Emprendedoras

“Ni aborrecisteis, Señor de mi alma, cuando andabais por el mundo, a las mujeres, antes las favorecisteis siempre con mucha piedad y hallasteis en ellas tanto amor… y más fe que en los hombres”. Así era Teresa, la de Jesús. La del buen humor, la del buen amor con mayúsculas. La mujer que creía en la mujer. No quería mojigatas, ella tampoco lo era. Buscaba alejar a las suyas de las tinieblas de la ignorancia y, sin saberlo, fue la primera en dar contenido a la palabra “emprender”. Y lo hizo sin agitar bandera feminista alguna. 

Mi poca fe nació de la mano de una madre que me educó en la piedad popular y se forjó de la mano de unas mujeres que siguieron la estela de ese perfume de Jesús de Nazaret. Cuando yo era un niño de 4 años en los ochenta se contaban con los dedos de una mano las ministras en España; no se vislumbraban en el horizonte mujeres con peso en los Consejos de Administración y apenas se habían visto inmersas en el mercado laboral, ellas ya estaban al frente de la misión. Mujeres educadoras, sanitarias, profesionales en la asistencia social… Religiosas que lideraban sus propios proyectos de Iglesia y gestionaban sus recursos a través de empresas sostenibles que lo que menos buscaban era el beneficio económico. La persona, en el centro, fuera niño o anciano. Emprendedoras como lo fue la santa. Emisarias del Evangelio, sin buscar reconocimiento público. Desde esa máxima del papa Francisco, sabedoras de que “el verdadero poder es el servicio”, yo recibí el don de la fe.

Sin embargo, que estas mujeres nunca hayan buscado estar en la palestra ni hayan pedido que los focos mediáticos les iluminaran de frente con una luz tan artificial como caduca no significa que se deba confundir la humildad con el silencio del desprecio. No. La mujer precisa de una mayor visibilidad en la Iglesia. Pero, sobre todo, de una mayor responsabilidad explícita. Sin cuotas de participación, pero sí con el deber moral de reconocer que deben estar al frente. Como siempre han estado en la sombra. Con ese genio femenino que a mí me falta.

José Beltrán. Director Vida Nueva España

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