García Cuerva: “Cromañón, una herida abierta en la ciudad”

Pidió justicia y compromiso frente a todos los que siguen “sangrando” en las calles

Jorge García Cuerva, arzobispo de Buenos Aires y primado de la Argentina, presidió este sábado su primera misa en homenaje a las víctimas de la tragedia de Cromañón. Lo acompañaron el arzobispo de San Juan, Jorge Lozano, y los presbíteros Francisco Vello y César Femia.



Hace 19 años, en ese lugar del barrio porteño de Once, miles de jóvenes disfrutaban de un recital del grupo Callejeros, hasta que un incendio producido por unas bengalas encendidas dentro del recinto provocó la tragedia: 194 muertos y más de 1400 heridos.

Crimen social

Durante la homilía, el titular de la arquidiócesis de Buenos Aires referenció al texto del evangelio en el que el anciano Simeón le indica a María, la madre de Jesús, que una espada le atravesará el corazón.

Expresó que en esta celebración también los convoca “una espada que atraviesa nuestros corazones hace 19 años; … que sigue provocando un profundo dolor, un dolor que no queremos anestesiar con otras noticias, o distraer…”. Agregó que es una espada afilada de injusticia, punzante de tristeza, cortante de bronca e impotencia.

García Cuerva aseguró que quieren que tanto dolor sea fecundo y tenga sentido: “Madres, padres, hermanos, amigos y víctimas de aquella tragedia, me permito decir que son ‘testigos incómodos’ para una sociedad que, a veces, quiere olvidar o esconder esa herida que es un crimen social, una herida abierta en la ciudad que sigue sangrando en sus calles y en la vida de tantos”.

Clamor profético

Asimismo, indicó que su testimonio clama por una sociedad que sea “madre solidaria” como los que entraron y salieron varias veces del boliche para rescatar a los que estaban adentro y morían asfixiados. Sin embargo, se lamentó: “parece que no aprendemos más” porque hoy siguen muriendo jóvenes asfixiados por la exclusión y la violencia, por las drogas, el hambre y la trata de personas. “Los mercaderes de la muerte se reinventan, se cambian la careta, pero siguen matando y haciendo negocio con la vida de tantos”, sentenció.

El arzobispo sostuvo que la memoria colectiva de Cromañón es un clamor profético que exige más justicia, más compromiso, más fraternidad, más empatía, y en definitiva, más amor.

Exhortó a que todos juntos pidan a Simeón y Ana que les contagien la esperanza para no bajar los brazos ni dejarse vencer. Y más allá del dolor, volver a gritar que “tenemos esperanza… que nace de la cruz, porque la esperanza cristiana es activa y exige paciencia y fortaleza”. Garantizó que, a pesar del paso de los años, seguirán haciendo memoria y cuestionando un sistema de exclusión y corrupción que sigue provocando muerte. 

Les dijo a los presentes que, así como a lo largo de este tiempo encendieron velas para iluminar el camino de la verdad y la justicia, “sigan siendo luz, no permitan que las tinieblas del horror apaguen sus vidas. Como ciudad de Buenos Aires, y como argentinos, los necesitamos mucho. Sus vidas y la de los 194 hermanos víctimas de la tragedia son un clamor al cielo contra la impunidad y la resignación”.

Les recordó que la muerte no tiene la última palabra, y que se puede recordar a los seres queridos pensando que hace 19 años la muerte los arrebató o renovar la esperanza del reencuentro, y decir…estamos 19 años más cerca de volver a abrazarnos.

Finalmente quiso compartir una poesía del jesuita José María Rodríguez Olaizola, ‘No te rindas’:

No te rindas,
aunque a veces duela la vida;
aunque pesen los muros
y el tiempo parezca tu enemigo.
No te rindas,
aunque las lágrimas surquen tu rostro
y tu entraña demasiado a menudo.
Aunque la distancia con los tuyos parezca insalvable.
Aunque el amor sea, hoy, un anhelo difícil,
y a menudo te muerdan
el miedo, el dolor, la soledad, la tristeza y la memoria.

No te rindas.
Porque sigues siendo capaz de luchar, de reír, de esperar,
de levantarte las veces que haga falta.
Tus brazos aún han de dar muchos abrazos,
y tus ojos verán paisajes increíbles.
Acaso, cuando te miras al espejo,
no reconoces lo hermoso, pero Dios sí.
Dios te conoce, y porque te conoce
sigue confiando en ti, sigue creyendo en ti,
sabe que, como el ave herida, sanarán tus alas
y levantarás el vuelo, aunque ahora parezca imposible.
No te rindas.
Que hay quien te ama sin condiciones,
y te llama a creerlo.

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