Enrique Lluc
Doctor en Ciencias Económicas

¿Se han acabado las diferencias de clase?


Compartir

Existe una idea generalizada entre los economistas que afirma que con la aparición de la economía de mercado se afianzan las democracias. La idea generalizada que está detrás de esto es que la economía de mercado lleva a la desaparición de privilegios derivados de la familia o de la condición eclesiástica.



Las personas dejan de tener poder por la posición en la que nacen y eso, parece que nos lleva a la democratización de la sociedad y al reconocimiento de que todos tenemos las mismas oportunidades sin que existan privilegios para unos pocos.

Como afirma David Castelles-Quintana en su libro ‘La esquiva búsqueda de la prosperidad. Una breve historia de del pensamiento económico’ (2021) “Fue en el mercado donde cobraron fuerzas las ideas democráticas: allí se trataba a todos según su capacidad de compra y venta, no según su nombre, título u origen”. La idea es atractiva y sencilla, democratización y mercado van de la mano, ponemos a todas las personas en el mismo nivel y dejan de existir privilegios derivados de cuestiones alejadas al desarrollo económico de la sociedad.

Pero cabe preguntarse si este sistema económico ha generado otros privilegios o tratos discriminatorios debido a razones distintas. Es decir, si esta idea de democratización y de que todos son iguales en el mercado es cierta, o se han sustituido unos privilegios por otros. Cuando observamos la realidad internacional y la que sucede en el interior de muchos países, parece que los privilegios que antes venían de la cuna, ahora vienen de la cartera. Existen diferencias de trato a las personas dependiendo de las rentas que tienen.

Si además, recordamos que muchas veces el nivel de ingresos que tenemos cada uno de nosotros no solo depende de nuestro desempeño o de nuestro esfuerzo, sino que lo heredamos de nuestros padres y antepasados o viene determinado por el lugar del mundo en el que nacemos, podemos constatar que, con frecuencia, la familia o el lugar en el que nacemos sigue siendo determinante para tener o no unos determinados privilegios en la sociedad actual.

Ciudadanos de segunda

Es el dinero que se posee el que genera ahora las grandes desigualdades entre unos y otros. Además, hemos construido un sistema económico basado en un mercado que refuerza a quienes tienen elevados ingresos porque les es más fácil seguir incrementándolos, mientras que deja a un lado a quienes menos tienen dificultándoles las posibilidades de salir de su miseria y abandonar la posición de segunda en la que se encuentran.

Una economía de mercado no va necesariamente ligada a reducción de privilegios sino a un cambio de estos y a una discriminación por razón de pobreza. Quienes tienen poco, pasan a ser ciudadanos de segunda y a ser rechazados en las fronteras y culpabilizados en las sociedades ricas que piensan que quien es pobre lo es por no aprovechar sus oportunidades.