Tribuna

Javier Darío Restrepo ‘in memoriam’

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Me ha conmovido la noticia de la muerte del periodista colombiano Javier Darío Restrepo acaecida en Bogotá el 6 de octubre. Tuve la dicha de conocerlo y tratarlo en diversas ocasiones en el CELAM, pues era invitado de lujo, audaz, lúcido, honesto, con una libertad interior y una capacidad humana y cristiana envidiables para tratar con altura temas vidriosos y complicados. Experto en ética periodística, unía su ciencia y saber a una trayectoria impecable, insobornable y con esa pizca de humor que sabía ponerle a todas sus intervenciones.

En muchas ocasiones tuve oportunidad de compartir su sabiduría en los encuentros que el CELAM organizaba en distintas disciplinas. Además de oírlo, provocaba unos diálogos iluminadores que incitaban a hacerse con sus obras para encontrar la veta de una reflexión que era producto de su formación humana, cristiana y el ejercicio del periodismo a muchos niveles. Sentí una gran alegría cuando supe de su nombramiento como director de la edición colombiana de la revista Vida Nueva, lo que garantizaba la amplitud de miras, la crítica honesta, la trasparencia y la búsqueda incesante de la verdad.

La entonces directora de PPC-Colombia, Pilar Torres Silva, y Javier Darío Restrepo

Trabajador incansable, en sus casi 87 años de vida, fue un ‘fablistán’ incansable. Los muchos premios y reconocimientos, al igual que su docencia universitaria, dan fe de su aporte a una disciplina sometida a los intereses más variados y contradictorios. Somos muchos los latinoamericanos que tuvimos ocasión de compartir con él en esos seminarios cargados de buenas nuevas que incitan a trabajar por el bien y la verdad. Libro abierto para tratar los temas más agudos, su ejemplo de laico comprometido lo convierte en uno de esos bautizados que necesitamos en todas las latitudes para ejercer profesiones que son más bien una vocación de servicio y un aporte para que la equidad y la justicia brillen desde los excluidos y pobres de la tierra.

Sirva este breve recuerdo para expresar la admiración que siempre sentí por sus enseñanzas y por haber gozado de su amistad y cercanía. Descanse en paz y que la estela de sus escritos permanezca en el tiempo como una luminaria para que no nos dejemos comprar por el primer postor que nos ofrezca prebendas para silenciar la verdad. Descanse en paz, hombre bueno y fiel, ejemplo de generaciones y modelo para los actuales y futuros comunicadores sociales, que tanta falta están haciendo en el mundo entero. La Iglesia latinoamericana debe hacer memoria de este servidor y ponerlo en el panteón de los que han ayudado a consolidar el pensamiento y la acción de nuestra Iglesia regional.