Editorial

Control de calidad en la fábrica de los santos

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La beatificación de monseñor Óscar Romero ha puesto sobre la mesa, otra vez, el tema de esos procesos en que se define la santidad de una persona, exhibida por la Iglesia como claro ejemplo de los logros de excelencia de la gracia de Dios.

Monseñor Romero no habría obtenido ese reconocimiento si el pontificado de san Juan Pablo II se hubiera extendido hasta hoy. De hecho, el proceso duró estancado más de diez años ante la duda sobre las causas de su asesinato. ¿Había sido una muerte política? ¿Asesinado por odio a la fe?

Una equivocación en ese sentido habría significado la entrada al canon de los santos de un izquierdista, quizás comunista, se dijeron muchas veces en la fábrica de los santos.

En cambio otros procesos avanzaron con una sorprendente rapidez y dejaron más dudas que devoción. “Puede que Escrivá haya sido el gran santo que el Opus Dei afirma que fue; pero la rapidez, la facilidad irrestricta con que su caso fue tratado, plantea interrogantes acerca del proceso mismo en lo que se refiere al rigor, a la imparcialidad, a la profesionalidad y libertad de presiones eclesiásticas y de política espiritual”, escribe Kennet Woodward, un periodista investigador especializado en el tema en su libro La fábrica de los santos (Círculo de lectores, 1992).

El mismo autor explica el fenómeno cuando descubre el poderoso equipo promotor que estuvo al servicio de esta causa de canonización y concluye, con toda lógica, que solo las causas de beatificación y canonización que cuentan con recursos abundantes, humanos y económicos, tienen probabilidades de éxito pronto. Por eso no extrañó la rapidez de la canonización en los casos de Escrivá o de Juan Pablo II o la culminación exitosa de un proceso como el de fray Ezequiel Moreno, un proceso éste que, como el que se menciona por estos días, del obispo Miguel Ángel Builes, resultan sorpresivos y fuera del perfil de santidad que la piedad cristiana espera encontrar en los campeones de la caridad, la tolerancia y la compasión.

Por eso “si la finalidad de una canonización es la de presentar ejemplos vivos de la santidad cristiana, el sistema necesita una revisión a fondo”, afirma el teólogo Hans Urs von Balthasar.