¿Son siempre sensatos nuestros gobernantes?


Compartir

La visita de una parte del Gobierno de España a Rabat ha dejado un gran titular en los medios de comunicación: el plante del rey de Marruecos a Pedro Sánchez, difícilmente justificable desde los cánones más ortodoxos de la diplomacia.



Por una razón desconocida, la actitud de Mohamed VI, al parecer más interesado en sus vacaciones en Gabón que en cuestiones de Estado (¿o hay algo más?), me ha recordado un episodio bíblico que tiene como protagonista a otro rey: Roboán, hijo de Salomón y heredero de su reino.

El yugo de Salomón

Roboán quiso seguir con la política de su padre, que incluía poner en práctica una especie de “servicio civil” llamado ‘mas’, que consistía en hacer levas entre la población para dedicarlas a su actividad constructora. Así, consultó a los consejeros de su padre, que le sugirieron aligerar el yugo de Salomón a este respecto, como le habían pedido las tribus del norte.

Entonces Roboán consultó a sus amigos –jóvenes como él–: “¿Qué me aconsejáis que responda a este pueblo que me ha hablado diciendo: ‘Aligera el yugo que tu padre puso sobre nosotros’?”. Los jóvenes que se criaron junto a él respondieron: “A este pueblo que te ha dicho: ‘Tu padre hizo pesado nuestro yugo, aligéralo tú ahora’, diles así: ‘Mi dedo meñique es más grueso que los lomos de mi padre. Mi padre os impuso un yugo pesado, yo añadiré peso a vuestro yugo. Mi padre os azotaba con látigos, yo os azotaré con escorpiones’” (1 Re 12,9-11).

El joven monarca despreciará el consejo de los ancianos y seguirá las poco juiciosas sugerencias de sus amigos. Esta historia, en la que se aprovecha para poner de relieve la sabiduría de los ancianos y la insensatez de los jóvenes –decir esto hoy es políticamente incorrecto–, le sirve al redactor para señalar el “pecado original” de la monarquía dividida de Israel. Por una parte, hacer ver que el reino del norte era algo querido por Dios: “El rey no escuchó al pueblo, pues se trataba de algo dispuesto por el Señor, para que se cumpliera la palabra que el Señor había anunciado a Jeroboán, hijo de Nebat, por medio de Ajías de Siló” (1 Re 12,15). Y, por otro, que a la voluntad de Dios ayudó la insensatez de Roboán, cuya actitud provocó la división del reino.

Entre unos gobernantes que se dejan humillar y otros que son arrogantes, lo cierto es que no resulta fácil encontrar personas sensatas y honradas al frente de los que nos gobiernan.