Pliego
Portadilla del Pliego, nº 3.281
Nº 3.281

500 años con Íñigo, el Peregrino

Aquella noche del 24 de marzo de 1522, en la iglesia de Nuestra Señora de Montserrat, en el corazón de Cataluña, nacía una vida nueva para un gentilhombre, antiguo paje de la corte de los Reyes Católicos y fiel caballero al servicio del Duque de Nájera y del emperador Carlos V. Aquel hombre, nacido en 1491, un año antes del descubrimiento de América, en la localidad de Azpeitia-Loyola (Guipúzcoa), se encuentra rodeado de gente humilde, peregrinos como él, en una pequeña y oscura iglesia románica, llena de humo, a causa de las múltiples velas y lámparas de aceite que iluminaban magníficamente el altar de la Virgen Morena.



Siguiendo el ritual de los caballeros medievales que ofrecían sus vidas a luchar por los más altos ideales, en un acto de gran devoción hacia María, Íñigo de Loyola pasa la noche haciendo su personal vela de armas, arrodillado o de pie, delante de la Virgen que le observa con cariño y le ofrece consuelo para su alma herida. Después de la misa del alba, dejando atrás su cabalgadura, sus ropajes de noble, su espada y su daga colgadas en las ofrendas a la Virgen, Íñigo se dirige a Manresa (Barcelona), donde vivirá las experiencias espirituales más impactantes de toda su vida.

En su ‘Autobiografía’, dictada ya de anciano en Roma, Manresa ocupará el 20% de su relato, a pesar de haber vivido allí escasamente un año de sus más de 65. Años de aventuras que le llevarán desde Barcelona a Jerusalén, de allí de vuelta a España: Alcalá y Salamanca, donde iniciará unos estudios que finalizará en París en 1534. Luego de regreso otra vez a España, a visitar familiares y llevar cartas de los primeros compañeros jesuitas, para dirigirse de nuevo a Venecia, Ferrara y, por último, a Roma como destino final.

Expansión de los jesuitas

Con razón, en la ‘Autobiografía’, escrita en tercera persona, se referirá a sí mismo como “el Peregrino”: miles de kilómetros por toda Europa atestiguan esta famosa característica personal de san Ignacio. Ya en Roma, lugar en el que dará forma definitiva a sus ‘Ejercicios Espirituales’ y donde escribiría las ‘Constituciones’ de la Compañía de Jesús, seguirá en contacto constante con todo el mundo. Más de seis mil cartas enviadas a compañeros jesuitas, a laicos y a eclesiásticos, y a gente de la nobleza, reyes y reinas que solicitaban consulta o a quienes Ignacio se dirigía en busca de apoyo para la expansión de los jesuitas.

Esa vida nueva que empezó aquella noche de oración cambió la historia para millones de personas en estos últimos 500 años. Estadísticas de 2021 indican que la espiritualidad ignaciana se vive en más de 152 países, a través de congregaciones religiosas, escuelas, universidades, parroquias, comunidades, grupos de laicos… alcanzando a miles y miles de personas en todo el mundo. Los jesuitas son también la orden masculina más numerosa de la Iglesia católica, con 14.839 miembros en 2021.

Vida en la corte

Fue el inicio de una vida nueva en 1522 para alguien que había vivido hasta entonces la vida de todos, como nosotros hoy, 500 años más tarde, es decir, una vida ordinaria. A los 16 años, entra al servicio del contador mayor del reino, don Juan Velázquez de Cuéllar, gracias a los buenos contactos familiares con la corte castellana, a quien servían con fidelidad. Allí crece como hombre de la corte, aprende contabilidad, a negociar entre partes enfrentadas, a leer y escribir con bonita caligrafía, y aprende también el uso de armas, como es menester, recibiendo el permiso real para llevarlas en 1518.

Disfruta de la buena vida de la corte, aplicándose bien a lo que sea necesario para agradar a su señor y obtener favores. La reina Germana de Foix es amante de fiestas y justas de caballeros, que también complacerán a Íñigo. Y, seguramente, ¡corridas de toros!, de moda ya en aquel siglo. Una vida alegre y de moral laxa. Cumplir con la moral católica es algo relajado en muchos temas, e Íñigo reconoce que actuaba acorde con su tiempo, no solo en lo que tocaba al juego y las fiestas de carnaval, sino también en lo referente a las relaciones con las mujeres. Un hombre del mundo y para el mundo; un hombre entregado a su ambición, que sabe jugar bien sus cartas y sacar provecho a su vida y a sus relaciones. Un hombre de éxito. Alguien como nosotros, viviendo la vida que nos ha tocado vivir, cumpliendo objetivos.

Un siglo de cambios

El siglo XVI es el del Renacimiento, saliendo de la oscura Edad Media. Es un siglo de cambios difíciles de digerir. Un siglo de conflicto dentro de la Iglesia católica entre diferentes facciones, infectadas por la política y la economía. El servicio al Evangelio parece alejado de la Iglesia clerical. En 1534, el Peregrino Ignacio tendrá que mediar entre las religiosas franciscanas y el clero de Azpeitia, enfrentados por el tema del cobro de los sacramentos. Tiempos complicados. El mismo Peregrino se verá acusado de ser un iluminado y acabará en la prisión de la Santa Inquisición castellana, además de ser cuestionado en múltiples ocasiones en Francia e Italia.

Es un siglo de guerras entre españoles y franceses, entre franceses y el Vaticano, entre luteranos y católicos, entre anglicanos y católicos. Enrique VIII provoca una nueva división que crea mayor confusión y dolor en el universo católico renacentista.

Si alguien piensa que nuestro siglo XXI es un siglo confuso, entre invasiones y guerras en Irak, Siria o Ucrania, o con profundas divisiones en nuestra propia Iglesia católica, con el papa Francisco cuestionado fuertemente por ciertos sectores y el Concilio Vaticano II sufriendo constantemente cortapisas, que piense en el descrédito de las indulgencias que critica con tanta razón Lutero o en las críticas de Erasmo a la Iglesia del siglo XVI. O que recuerde el hundimiento de nuestra gran armada en 1588, aquella que debía poner en su lugar a la reina Isabel I de Inglaterra, demostrando el poderío de la España imperial. Para mundo confuso y en el que resulta difícil de situarse, el de Ignacio de Loyola, ¿no es así? O los dos, tal vez: el suyo y el nuestro. (…)

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Índice

El surgir de una vida nueva que es semilla de otras muchas

Una vida ordinaria en un mundo conflictivo

íñigo, el hombre llamado a ordenar su vida

Los ‘Ejercicios Espirituales’: un regalo para la Iglesia universal

El Peregrino y el Camino Ignaciano

La invitación: caminar los ‘Ejercicios Espirituales’ para poner orden en nuestra vida

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