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El Señor Resucitado y María Magdalena


Una obra de Francisco Contreras Molina (PPC, 2009). La recensión es de Fernando Bravo Miralles.

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El Señor Resucitado y María Magdalena. 30 sonetos de amor y el evangelio de san Juan

Autor: Francisco Contreras Molina

Editorial: PPC

Ciudad: Madrid

Páginas: 144


(Fernando Bravo Miralles) “Como María Magdalena, doy testimonio de lo que he visto… Con María Magdalena, lo confieso y adoro: Rabonni, mi Señor, mi Maestro, mi Esposo… Este libro ya se cierra. También puede clausurarse el libro de mi vida… Aguardo sereno la parusía de mi buen Dios”. A modo de testamento definitivo, el profesor Francisco Contreras, fallecido recientemente, nos ha legado en este libro toda una experiencia profunda e íntima de fe. Cada una de sus palabras adquiere una hondura añadida, al conocer de antemano el lector que el anhelo repetidamente expresado por el autor habrá podido verse plenificado en su muerte. Por ello, al pasar la última página, queda una sensación de estar, como Moisés ante la zarza ardiendo, pisando terreno sagrado: la vivencia a flor de piel de una relación de amor personalísima.

Aun así –y ésta es su grandeza–, no nos encontramos ante un libro narrado en primera persona o plagado de citas personales o autobiográficas, sino con el rigor de un estudio serio del relato joánico sobre el encuentro de María Magdalena con el Resucitado. El cardenal Martini sostiene que la posibilidad del acceso a Dios pasa por “pensar bíblicamente”. Y esto es lo que hallamos aquí, una búsqueda en la Escritura de una experiencia trascendente.

El mensaje principal de la obra, claramente definido por su autor, no es otro que, desde la convicción profunda de que Cristo ha resucitado, hagamos de él “el amor de nuestras vidas”. El biblista y poeta claretiano parte de una constatación: cuántas veces nuestra confesión de fe y su vivencia quedan reducidas a fórmulas vacías y abstractas que no mueven el corazón. Así, nuestra vida cristiana parece estar en estado de continuo letargo, y nuestro anuncio del Evangelio carece de garra y convicción. Es necesario, pues, recuperar la noticia de la resurrección como honda experiencia personal, escuchar nuestro nombre de labios del Señor y “abrazarnos con la ternura a nuestro Señor, como el amor absoluto de nuestras vidas; sólo así podremos comunicar lo que hemos visto”.

Experiencia de fe

Ayudarnos en ese itinerario vital es lo que nos ofrece Contreras. Y para ello convierte a la Magdalena en símbolo de nuestras vidas, y el encuentro en la mañana de la resurrección en arquetipo de la verdadera experiencia de fe. Se avisa al lector de que no busque aquí una historia de amores entre la Magdalena y Jesús, tema manido y mediático, y que el autor tacha de peregrinas teorías pseudohistóricas; lo que hallará en sus páginas es una historia de amor.

Desde la escena narrada por san Juan, el religioso articula este encuentro según una referencia temporal: la noche de la ausencia; el alba del encuentro y el día de la misión. A cada espacio concede un capítulo, donde de manera rigurosa, con método exegético y apoyado por la comparación con otros textos bíblicos y por amplia bibliografía, nos adentra magistralmente en un recorrido existencial. Un itinerario que parte de la noche oscura, de la angustia, el desasosiego y la soledad, cuyo símbolo más rotundo son las lágrimas de María. En el alba se da el encuentro y el reconocimiento mutuo, donde el sol de Cristo resucitado hace trizas la oscuridad y la vida entera queda renovada, las heridas sanadas y la tristeza consolada. Desde esta vivencia de resurrección personal, cuando al fin impera el día, llega el ímpetu del anuncio gozoso de lo visto y oído, la búsqueda de los hermanos para hacerles llegar la Buena Nueva. Se trata, pues, de una invitación a caminar idénticas veredas a las de la Magdalena, para desembocar en una transformación interior.

A modo de apoyo al desarrollo descrito, el autor nos ofrece diez sonetos como colofón a cada capítulo. En ellos pone voz unas veces al Resucitado y otras a María Magdalena; versos donde lo que la prosa tiene de limitado para hablar de sentimientos es suplido por el molde expresivo de la poesía, que posibilita abrir de par en par el corazón. La contemplación guiada del cuadro “Noli me tangere”, de Alonso Cano, nos introduce aún más en el ambiente vital de la escena.

Una publicación acertada, novedosa y puede que llamada a convertirse en una sólida referencia teológica y espiritual.

En el nº 2.676 de Vida Nueva.

Actualizado
25/09/2009 | 09:33
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