también hijo de la ‘Evangelii gaudium’ (y por ello sería entonces sobrino de Aparecida), y es definitivamente hermano de la ‘Episcopalis communio’. Es decir, en este gesto podríamos acompañar las tres conversiones que nos han sido heredadas desde el Concilio Vaticano II, y que son también parte esencial del itinerario del Papa: la conversión pastoral para una Iglesia en salida misionera (‘Evangelii gaudium’), la conversión ecológica para el cuidado de la casa común (‘Laudato si’’), y la conversión hacia la Sinodalidad de la Iglesia (‘Episcopalis communio’).

Lo pedimos en el nombre de Jesús, fuente, origen y fin de este camino de ascenso a la Cristificación. Comparto la frase de un gran paleontólogo, teólogo y místico: “cuanto más vasto sea el mundo, cuanto más orgánicas sus conexiones interiores, tanto más triunfarán las perspectivas de la encarnación”