Tribuna

Ernesto Cardenal: adiós al novicio de Thomas Merton

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La muerte de Ernesto Cardenal no es un apagón, sino un destello en el universo de la vida y de la poesía. Él, que había escrito que la poesía es “el canto y el encanto por todo lo que existe”, reunía en su obra y personalidad el amor a su tierra, el amor a los que luchan por la libertad de hijos de Dios y el amor por la poesía; pero, en los últimos años de su vida, “apuntó su telescopio a la noche oscura y empezó a hurgar al Dios del universo”, y de ahí nació su Cántico cósmico.



Cardenal confesaba que le costaba mucho escribir: “… Nunca pensé que pudiera ser autor de unos pocos libros siquiera. Y después renuncié a escribir para entrar a un monasterio trapense que es antiliterario. Fue una renuncia que hice para Dios. Me parece que fue como un premio que Dios me dio por aquello a lo que yo renuncié, haciendo que ahora pueda escribir libremente… Siento gratitud”.

escritor y poeta

Poeta, pues, sacerdote y revolucionario, Ernesto Cardenal fue novicio de Thomas Merton en Gethsemani entre 1957 y 1959. Ambos comenzaron su correspondencia en 1959, después de que Cardenal volviese a Latinoamérica, y los dos continuaron intercambiando cartas hasta el fallecimiento de Merton en 1968.

Cartas con Thomas Merton

Las misivas de Merton documentan su entusiasmo por Nuestra Señora de Solentiname, la fundación contemplativa que el propio Cardenal creó en Nicaragua en 1965, y fueron publicadas en ‘The Courage for Truth’ (110-163). En 1998, Cardenal publicaría su intercambio epistolar con Merton en ‘Del monasterio al mundo. Correspondencia entre Ernesto Cardenal y Thomas Merton’ (1959-1968).

Estas cartas no solo reflejan la crisis de estabilidad de Merton en 1959 y la resolución de dicha crisis (permaneció en Gethsemani), sino que también ilustran casi al completo su vida durante los años 60. Y es que Merton había encontrado en Cardenal a alguien con quien podía compartir sinceramente lo que pensaba y sentía como contemplativo, crítico social y escritor.

Ambos sintonizaron en sus inquietudes, en su visión del cristianismo y en la función que debe desempeñar la poesía. Eran almas muy semejantes, a las que les unió la renuncia a escribir y, una vez superado este inexplicable paso, su vuelta de nuevo a la literatura con un espíritu libre y renovado. Para ambos.

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