Cardenal Cristóbal López Romero
Cardenal arzobispo de Rabat

Un hombre mordió a un perro


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Que un perro muerda a un hombre, no es noticia; es algo normal, cotidiano; pero que un hombre muerda a un perro, eso es noticia. Ejemplo con el que se nos enseñaba, en una de las primeras clases de periodismo, que la noticia debía tener, entre otras, la característica de referirse a algo raro, extraño, novedoso, exótico…



Pues bien, encontré hace unas semanas la noticia que refleja al hombre que mordió al perro: “El PP apoya una ley de EH Bildu en el primer pleno en el Parlamento Vasco tras las elecciones” (‘elDiario.es’).

Esta noticia fue tal porque que el Partido Popular apoye algo proveniente de Bildu es completamente extraño, raro, exótico, anormal… desgraciadamente.

El ejercicio de la política nos tiene acostumbrados a que todo lo que propone la oposición no sea aceptado por el gobierno; y todo lo que proviene del gobierno, encuentre el rechazo de la oposición. Nos parece normal… y quizás hasta lógico, pero, en el fondo, es ilógico e irracional.

En posesión de la verdad

¿Por qué una ley, objetivamente positiva, debe ser rechazada por la oposición simplemente porque proviene del gobierno? ¿Por qué el gobierno no puede aceptar propuestas que contribuyen al bien común si estas han sido generadas por la oposición?

Votar a favor de una ley presentada por Bildu, ¿significa estar de acuerdo con todo lo que propone Bildu? ¿Desmerece un partido cuando reconoce la bondad o utilidad de lo que otros proponen? En el fondo, ¿aceptamos que puede haber y hay algo de bueno en los que son diferentes a nosotros… o nos creemos en posesión exclusiva del bien, la verdad y la belleza?

“La portavoz del PP+Cs, Muriel Larrea, recalca que respaldar el autoconsumo energético es positivo para la ciudadanía y ha agradecido el trabajo al abertzale Mikel Otero” (‘elDiario.es’). ¿Se ha rebajado o ha perdido su dignidad dicha portavoz por reconocer que la ley era positiva y contribuía al bien común? Al contrario, al agradecer el trabajo de su adversario político (que no enemigo), su figura queda enaltecida.

Se me calificará de ingenuo o de “irenista”, pero no puedo dejar de soñar con un país y un mundo en el que la colaboración entre diferentes, el entendimiento y el consenso entre opuestos y la búsqueda del bien común, por encima de los intereses personales o de partido, deje de ser noticia… porque se ha convertido en algo normal y ordinario.

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