¿Familia o familias?

Hace cuarenta años, cuando escribí mi tesis de doctorado –una aproximaxión teológica a la experiencia de pareja–, no había en mi imaginario sino un modelo de pareja –heterosexual– y un modelo de familia: monógama. Reconocía la diversidad familiar en un capítulo que titulé “Familia y familias”. Pero no para el mundo occidental, al que pertenezco, sino para otros entornos culturales.

En estos cuarenta años el mundo ha cambiado. Ha dejado de ser uniforme y se ha hecho diverso y plural. Y comoquiera que las relaciones que configuran la experiencia humana de ser familia se tejen en la red de relaciones que conforman la sociedad y de ellas depende, también se ha hecho diversa y plural la forma de ser familia que, adaptándose a los entornos culturales y a sus transformaciones, evoluciona y se estructura según los modelos de cada grupo social y de cada generación.

Por eso no existe una sola manera de ser familia. Existen familias. Diversas en la forma como los hombres y las mujeres viven la experiencia de pareja y construyen sus familias. 

Y coexisten en este mundo actual, que es diverso y plural, la familia extensa patriarcal y la familia nuclear; familias que se originan de la decisión de la pareja y las que nacen del acuerdo de familias; familias monógamas y poligámicas; familias biparentales y monoparentales con muy diversas conformaciones; familias constituidas a partir de un padre y una madre, pero también a partir de dos madres o dos padres. 

Semejante diversidad es invitación a preguntarnos, desde la mirada de la fe, qué significa ser “íntima comunidad de vida y amor” (GS 48) –la definición de familia que acuñó el Concilio Vaticano II– en los diversos contextos culturales del mundo actual, diverso y plural.

Isabel Corpas de Posada

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