Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Valorar el bautismo


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“Mi querida mamá muy amada, yo te doy gracias
1) Por haber dado permiso a tu pequeña hija Clara para jugar en la nieve (precio: 10 besos).
2) Por darme comida y vestidos (20 besos).
3) Por hacerme mil caricias por la mañana al despertarme y por la noche al acostarme (50 besos).
4) Por haberme hecho cristiana e hija de Dios por el bautismo (lo de mayor precio: 1.000 besos).
Total: 1.080 besos + 9.999 caricias = 11.079 ternuras”.



Cualquiera pensaría que este texto es fruto de la imaginación de un novelista que lo ha puesto en boca de un niño. Pero no es así; es la traducción del francés de una carta dirigida a su mamá por la niña Clara de Castelbajac, el 30 de enero de 1963, cuando tenía apenas 9 años. Clara murió el 22 de enero de 1975, a los 21 años, y su causa de beatificación fue culminada a nivel diocesano en 2008, enviada a Roma y aprobada en 2009.

Más allá de la inocencia y candidez de Clara, lo que es admirable es la gradación que hace en los motivos de gratitud: desde lo menos (permiso de jugar) a lo más (el afecto), pasando en medio por lo material (comida y vestido). Y ahí se produce un salto casi al infinito, porque pasa de 50 a 1.000 besos para agradecer el bautismo.

¿Cómo y qué habrá hecho esa familia para despertar en una niña de 9 años la conciencia clara y explícita de que el mayor bien que recibimos es la fe en un Dios Padre que a todos nos hace sus hijos?

Ser hijos de Dios

Me impresionó leer este testimonio en la biografía de Clara. Porque creo que nos hace falta redescubrir el bautismo y sus consecuencias. Debemos valorar muchísimo más la raíz de nuestra más alta dignidad: ser hijos de Dios. ¡No se puede ser más que esto! Y esta dignidad es igual para todos, hombres y mujeres, laicos y clérigos; incluso creyentes y no creyentes, porque el que seamos hijos de Dios no depende de nuestra consciencia del hecho ni de nuestra aceptación, sino de la libre voluntad de Dios, que ha querido que seamos todos miembros de su familia, en la persona de Cristo.

Para combatir el clericalismo, para resituar la discusión en torno al sacerdocio, ¿no será bueno redescubrir y valorar nuestro bautismo? Yo también envío 1.000 besos y ternuras hacia quienes me bautizaron e hicieron cristiano.

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