Rosa Ruiz
Teóloga y psicóloga

Salir al alba


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En distintos momentos de la vida tenemos que salir de donde estamos. Se nos impone una salida. La cuestión, al final, no es tanto de dónde sales. Ni siquiera a dónde vas. La cuestión es por qué sales y, seguramente, eso determine cómo sales.



Me gusta mucho una frase del Quijote que me regalaron hace tiempo y me ha acompañado más de la mitad de mi vida:

“La del alba sería cuando Don Quijote salió de la venta, tan contento, tan gallardo, tan alborozado por verse ya armado caballero, que el gozo le reventaba por las cinchas del caballo” (Don Quijote, inicio del c. 4).

Un gozo de verdad

En aquel momento me conmovió ese gozo, esa gallardía, ese alborozo en la salida. ¡Quién pudiera! Diría incluso que he experimentado tal contento. Y eso es una suerte. Me dije a mí misma que tendría que hacer lo posible por vivir de tal manera que siempre me quedara dentro un resto de esta dicha. Tan gratuita. Tan salvaje. Tan natural. Tan incontenible.

He intentado no olvidar que ese gozo -tan de verdad-, cuando es auténtico, revienta por las cinchas del caballo. Rebosa por allí donde vives, trabajas, caminas, amas, hablas. Rebosa incluso por aquello que te aprieta y sujeta. Como una cincha. Y todos tenemos alguna: eso que sujeta la silla al caballo para que no se mueva y el jinete cabalgue sin andar moviéndose de un lado a otro. Puede que nos moleste, pero cuanto más cabalgamos, más necesidad de cinchas fijas y seguras. Aunque duela. Visto así: ¿seremos capaces de vivir de tal manera que hasta de entre las cinchas rebose nuestro contento?

El texto dice que don Quijote salió al alba. A primera hora. Sin reposo. En ese inicio del día, donde tienes que tirarte de la cama si quieres salir y todo te empuja a que te quedes entre el calor cómodo de las sábanas. Salir al alba es no esperar a que todo se vea claro, ni siquiera a estar en plena forma. Casi hay que adelantarse al día, a lo que está por venir. Yo que siempre he sido más bien dormilona y perezosa para levantarme, envidio a quienes tienen la fuerza suficiente para salir al alba siempre que la vida lo pida. Sin alargar. Sin retrasarlo.

Y lo más importante: la causa de esta salida. Que el hidalgo “ya se veía armado caballero”, aunque, desde luego, aún no lo estaba. He intentado no olvidarlo nunca. Que para salir de donde sea necesario no se requiere haber logrado aquello que te llenaría de alegría hasta reventar las cinchas del caballo. Basta con que lo creas. Basta con que tú mismo ya te veas como tal. ¿Qué es ser armado caballero? Cada uno sabremos qué sueño o expectativa de nuestra vida puede llamarse así. Más aún: a lo largo de la vida cada uno de nosotros habremos experimentado distintos modos de “ser armados caballeros”. Lo importante será saber cuál es el modo que la vida te presenta hoy. Sabiendo eso, sólo te queda salir. Salir sin pausa. Salir. Salir una vez más.

La historia que don Quijote vivió ya la conoces. Y si no, puedes hacerlo. Alguien te va a decir que tus expectativas son tu problema, que lo que sueñas no tiene sentido y que sería mucho mejor que te olvidaras de salidas y búsquedas gozosas. Es posible. Pero también queda otra opción, igualmente probable: “Lo que busco me está buscando” (Rumí). Solo tienes que salir. Tenemos que salir. Al alba.