Pliego
Portadilla Pliego nº 3.237
Nº 3.237

A los 40 años de ‘Laborem exercens’: “El gran tema es el trabajo”

Al acercarnos a la encíclica ‘Laboren exercens’ (LE), publicada hace 40 años por el papa san Juan Pablo II, conviene situar el lugar que ocupa en la larga marcha de la enseñanza social del magisterio, en la llamada Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Esta doctrina social cumple también 130 años desde la publicación de otra encíclica: ‘Rerum novarum’ (1891), de León XIII.



Para comprender la importancia de ‘Laborem exercens’, debemos comprender, valorar y amar la Doctrina Social de la Iglesia. Esta actitud debería brillar con fuerza en las comunidades eclesiales. Se ha ido avanzando bastante. Pero hará falta superar más la lacra que el cardenal Ángel Suquía denunció en 1988: “Una de las más graves deficiencias del catolicismo español es su ancestral falta de conciencia social (‘Discurso a la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española’).

La Iglesia se mete en estos temas sociales, económicos y políticos tan complejos y difíciles porque lo exige su misión. San Juan Pablo II subraya en ‘Redemptor hominis’ (1979) que el hombre es el camino de la Iglesia. Ella debe ayudar a la persona en todas las dimensiones de su vida. El Concilio Vaticano II ya lo había expresado de forma contundente: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (‘Gaudium et spes’, 1).

La DSI quiere ser fruto del amor de Dios a los hombres y mujeres que viven en convivencia social. Esta es la postura de la Iglesia. Quiere fecundar y fermentar la sociedad con el Evangelio (‘Compendio de la DSI’, nn. 62ss.), respetando la autonomía de las realidades temporales, sin suplantar a las instituciones y asociaciones civiles.

Asuntos sociales

Una Iglesia que se desentiende de los asuntos sociales que viven y sufren las personas, no está atenta a las personas en aspectos importantes, su amor queda algo lejano y no da un atrayente testimonio del amor de Dios.

Tengamos muy presente la definición que hace la Congregación para la Educación Católica de la Santa Sede (‘Orientaciones para el estudio y enseñanza de la DSI en la formación de los sacerdotes’, 1988): “La enseñanza social de la Iglesia se origina del encuentro del mensaje evangélico y de sus exigencias éticas con los problemas que surgen en la vida de la sociedad”.

Es una tarea bonita, humilde y dinámica. Lo primero que llama la atención es que la DSI es un encuentro, un diálogo. Como advierte el papa Francisco, hay que “acercarse, expresarse, escucharse, mirarse, conocerse, tratar de comprenderse, buscar puntos de contacto, todo se resume en el verbo ‘dialogar’” (FT 198). Lo segundo: el diálogo es entre el mensaje evangélico, de la fe, del amor de Dios manifestado en su Hijo Jesucristo, y los hombres y mujeres en sociedad. No hay, o no deben haber, otros intereses.

Tres puntos

Intentemos que la manera de ser de la DSI sea nuestra manera de funcionar.

Primero, lo más valioso de cada documento es el esfuerzo por acercarse a una realidad siempre cambiante y llena de problemas, y por iluminarla desde el Evangelio. La DSI es un proceso siempre dinámico, abierto y continuo (cf. ‘Orientaciones para el estudio y enseñanza’… n. 11), en un proceso de continuidad y de avance-renovación, debido a los acelerados cambios que han ido dándose en la realidad socio-económica, y a la profundización teológica que se va dando en la Iglesia.

Segundo, en este camino de diálogo y de continuidad-renovación, va surgiendo y perfeccionándose una doctrina con mejores reformulaciones. Se ha ido formulando unos criterios o principios permanentes, que son formulaciones doctrinales derivadas del mensaje evangélico y de la fe para la vida y acción de la Iglesia y para la sociedad. Orientan en la construcción de una sociedad a la altura de la dignidad humana y son expresión de amor a la humanidad.

Estos son: la dignidad de la persona humana y de sus derechos; el bien común; el destino universal de los bienes; la solidaridad y la subsidiariedad de la sociedad; la participación; los valores fundamentales: verdad, libertad, justicia social, solidaridad, opción por los pobres, caridad de la que forma parte la caridad política.

Tercero, la pregunta es quién elabora la DSI. Hemos estado hablando de encíclicas papales. Por tanto, es el magisterio pontificio. Pero, entonces, ¿qué lugar ocupa el conjunto de la Iglesia en el reflexionar y vivir la enseñanza social? Todos los miembros de la Iglesia hemos recibido la misión evangelizadora de Jesucristo. Pero cada miembro debe aportar desde su nivel: los papas y obispos con su magisterio; el Papa como pastor supremo de la Iglesia para toda la comunidad universal; los teólogos con su papel de profundización y sistematización; los laicos y laicas con su tarea de reflexión, de discernimiento y de praxis concreta, pluralista y comprometida en la realidad inmediata (cf. OA 4).

Lucha por la justicia

Las reflexiones y actividades en lo social desde abajo pueden llegar arriba y ayudar a nuevas reflexiones del magisterio. Lo muestra la siguiente anécdota: “En 1934, el presidente de la Acción Católica de la Juventud Francesa se extrañó al ver que Pío XI fruncía el entrecejo mientras él le explicaba que en su movimiento intentaban vivir al pie de la letra las enseñanzas de la QA. Por fin, el Papa le preguntó: ‘¿Cree Ud. que hoy, en 1934, no diríamos más de lo que escribimos en 1931… hace ya tres años?’. Y le explicó que la verdadera fidelidad tiene que hacerse creativa: ‘Vuestra tarea en este terreno –concluyó el Papa– es trabajar para preparar la próxima encíclica sobre la cuestión social’” (‘Doctrina Social de la Iglesia y lucha por la justicia’, HOAC, p. 61).

Cuarto, la DSI puede y debe ayudar al conjunto de la Iglesia a la evangelización: “La doctrina social tiene de por sí el valor de un instrumento de evangelización: en cuanto tal, anuncia a Dios y su misterio de salvación en Cristo a todo hombre…” (Juan Pablo II, CA 54), y “tiene como consecuencia el ‘compromiso por la justicia’ según la función, vocación y circunstancias de cada uno” (SRS 41). Así, “el mensaje social del Evangelio no debe considerarse como una teoría, sino, por encima de todo, un fundamento y un estímulo para la acción” (CA 57).

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Índice del Pliego

I. INTRODUCCIÓN: AL ENCUENTRO DE LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA

II. A LOS 40 AÑOS DE LA ENCÍCLICA ‘LABOREM EXERCENS’

1. Una nueva encíclica en el año 1981

2. Vuelve el tema del trabajo

3. Aspectos importantes que aportó ‘Laborem exercens’

a) La dignidad del trabajador

b) Los derechos del trabajador

c) El conflicto trabajo-capital y la reacción de los trabajadores

III. VIDA QUE HA ALENTADO LA ENCÍCLICA ‘LABOREM EXERCENS’

Los papas siguen con el tema del trabajo

El trabajo ha salido malparado desde 1981

Frutos en la Iglesia española

1. Desde la Conferencia Episcopal Española (CEE)

2. Desde los movimientos apostólicos obreros

IV. ALGUNOS PUNTOS EN LOS QUE PODEMOS AVANZAR

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