Los sueños sí, los sueños no

Acerca de la naturaleza de los sueños nocturnos discurre la curiosidad. ¿Son verdaderos? ¿De dónde provienen? ¿Cuál es el lenguaje en que hablan? ¿Quién ayuda a descifrarlos?

Si todos duermen en promedio aconsejado ocho horas, las personas pasan la tercera parte de su existencia entre sueños. Somos, pues, absolutamente misteriosos por lo menos durante una de cada tres partes de la vida. De modo que aquella preocupación sobre el significado de los sueños es enteramente legítima.

El problema estriba en que los dos lapsos de vigilia pujan por acaparar el sentido. Guardan una lógica racional que pretenden imponer como única respetable. Su estilo de silogismos les aparece como la apropiada para apoderarse del mundo.

Los sueños, no obstante, no se dejan. En este punto hay unos sabios con perspicacia adecuada al carácter brujo de esas películas horizontales que nos intrigan. Son los poetas, genios que ven más allá de los cortos cinco sentidos.

Uno de ellos es el brasilero contemporáneo Affonso Romano de Sant´Anna, cuyo nombre de sinfonía no es casual. “Lo que soñamos es cierto –escribe-, lo errado es la interpretación”.

La paradoja, frecuente instrumento de la poesía, sirve a Romano para decir sin decir, única forma ajustada al sortilegio onírico. La verdad del sueño reposa en sí mismo, no se desgaja de su versión al idioma de tesis, antítesis y síntesis. Soñar es habitar el sueño, pues toda experiencia es personal, intraducible, íntima. El sueño es otra forma de la vida.

Arturo Guerrero

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