Pliego
Pliego VN 3.116
Nº 3.116

Memoria agradecida de Fernando Sebastián

El cardenal Fernando Sebastián Aguilar fue un gran misionero claretiano. Le conocí en 1960 como alumno suyo en el Teologado Claretiano de Salamanca y he mantenido estrecha relación con él hasta su muerte. Los servicios y ministerios no siempre nos permitían el encuentro, pero la comunicación no se interrumpió.

Escribo desde la experiencia de haber tenido en él a un hermano, un maestro y un amigo. Es mucho lo que viví con él, pero fue más lo que me impulsó a proyectar y realizar. Eso es lo propio de los grandes maestros: abrir los ojos y empujar a ir más allá. Tengo una deuda de gratitud que nunca podré pagar. Por eso, lo que diga siempre quedará corto.

Fernando Sebastián no necesitaba airear que era claretiano. Le bastaba con serlo. Y como claretiano ejerció la docencia en el Teologado Claretiano de Salamanca, dirigió la revista ‘Efemérides Mariológicae’, fue decano y rector de la Universidad Pontificia de Salamanca, y luego obispo de León, Granada, Málaga y Pamplona-Tudela. Ejerció el ministerio de la Palabra hablada y escrita abundantemente a obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y seglares. Lo mismo que hacía su fundador, san Antonio María Claret. (…)

Cardenal Aquilino Bocos Merino, cmf.

Fernando Sebastián Aguilar, cardenal de la Iglesia romana, creyente ejemplar, inteligente, lúcido, conciliador, ha muerto dejando una estela sorprendente de simpatía y admiración. Fue un testigo importante de la transición eclesiástica y política, pero pagó un precio personal elevado por su coherencia y rectitud.

El cardenal Tarancón era inteligente pero, tal vez, demasiado honrado para imaginar que las asechanzas le cercaban. Al cumplir los 75 años, presentó la dimisión como era preceptivo, pero no sospechó que podía ser aceptada tan pronto, se encontraba bien y quedaban cosas por conseguir en la diócesis. En una conversación con Fernando Sebastián, secretario general de la Conferencia Episcopal, le informó de que había hablado en Roma de él como su sucesor en Madrid. Sebastián le miró risueño y le indicó: “Eso quiere decir que puedo quedar tranquilo, nunca me nombrarán obispo de Madrid”.

¿No intuía don Vicente que sus días estaban contados y que su persona no gozaba del favor de los nuevos dirigentes vaticanos, apoyados en este tema por algunos españoles? Poco después de la visita de Juan Pablo II a España, preparada con detalle y éxito por Fernando Sebastián, fue nombrado Ángel Suquía nuevo arzobispo de la capital española. (…)

Juan María Laboa

Esta vez, el 24 de enero, sí obedeció y descansó D. Fernando Sebastián Aguilar. Era la voluntad de Dios. Hasta entonces y, pese a la edad y, sobre todo, a la intervención por el fallo del corazón, hace pocos años, no hizo caso a quienes le aconsejaron reducir su actividad. Se había propuesto, según dijo, aceptar solo compromisos para ayudar a sacerdotes, pero siguió dando clases, que decía eran para él un descanso, escribiendo y acudiendo a las frecuentes invitaciones a congresos, celebraciones y conmemoraciones importantes.

Conocí y empecé a tratar a D. Fernando cuando fui nombrado obispo auxiliar de Oviedo, en enero de 1980. Él era, desde agosto de 1979, obispo de León, perteneciente, como yo, a la Provincia Eclesiástica de Oviedo. (…)

José Sánchez González

Religioso ejemplar, profundo teólogo y pensador, pastor solícito en León, Granada, Málaga y Pamplona-Tudela, cardenal con sobrados méritos para serlo pero que nunca aspiró a la púrpura, aragonés de raza que se enraizó en Castilla, Andalucía y Navarra, amigo fiel. En cualquiera de estas denominaciones encaja a la perfección Fernando Sebastián. Y me atrevería a decir que, en su larga y fecunda vida, supo conjuntar todas ellas y algunas más. (…)

Antonio Pelayo

El sábado 26 de enero, en la catedral de Málaga, dábamos gracias al Padre celestial por la vida y la obra del cardenal Fernando Sebastián y confiábamos a la misericordia divina su persona y sus desvelos apostólicos durante tantos años de servicio a la Iglesia.

Con profunda y sentida gratitud al amigo y hermano en el episcopado, doy gracias a Dios por su servicio impagable a la Iglesia española, especialmente durante la Transición. En aquellos momentos difíciles supo asumir, a fondo perdido y sin esperar nada a cambio, las importantes responsabilidades que sus hermanos en el episcopado le confiaron, aunque conllevase la renuncia a otros encargos pastorales, tal vez más gratificantes desde el punto de vista humano y pastoral. (…)

Atilano Rodríguez

El telegrama de condolencia del Papa con motivo de la muerte del cardenal Sebastián menciona su “fecunda labor docente y rectora en la Universidad Pontificia de Salamanca”. En efecto, aquí fue catedrático, decano de Teología y rector. Años después, ya obispo, sería gran canciller. Por todo ello, en 2001 se le concedió la Medalla de Oro de la Universidad. Y ahora el Aula de Grados lleva su nombre.

De todos estos servicios, fue el de rector (1971-1979) el que supuso su aportación más decisiva. Eran años trascendentales desde el punto de vista eclesial y social: el inmediato posconcilio y el proceso político de la Transición. (…)

Jacinto Núñez Regodón

Escribo estas líneas entre lágrimas y sonrisas. Perder a un ser querido, a un amigo, supone un desgarro interior. A los que queremos, les queremos cerca. Y sin embargo, porque les queremos, algo de ellos, o mucho de ellos, sigue viviendo en nosotros.

De don Fernando me quedan muchas certezas. Fue un cristiano cabal que vivía cada minuto de su existencia en plena sintonía con Dios. Por eso, ni las “pamplinas” ni los escrúpulos tenían cabida en su vida. Don Fernando disfrutó de la vida que Dios puso en sus manos. Disfrutó de sus amigos, con los que supo compartir mesa y tertulia. Disfrutó de las cosas buenas que la tierra nos entrega para nuestro alimento, del campo y de la naturaleza. Disfrutó también del diálogo con quienes no pensaban como él.

Vivió siempre en actitud de apertura y buscó el encuentro. No tenía miedo. Quien vive en la presencia de Dios no teme, se arriesga. (…)

Mª Teresa Compte Grau


Índice del Pliego

  • Hermano, maestro y amigo, por Cardenal Aquilino Bocos Merino, cmf
  • El precio de la fidelidad, por Juan María Laboa, sacerdote e historiador
  • De consulta obligada y orientación agradecida, por José Sánchez González, obispo emérito de Sigüenza-Guadalajara
  • Gran cabeza, mayor corazón, por Antonio Pelayo, sacerdote y periodista
  • Entre la pasión pastoral y teológica, por Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
  • Con la renovación conciliar de la UPSA, por Jacinto Núñez Regodón, vicerrector de la Universidad Pontificia de Salamanca
  • ¡Va por usted, Don Fernando!, por Mª Teresa Compte Grau, del Centro de Pensamiento Pablo VI (Fundación Pablo VI)
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