Tribuna

El efecto Cobo: ¿quién será el próximo presidente de los obispos españoles?

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La designación de José Cobo como arzobispo de Madrid altera el tablero del Episcopado español. O más que alterarlo, lo redibuja a futuro. Al situarlo al frente de la principal archidiócesis española con 57 años, el Papa lanza un mensaje al resto de pastores sobre su ser y hacer en la Iglesia y en medio de la sociedad, de la misma manera que fue marcando el rumbo con los cardenalatos de Blázquez, Omella y Osoro.



El nuevo nombramiento, de por sí, tendrá una inmediata repercusión en la cúpula de la Conferencia Episcopal Española. En teoría, Osoro dejaría de ser vicepresidente en la Asamblea Plenaria de otoño, cuyo puesto tendría que asumir el obispo de Málaga, Jesús Catalá, según marcan los estatutos por ser el miembro de la Comisión Ejecutiva más antiguo por ordenación episcopal. Se trataría de una sustitución temporal, puesto que en la Plenaria de primavera de 2024 es turno de elecciones en la cúpula episcopal.

Con nombre y apellidos

Los obispos tendrán que elegir de nuevo presidente y vicepresidente. Con Osoro jubilado, se da por hecho el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, no repetirá en el cargo puesto que contará con 77 años. A priori, hasta el nombramiento de Cobo, un candidato parece jugar con más papeletas. De hecho, hay quien ya lo da por resuelto con nombre y apellidos.

Se trata del arzobispo de Valladolid, Luis Argüello, para el que hay quien soñó y medió para entregarle el báculo de Madrid. Secretario general del Episcopado hasta noviembre del año pasado. Renunció para ocuparse de la diócesis castellanoleonesa. Avalado por su gestión en Añastro, sus hermanos obispos le han elegido cabeza de cartel de la Iglesia española para el Sínodo de la Sinodalidad, como antesala a votarle por mayoría en primera ronda en marzo del año que viene. Cuenta, de entrada, con el respaldo manifiesto de algunos arzobispos y eméritos.

Sin embargo, según ha podido confirmar Vida Nueva, en Roma no parecen ver con buenos ojos esta vía. Aprecian su entrega como secretario general y su capacidad intelectual vertida en el documento ‘El Dios fiel mantiene su alianza’. Sin embargo, algunas de sus recientes manifestaciones en el ámbito pastoral y político no acabarían de convencer en San Pedro.

Candidaturas abiertas

Desde ahí, podría abrirse la vía a otros candidatos para presidir el Episcopado español, teniendo el perfil de José Cobo como referente. ¿Esto significa que Cobo sería candidato en marzo? La posibilidad parece descartada, en tanto que supondría una excesiva sobrecarga cuando apenas llevaría ocho meses al frente de Madrid. Sin embargo, el máximo responsable eclesial de la Villa y Corte siempre ha de ser considerada una figura de referencia, presida o no el Episcopado.

Desde los pasillos vaticanos miran para el cargo a su vecino, el obispo de Getafe, Ginés García Beltrán. Las dificultades de Osoro para hacerse con las riendas de la archidiócesis, no las habría tenido el pastor almeriense para propiciar lo que podría denominarse como “un cambio tranquilo” en el sur de la capital. Aunque el territorio no cuenta con la categoría eclesiástica de ‘arzobispado’, por población Getafe es la quinta más poblada de España y motor, entre otras, de la pastoral juvenil.

Eje centrado

De hecho, fuentes vaticanas confirman que en la última terna manejada para Madrid, García Beltrán era un candidato firme, respaldado y apreciado. A ello habría ayudado además su gestión como presidente de la Fundación Pablo VI, así como su mano izquierda en el complejo entuerto que se vio sumido en su momento dentro de la Asociación Católica de Propagandistas. Precisamente su capacidad mediadora y sin excesos hace que ahora se confía en él, no solo para apoyar a Cobo y para orientar al recién llegado obispo de Alcalá, Antonio Prieto. Podría ser una pieza clave en el engranaje de la Conferencia Episcopal, que ya cuenta con César García Magán como secretario general.

Configurar un eje Madrid-Toledo-Getafe/ Cobo-Magán-Beltrán haría fluida la gestión de la Iglesia española, facilitaría la interlocución, limitaría los kilometrajes y activaría casi de inmediato cualquier reunión de crisis urgente que pudiera surgir ante cualquier tema de relevancia, sea por cuestiones pastorales, relaciones Iglesia-Estado, la lucha contra los abusos….

Toledo ha aportado a César García Magán como secretario general y  García Beltrán llegará a las elecciones de 2024 con la tranquilidad de tener encaminada la reforma de Getafe que se le encargó desde Santa Marta al que Francisco llama “el toro bravo”, y, por tanto, con capacidad para asumir el timón de Añastro, ya que cuenta además con el tándem efectivo del obispo auxiliar José María Avendaño y el vicario general Javier Mairata.

Junto a los nombres de Argüello y García Beltrán, de inmediato, por puro escalafón, podría situarse como candidato cualquier otro arzobispo español, desde Mario Iceta hasta José María Gil Tamayo. Pero, de nuevo, la distancia con la capital restaría operatividad a un puesto que, a priori, parece estar reclamando más presencialidad. Eso sí, todo este planteamiento se avista sin tener en cuenta que, de aquí a marzo, Francisco podría despejar las dudas aún más si, en un hipotético caso, volviera a caer una birreta púrpura en nuestro país.