Hungría, la última e “inusual” visita del papa Francisco

Francisco en Hungría

Hungría es un país insólito y singular, con una idiosincrasia que salta a la vista apenas se atraviesan sus fronteras.



Comencemos por su lengua. Con el vasco y el finlandés el húngaro es uno de esos idiomas de orígenes desconocidos y que no tienen parentesco alguno con las lenguas que se hablan en el viejo continente. Muy pocas palabras importadas con la modernidad se alternan con otras cuyo significado es imposible imaginar. Pronunciarlo es ya una tarea muy ardua. Juan Pablo II, políglota muy dotado como se sabe, renunció en sus dos viajes – 1991, 1996- a leer sus discursos en húngaro limitándose a muy breves saludos que, según se nos dijo entonces, eran apenas comprensibles.

Francisco ha decidido hablar siempre en italiano y hoy ha añadido dos saludos que fueron aplaudidos con sonrisas por los que le escuchaban para expresarle, sin duda, la simpatía por el esfuerzo pero con resultados casi ininteligibles.

Segundo capítulo de esta originalidad es la moneda. Hungría entró en la UE en el 2004 y tres años más tarde en el área Schengen pero renunció a adoptar el euro. Han seguido conservando el florín cuya equivalencia con la moneda europea se traduce en que por 1 euro recibes 375 florines; en términos concretos si cambias 50 euros recibes dieciocho mil florines. El coste de la vida es inferior al de otras naciones circundantes, Austria por ejemplo.

Cultura y gastronomía

La cultura magiar se distingue también por su originalidad. En el campo literario la extrañeza de su lengua la relega a sus confines nacionales. En el siglo XIX el romántico Sandor Petofi es admirado y estudiado como el poeta nacional. En el 2002 Imre Ketsz es recompensado con el Premio Nobel de Literatura pero su obra es casi desconocida en el mundo. Más fortuna han tenido sus músicos iniciando por el prodigioso Fanz Liszt ( 1811-1886) cuya producción pianística forma parte del repertorio más exigente y lo mismo se diga del compositor dodecafónico Bela Bartok.

Hablemos por fin de la gastronomía . No se puede venir a Hungría y no solicitar en un restaurante el gulash ( gulyas en el idioma local),plato nacional por excelencia caracterizado por su fuerte sabor picante que le proporciona el uso de la paprika o pimentón. Para aplacar el “fuego” es recomendable un buen trago del Tokai excelente vino local con una gradación no exagerada. No aconsejo, sin embargo, el licor nacional de muy intenso sabor amargo. Muy recomendable, por el contrario, es el salchichón que no se parece en casi nada al italiano pero que es muy sabroso.
¡Buena digestión!.

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