Editorial

Las fronteras en el Sínodo

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Se ha publicado el ‘Instrumentum laboris’ que los 370 madres y padres sinodales tendrán que trabajar para participar de manera efectiva en la primera sesión de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que se celebrará entre el 4 y el 29 de octubre en Roma.



En sí misma, esta herramienta de más de 50 páginas supone un salto cualitativo respecto a otros documentos preparatorios de otras citas sinodales, en tanto que se trata de una guía de trabajo eminentemente práctica, en la que se dan las coordenadas fundamentales del camino recorrido hasta ahora, y se exponen de forma directa y sin circunloquios todas las cuestiones de relevancia que urge abordar en el foro vaticano. Son muy diversos y pertinentes los temas eclesiales que se incluyen en el documento, teniendo como reflexión vertebral la apuesta por una Iglesia sinodal que descanse en la comunión, la participación y la misión.

Sin embargo, resulta inevitable que la atención de la opinión pública se haya centrado en las preguntas vinculadas a los asuntos de frontera que se incluyen, sean de carácter social o doctrinal, como las referentes a la ordenación de hombres casados, el diaconado femenino, los abusos sexuales, la acogida al colectivo LGBTQ+…

Solo el mero hecho de que sean citados en el ‘Instrumentum laboris’ con naturalidad, habla de una ruptura de vetos eclesiales ante cuestiones que hasta hace bien poco se prefería orillar o ignorar y que, sin embargo, ahora entran en la agenda del diálogo. Y lo hacen como reflejo de las inquietudes mostradas por los católicos en las fases diocesanas, nacionales y continentales de este Sínodo. No como una ocurrencia efectista o fruto de una agenda oculta de determinados lobbies, sospecha que algunos han intentado dejar caer para invalidar la actual dinámica participativa.

Hacia una Iglesia misionera

En cualquier caso, que estos asuntos se pongan sobre la mesa sinodal no quiere decir que vayan a ser los únicos temas de la asamblea, pero tampoco que se vayan a producir giros copernicanos de infarto que provoquen una fractura eclesial. Será el Papa quien tenga la última palabra, como ya demostró tras el Sínodo de la Amazonía, después de un proceso de escucha orante, atenta a los signos de los tiempos y al soplo del Espíritu.

De ahí la relevancia de que este Sínodo cuente con una segunda sesión en 2024, pues permitirá un discernimiento reposado y certero. Eso sí, siempre y cuando discurra desde un sano debate y con la conciencia de que se trata de estar abiertos a generarse tantas preguntas o más como las que se presentan en el ‘Instrumentum laboris’. No para hallar respuestas inmediatas y excluyentes, sino para abrir procesos que contribuyan a esa conversión hacia una Iglesia verdaderamente misionera.

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