¿Por qué el Vaticano parece dispuesto a negociar con China?


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A cualquiera que conozca al cardenal Joseph Zen, no le habrá sorprendido que utilizara Facebook para acusar al Vaticano de “vender” la Iglesia a China por pedir a dos obispos clandestinos que cedieran sus diócesis a los candidatos nombrados por el Gobierno.

Zen tiene un largo historial promoviendo una línea más dura del Vaticano hacia las autoridades chinas y sus esfuerzos por controlar la Iglesia, especialmente en la selección de obispos. Igualmente, no debería sorprender que Zen, de nuevo, deba preocuparse. El Vaticano también tiene su propio historial de intentos por acomodarse a Pekín, en un esfuerzo de allanar el camino para establecer relaciones diplomáticas y crear un marco legal más estable para la vida de la Iglesia en China.

El debate ha estado siempre en hasta dónde llegaría Roma para conseguir tal objetivo, y en ese punto, el acuerdo se convierte en complacencia. Tiene especial resonancia porque estamos hablando, en parte, del legado de los mártires que pagaron el más alto precio por su fidelidad al Papa.

Antes de seguir, una advertencia necesaria: probablemente, nada de lo que ocurra hoy, afectará a las perspectivas de ese acuerdo tan deseado entre Roma y Pekín.

Así son las relaciones Vaticano-chinas:

  • Un aparente deshielo (una noticia positiva sobre el Papa en la prensa china o un obispo liberado de la cárcel) provocará predicciones sobre el avance.
  • Enseguida, habrá un paso atrás (una iglesia se derriba, o un sacerdote es arrestado o los chinos están indignados por algo que dice alguien en el Vaticano) y el progreso se para.
  • Seis meses después, volvemos a empezar.

La verdad es que el mayor obstáculo no está en el Vaticano, siempre dispuesto a dar un paso adelante. Entre la élite gobernante china hay una brecha eterna entre los moderados a los que les gusta la idea de un vínculo más fuerte con el líder espiritual de Occidente, y los de la línea más dura, que temen la influencia extranjera (y que dominan la Oficina de Asuntos Religiosos del Estado chino). Hasta que esto cambie, es difícil que haya una vía de escape de la dinámica descrita antes.

Viendo todo esto, muchos observadores pueden estar confusos por el interés del Vaticano en conseguir un acuerdo con Pekín, hasta el punto de que está dispuesto a afrontar el predecible enfado de algunos de sus generales de campo, para conseguir la paz.

Los cuatro factores principales

  • Un dato esencial es que hay católicos en China, entre 10 y 15 millones según las estimaciones, aunque nadie sabe a ciencia cierta, por la dificultad de hacer estudios fiables. Aunque esos católicos generalmente no sufren persecución física abiertamente, sí experimentan un acoso crónico y restricciones a su vida religiosa, incluso una especie de ciudadanía de segunda clase permanente. Y claro, el Vaticano quiere hacer lo que sea para mejorar su situación.
  • Segundo, hay un movimiento diplomático a la vez que uno pastoral. El Vaticano tiene sus propios cuerpos diplomáticos, que aspiran a ser la voz de la conciencia en el escenario global y ahora más que nunca con Francisco, cuando, desde inmigración, el cambio climático, el desarme nuclear y los peligros de la “colonización ideológica”, el Vaticano está activo en una amplia gama de frentes. Es obvio que China ya está entre el grupo de los titanes en el escenario global y eso va a ser así cada vez más a medida que sus capacidades políticas, económicas y militares se expandan. Es por ello que el Vaticano entiende que, si no hablas directamente con Pekín, estás fuera de onda.
  • Tercero, hay un romance con China, alimentado durante siglos en la psique católica asociado con las legendarias figuras de Mateo Ricci y San Francisco Javier. También está el molesto sentido histórico de que la Iglesia no acertó con la controversia de los ritos chinos en los siglos XVII y XVIII, cuando las rivalidades entre los jesuitas y los dominicos impidieron dar una significación cristiana a ciertos ritos tradiciones religiosos chinos, así como a prácticas imperiales y conseguir una Iglesia “realmente católica y realmente china”. Desde entonces, hay un anhelo de otra oportunidad, y el Vaticano cree que un acuerdo formal con Pekín lo haría posible. (Este es un punto personal para Francisco, que en su día soñó con ser misionero en China).
  • Cuarto, el Vaticano considera a China muy rica de potencial misionero, aunque a veces no sabe qué hacer.

Muchos expertos ven a China como el último mercado realmente competitivo espiritualmente. No importa lo que pase, la cristiandad, de alguna manera, seguirá siendo la fe mayoritaria en Europa y América del Norte, el hinduismo será la mayoritaria en India, el islam en Oriente Medio y África se dividirá entre islam y cristianismo, con grupos importantes de práctica religiosa indígena.

Misa en la catedral china de la Inmaculada Concepción en Pekín/CNS

En China, sin embargo, las cosas parecen estar más abiertas. El confucionismo es un código ético más que una religión y setenta años de ateísmo oficial, han dado paso a un hambre espiritual palpable.

No obstante, mientras el catolicismo ha hecho poco más que mantenerse con el crecimiento demográfico en China en los últimos setenta años, los protestantes, especialmente los evangélicos y pentecostales, han explotado. De menos de un millón de seguidores en el último censo de 1949, los protestantes están ahora entre 60 y 100 millones de seguidores, poniendo a China en el camino de ser el país “más cristiano del mundo”, por lo menos en términos numéricos.

El Vaticano parece pensar que el camino prudente es crear un marco legal estable antes de lanzarse a un esfuerzo misionero dramático, pero también deben entender que, el reloj sigue en marcha y puede ser demasiado tarde. Las opiniones están divididas… pregúntenle al cardenal Zen.