Editorial

Abolir el secreto pontificio para erradicar los abusos

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La Iglesia cierra el año en el que supo reconocerse en el espejo de los abusos sexuales, después de décadas de negación, silencio y encubrimiento. Por primera vez en la historia, un Papa convocaba a los presidentes de todos los episcopados del planeta para plantar cara a una lacra con los máximos recursos humanos y materiales a su alcance para erradicarlos, rendir cuentas ante las autoridades judiciales y responder ante las víctimas.

Desde ahí se entiende la no menos histórica instrucción a través de la cual la Santa Sede abole el secreto pontificio en este ámbito, de tal manera que se pondrá a disposición de la justicia civil toda denuncia, testimonio, informe y sentencia canónica, siempre y cuando no vulnere los derechos de los implicados en la causa.



Se trata, sin duda alguna, del salto cualitativo y cuantitativo necesario para borrar todo atisbo de ambigüedad y encubrimiento a golpe de transparencia. De esta manera, 2020 debería convertirse en el año en el que la Iglesia se constituya, con toda humildad, en la abanderada en la lucha contra la pederastia en medio de una sociedad que se escandaliza por un drama que, sin embargo, sigue ocultando. Sin bajar la guardia.

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