Hacia el reconocimiento recíproco

Hace algún tiempo la autora Adela Cortina, gran experta en el campo de la ética, señalaba que la clave de la vida social estaba en el reconocimiento mutuo, el cual estimulaba los deberes de justicia y exigía satisfacer necesidades constituidas en derechos, a la vez que inauguraba la apertura de caminos hacia el diálogo y la comunicación. Esta situación sigue siendo una necesidad vital para nuestros pueblos, pues el reconocimiento recíproco ayuda a que las personas puedan vivir el tiempo, en términos de gratuidad, alegría y encuentro, aspectos necesarios en el actual contexto colombiano, que insistentemente continúa forjando el sueño de la Paz y que algún día, no muy lejano, dejará de ser sueño para dar paso a una realidad que dé importancia a prácticas vitales que se orienten a cuidar el sentido social de la comunidad a partir de la justicia, la misericordia y el perdón; actitudes que, en décadas pasadas, tuvieron origen en los nichos de las familias que tenían como ethos educar para la vida con un sentido más comunitario que individual. Es por ello, que muchas personas aprendimos a comprender la justicia cuando ésta era orientada hacia el compartir el pan, el techo y el vestido con las y los pequeños y más débiles. Comprendimos que el encuentro era un espacio sagrado por ser gratuito, respetuoso y alegre, pues disponía a disfrutar al otro y a la otra en términos de escucha y acogida. De este modo, aprendimos que los demás tienen rostros, experiencias, que van tejiendo la historia humana hacia un reconocimiento permanente, que procesualmente, nos llevó a entender el nacimiento del yo a través de un , haciendo realidad la expresión filosófica Yo soy si soy contigo.

Amparo Novoa Palacios, S.A.

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