Tribuna

En los conventos hay un tesoro

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La fotografía es precisa, lo que denota la mano firme de un fotógrafo profesional. El tema puede parecer baladí: dos monjas cuidando de un jardín. Una hermana mueve una maceta grande y la otra va a su lado. Una luz suave traspasa las hojas. Podrían ser los años 50 o 60. Las monjas retratadas no tienen nombre ni apellido, no son ni jóvenes ni viejas. Son un símbolo que destila serenidad y paz interior.



Para los habitantes de Éboli, esa foto tiene un significado y un valor distinto porque representa la memoria de quienes han formado parte de la comunidad. Porque estas dos religiosas en el jardín del convento forman parte del archivo fotográfico digital de Éboli, que se ha dado en llamar Ebad. La fotografía de Éboli es otra tesela de los mosaicos que son los archivos de las órdenes religiosas femeninas. Muchas de estas piezas preciosas todavía son desconocidas. Así sucede, por ejemplo, con el archivo fotográfico del Archivo Histórico de la Curia General de las Hermanas Capuchinas de Madre Rubatto. El único que se ha sumado a un proyecto llamado Censo de Fotografía Italiana, puesto en marcha por el Ministerio de Patrimonio Cultural.

El Archivo Histórico de las Hermanas Capuchinas de Madre Rubatto contiene unas 5.000 fotografías acumuladas a lo largo de un siglo y medio de vida de la orden, concentradas en los últimos cuarenta años del siglo XX cuando las capuchinas publicaron la revista ‘Un ideale vissuto’ (Un Ideal Vivido) para conectar a sus comunidades en el mundo.

Hubo una madre general, Romana Villa, también fotógrafa, que entendió la importancia de documentar las visitas a las misiones y la vida misma de las misiones. La conservadora y archivista Laura Caroselli explica que, en 1937, al final de la guerra de ocupación de Etiopía, “los capuchinos pidieron a Propaganda Fide la ayuda de las capuchinas para continuar el servicio en el leprosario de Harar. Los padres ya estaban allí, pero las hermanas África no conocían nada de la situación. Así, se enviaron varios álbumes de fotos a Roma para mostrar a las hermanas la realidad donde irían a operar. Son fotos muy pequeñas, probablemente tomadas por los mismos frailes, donde aparecen escenas de la vida cotidiana e imágenes de los enfermos. Es una documentación sociocultural excepcional”.

Hubo más fotos de Etiopía. Seguramente tomadas ya por las propias monjas durante el trabajo con los leprosos que terminaron en un álbum oficial. Pero la documentación “africana” solo cubre algunos años. En 1942, bajo la furia de la Segunda Guerra Mundial, los italianos fueron derrotados en África Oriental, las religiosas fueron repatriadas por los británicos y desde hace veinte años no hay más fotos en sus archivos de ese continente. Las hermanas combonianas, las misioneras Pías Madres de la Nigricia, acaban de exhibir una selección de fotos de su archivo en una exposición en la Casa Madre de Verona con motivo del 150 aniversario del Instituto. Son instantáneas hermosas y emotivas que hablan de la fe, de la vida, de las dificultades, de las esperanzas y del optimismo de su misión.

El archivo de las salesianas

Para celebrar el 150 aniversario del instituto, el Centro de Estudios de las Hijas de María Auxiliadora ha elaborado un rico volumen fotográfico. Hasta la década de 1960, las religiosas salesianas creaban álbumes de fotos profesionales, para destacar las características de la misión, así como fotografías de las comunidades en determinados momentos. Fotos de 106 países en los 5 continentes con un valor incalculable. La responsable del archivo, Angela Marzorati, preparó el volumen junto con la historiadora Grazia Loparco, y explica: “Podemos hablar de unas 150.000 imágenes en diferentes soportes: 86.000 fotografías en papel, 300 álbumes, 28.000 diapositivas y 1.200 preciosas imágenes en vidrio. Las fotos datan de fines del siglo XIX, porque nuestras comunidades del mundo enviaban imágenes al centro para documentar lo que se estaba haciendo”.

El libro que documenta fotográficamente ciento cincuenta años de actividad salesiana se divide en tres secciones. Ángela prosigue: “Sobre los orígenes hasta 1888, año de la muerte de nuestro fundador, no tenemos mucha documentación”. Luego está el período de la consolidación hasta los años 60 ya era mucho más rico. Por último, la tercera fase, hasta el presente, muy rica en imágenes: “No siempre se ha encontrado la fecha exacta, pero podemos determinar la década”. “El volumen quiere ser una forma de justicia histórica para muchas hermanas que han vivido 150 años de actividad junto a cientos de miles de niñas, niños, jóvenes”, concluye Loparco.

Analicemos estas fotos porque, a pesar de reflejar distintas épocas y lugares y de las diferencias entre las diferentes órdenes, hay un elemento común entre todas ellas: las fotos documentan el trabajo de las hermanas y no a las hermanas mismas. En otras palabras, a diferencia de las fotos privadas que atesoran los momentos de una historia familiar, estas no atienden tanto a nombres y fechas como a reflejar el sentido del trabajo realizados y dar a conocer lugares y ambientes lejanos.

La documentación fotográfica de las buenas obras fue algo común entre las órdenes religiosas femeninas. Y empezó muy pronto, con la primera aparición de la cámara, a mediados del siglo XIX porque en Roma los papas comprendieron inmediatamente la fuerza del nuevo instrumento. “Hay un detalle muy significativo de cómo la Iglesia vió la importancia de lo que entonces era un invento recién nacido: en la Galería dei Candelabri del Vaticano, en la sección dedicada a la pintura, –entre el tapiz y el grabado, consideradas artes menores–, hay una cámara como homenaje al arte más nuevo”, explica Ilaria Schiaffini, profesora de Historia de la Fotografía.

El Papa Pío IX captó desde el principio el valor de la fotografía. Hay una famosa imagen, un daguerrotipo, que lo inmortaliza en la estación mientras mira desde el tren. Su sucesor León XIII fue muy aficionado a la fotografía, como indica Edoardo Maggi, historiador del arte: “Como cardenal, publicó un poema, Ars Photografica, en el que definió la invención como un maravilloso producto del ingenio”.

“Lamentablemente se han digitalizado muy pocos archivos fotográficos de las órdenes religiosas femeninas. Se pueden encontrar algunos con motivo de celebraciones especiales, como un centenario, la canonización de una fundadora o un aniversario. Partimos de la década de 1930 y muchas veces las fotos de las órdenes femeninas son fotos grupales, documentan las misiones y hasta a veces entran en conflicto con nuestra sensibilidad actual, por ejemplo, cuando vemos a los niños en los orfanatos de la época. Reflejan un tipo de pastoral desfasada y algo paternalista. Son de documentos muy interesantes que plasman la cultura del momento”.

Pensemos en las dos monjas de Éboli. Podemos leer el espíritu optimista de un pasado reciente. Y sonreímos con ellas, con las monjas jardineras.


*Artículo original publicado en el número de junio de 2023 de Donne Chiesa Mondo. Traducción de Vida Nueva

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